A @arquimorgan.
Lo bueno de tener seguidores tan fieles y tan generosos como vosotros es que me sugerís muchos temas y muchas ideas para el blog.
Esta vez ha sido el tuitero @arquimorgan quien me ha enlazado (justo antes de que empezara a verlo por todas partes) este feliz tuit de Ana Isabel Jiménez, alcaldesa de Alcalá de Guadaira (Sevilla):
Está muy orgullosa por haber dotado de una rampa adaptada (¿adaptada a quién?) al CEIP San Mateo, con la que "ganamos seguridad para los menores". Seguridad. Ya. Ya, ya, ya.
La rampita se las trae. Está pidiendo un punto de avituallamiento en mitad de su desarrollo, como sugiere @arquimorgan, o incluso una parada y fonda.
Esa rampa podría valer para hacer alguna prueba paralímpica, porque es obvio que para poder utilizarla hay que ser un atleta.
Yo me canso solo con ver estas fotos. Me sofoco y me da como un ahogo. Qué mamotreto brutal.
Pero, ya puestos a inaugurar cosas y a presumir de obras públicas, lo suyo habría sido ir allí con una de esas pintorescas personas que van en sillas de ruedas (qué graciosas son) y, hala, haberla puesto a subir la rampita mientras la alcaldesa y sus acompañantes le lanzaban gritos de ánimo y se reían a carcajadas.
Me recuerda mucho a lo de la chorraera de Estepona, pero ahí la probaron (y entonces fue la gran juerga y la gran irrisión) y a esta rampa parece que aún no. Qué hermoso habría sido que acompañaran a un discapacitado (te tronchas) y lo pusieran a subir la rampa mientras ellos lo hacían por la escalera vitoreándolo:
-¡Venga, así, así!
-¡Muy bien! ¡Sigue!
-¡Sube!
-¡No te pares! ¡Ánimo!
-¡Venga, que ya casi has hecho la cuarta parte!
-¡Bravo! ¡Bravo!
-¡Un poco de ritmo, hombre, que no se diga!
-¿Pero qué haces? ¡No! ¡No! ¡Sigue, que casi estás llegando a la mitad!
-(¿Qué le pasa a ese gilí?)
-¡Pero dale!
-(Vaya un mierdecilla. Que me traigan otro).
Empezaron siendo "tullidos" e "inválidos", pero, aunque son palabras reconocidas por la RAE con ese sentido, al cabo de un tiempo fueron pareciendo ofensivas. (¿Inválido?: ¿Que no vale?). En efecto, las personas que necesitan silla de ruedas tienen dificultades evidentes, pero eso no las hace ni no válidas ni no valiosas.
De ahí se pasó a "minusválido", que al cambiar el "in-" por un "minus-" intentaba suavizarlo (de acuerdo: no es que no valga; es que vale menos), lo cual exageraba y caricaturizaba el asunto. Tenía una buena intención: "se vale menos que otras personas", pero queriendo rebajar el tono parecía poner aún más el dedo en la llaga de lo malo e incluso de lo vergonzoso de la situación.
De ahí la palabra evolucionó a "discapacitado", pero la verdad es que sigue teniendo los mismos defectos que los anteriores, porque habla de la "disminución física". Algo dis-funcional, dis-tópico, dis-tócico es siempre algo malo. La partícula "dis-" lo estropea todo.
Y ahora vamos ya con "personas con capacidades diversas", que a mí, personalmente, me parece mucho más ofensivo, más ridículo y más burlesco que cualquiera de las otras denominaciones. Perdonadme: Es una manía mía, pero eso de que se intente quitar todo mal de la denominación me parece una gran hipocresía y una gran burla de segunda vuelta o de segunda derivada. Vamos, que es rizar el rizo. Ponerse cursi y estupendiástico para soslayar un problema me parece un agravio aún mayor.
Creo, si me lo permitís, que pensar cómo vamos a decir la palabreja para que quienes necesitan silla de ruedas no se ofendan es la mayor forma de ofenderlos: "Vas en silla de ruedas y no puedes caminar. Qué suerte. Qué alegría. No te preocupes. No tienes nada por lo que sentirte mal. No eres un discapacitado, sino una persona con capacidades diversas".
No. De eso nada: El que no puedas ponerte de pie es una enorme putada, una faena, una cabronada descomunal que no te resta ni un ápice de valía ni de dignidad -en todo caso te los añade, porque demuestras una voluntad y un afán que nos da lecciones cada día-, y te hace merecedor de nuestro respeto, de nuestro aprecio y de nuestro aplauso. Pero lo que me parece ridículo es que te aplaudamos y te jaleemos no por ese esfuerzo, sino porque qué estupendo todo, y qué gracioso. Lo de las "capacidades diversas" me suena a "no sabe tocar la guitarra, pero sabe tocar el saxofón". "No puede caminar, pero qué bien maneja la silla". Como si fuera una juerga.
Pues claro que tienes capacidades. Estaría bueno. Y claro que no te tienes que achantar ni humillar ante nadie. Ni eres menos que nadie. Hasta ahí podríamos llegar.
Digo todo esto porque me indigna que a la vez que nos derretimos en la terminología nadie hace nada eficaz, nadie hace nada de verdad. Mucho palabreo y mucha expresión. Mucho cambiar los rótulos de "minusválidos" por "plaza reservada", pero no se hace nada en serio ni a fondo. No se hacen cosas eficaces. Se nos va toda la pólvora en salvas y todo el vino en catas.
Señora alcaldesa: Menos rampas kilométricas y más poner un ascensor, o una plataforma elevadora anclada al lateral de la escalera. Que hasta saldría más barato. Menos postureo idiota y menos reírse de los... ahora no sé cómo llamarlos. Me he contagiado del gilipolingüismo.
Ante la avalancha de burlas, los responsables han dicho una y mil veces que la rampa cumple la normativa. Pues claro. Claro que la cumple. Pero es lo que nos pasa: que el cumplimiento de la normativa nos absorbe y no nos deja ver el problema. La normativa actúa como unas anteojeras que nos impiden ver, entender y actuar.
La norma le exige a la rampa una pendiente muy baja, y unas mesetas o descansillos muy seguidos, todo lo cual produce un desarrollo enorme para salvar los cuatro metros de desnivel. Pero es que entonces no se trata de hacer una rampa, por mucho que cumpla la normativa, sino de hacer otra cosa.
Hay que darse cuenta de lo que va a ser una mala solución antes de ponerse con ello. Para eso se hacen los proyectos. Para agarrar la linde y darle nomás no hace falta prever nada, ni pensar nada, ni proyectar nada. Tu empieza, tira p'alante, sigue, y cuando llegues has llegado. Así salen las cosas que salen.
No. Eso no es así. Tú te pones a intentar resolver el problema con una rampa y a los quince segundos ves que no puede ser. Fin de la historia. Entonces empieza el verdadero asunto: Si es viable un montasillas... qué modelos hay... cuál podría valer... Si es mejor una plataforma... cómo puedo encajarla... Etcétera. Ahí está la labor de los técnicos y de los políticos. Lo otro es lo de siempre: "Tú tira". (Y lo que más se tira es el dinero público).
Además, deberían haber sabido que hay asociaciones y organizaciones de afectados que asesoran sobre estas cosas, que ayudan, que proponen soluciones. Menos hacer el megaguay y el supersimpático y más escuchar a los afectados. Eso sí que demostraría respeto.
Aparte de eso, ya veremos cómo usan esa rampa los demás niños, los que no usan silla de ruedas. Me imagino los juegos, las batallas, las carreras (en el sentido de la rampa o en el transversal). Seguro que es muy divertido y a lo mejor para eso sí tiene buen fin todo ese tinglado. Para eso y para la industria traumatológica de la zona, porque algún cliente le proporcionará.
Mientras tanto, y lo digo siempre, más nos valdría a todos los arquitectos probar a vivir un mes en silla de ruedas. Pero de forma estricta y rigurosa. Sin trampas. A ver si se nos pasaba ya lo de: "Qué lata hacer una rampa en mi edificio; me lo estropea todo". "Qué lata esas pendientes tan escasas". "Qué lata las mesetas de descanso". "Qué lata el aseo accesible; qué barbaridad; cuánto piden". "Qué lata las plazas de aparcamiento". "Qué lata los radios de giro". "Qué lata las anchuras de los pasillos". "Qué lata los espacios libres ante las puertas"...
Parece una tontería, pero esta pequeñísima rampa es la más terrible que he visto en mi vida.
En silla de ruedas os la podéis imaginar: No hay manera. Y sin silla debéis avisar primero:
"¡Que voyyyy!", para que os abran la puerta; y entonces tomar impulso y subir a la carrera.
Sí: La rampa de Alcalá de Guadaira lo cumple todo. Démosle un aplauso al técnico, otro a la alcaldesa y que la demuelan (la rampa, digo).
Nada. Ningún caso. Ninguna facilidad. Pero eso sí: Mucha foto de alcaldes inaugurando despropósitos, mucho postureo, mucha foto, mucho aplaudir a los... (nada, que sigo sin saber como llamaros), pero para lo único que les sirven es para dar ese toque pintoresco, como de bufones sobre ruedas, como de simpáticos seres a quienes no insultamos con palabras feas como "minusválido", sino con la actitud estúpida y prepotente de considerarlos algo así como agradables adornos de nuestras rampas.