Revista Arquitectura

Espacio de Arte Contemporáneo en un antiguo convento

Por Redfundamentos @redfundamentos
OBRAS

ESPACIO DE ARTE CONTEMPORÁNEO EN UN ANTIGUO CONVENTO · 03/06/2016

La intervención interpreta el lugar donde se inserta como un contexto continuamente alterado a lo largo de los siglos, un espacio cambiante producto de las transformaciones sucedidas en el tiempo que lo han ido marcando con diversas huellas y cicatrices que no permiten una lectura de su historia pero sí ofrecen el testimonio de una incesante manipulación material que confirma que finalmente es el espacio, aquello más intangible y fluido, lo que perdura con mayor resistencia.

Espacio de Arte Contemporáneo en un antiguo convento

Fotografía: © Fernando Alda

El edificio intervenido ha sufrido numerosas alteraciones desde que fuera parte del originario convento de Madre de Dios de la Piedad en el siglo XVI. A partir de la desamortización de 1868, se sucedieron usos siempre ligados a la educación universitaria. Destinado a Facultad de Medicina en 1869, las corrientes higienistas e ilustradas francesas y estadounidenses llevaron a los arquitectos de entonces a multiplicar y agrandar los escasos huecos que salpicaban sus muros; más tarde, devastado en 1931 por un voraz incendio, se transformó en Escuela de Comercio hasta hoy día, que acoge el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla. Más allá del interés historiográfico, toda esta sucesión de transformaciones sugiere una alteración material continua que trasciende estilos y diluye certezas patrimoniales. Podemos decir que las únicas invariantes han sido la traza de las crujías en torno al patio claustral, la alineación al lienzo de la muralla judía y la heterogénea fábrica de ladrillo que define la construcción revelando las huellas y cicatrices producto de las sucesivas transformaciones acaecidas con el tiempo.

Espacio de Arte Contemporáneo en un antiguo convento

Fotografía: © Fernando Alda

El proyecto parte además de una reflexión en torno a la creación del arte contemporáneo, su condición imprevisible y la disolución en numerosas ocasiones de los límites entre el espacio de producción y el de exposición. Al rememorar algunas obras de este siglo (como Shibboleth de Doris Salcedo que fracturaba el suelo de la Tate Modern de Londres en 2007; High plane V de Katrin Sigurdardottir en la P.S.1 del MoMA de Nueva York en 2006, que ocupaba el falso techo de la sala expositiva; o, por citar un ejemplo sucedido en este edificio, la de los artistas urbanos Esto no es un graffiti llevada a cabo en 2012 que cortaban revestimientos y paramentos) podemos reconocer que buena parte de la expresión del arte actual entiende el espacio arquitectónico como materia de trabajo, prácticas que consideran que este es ya en sí mismo el lugar de la creación. Así un espacio de exposición contemporáneo no puede proyectarse como un lugar estático donde los artistas expongan su obra replicando la antigua relación fondo-figura con el soporte expositivo. Como si de un relato inacabado se tratase, un espacio así debería quedar en puntos suspensivos, a la espera de que cada exposición venga a completarlo. Así, en un entorno tan alterado y ante la extrema limitación presupuestaria, la acción de desvelar activa el proyecto, acaso como nos sugirió la conversación mantenida con El Tono, artista urbano que en aquellas primeras semanas de trabajo rasgaba los revestimientos existentes descubriendo tras ellos un edificio oculto y latente.

Espacio de Arte Contemporáneo en un antiguo convento

Fotografía: © Fernando Alda

La intervención arquitectónica, entendida como una instalación en el espacio encontrado, admite su ejecución paulatina a lo largo del tiempo. El espacio museístico contemporáneo podría asemejarse entonces al espacio teatral, cambiante en el tiempo, mudable en su percepción lumínica y cromática, reversible en su posibilidad de retornar a un grado cero para comenzar con la siguiente exposición. Una primera actuación posibilita el uso de este espacio limitándose a retirar las capas que ocultaban los lienzos de ladrillo, el suelo y a sustituir las carpinterías en mal estado, convirtiendo la destrucción en algo tan natural como la propia construcción. A partir de aquí, se han introducido únicamente un carril electrificado, dinteles y jambas de acero en los huecos de paso que recuperan su perfil difuminado por los siglos y la nueva carpintería del claustro que refunda su relación transparente con el patio como un límite más denso y esencial. Este estado presente hoy día remite a un momento intermedio de la obra que debió suceder a partir del cual todas las opciones son de nuevo posibles. Tras este primer estadio en la que el espacio ha quedado descarnado y disponible, resta la ejecución de una tramoya de madera que hará del espacio un lugar más versátil sin velar las huellas del tiempo. Un revestimiento continuo en suelo, paredes y techos, formado por listones de madera separados entre sí, posibilitará que sobre él se puedan llevar a cabo todo tipo de exposiciones: clavadas, colgadas, apoyadas y conectadas a las instalaciones que discurran entre ellos. La empalizada de listones dejará ver la fábrica de ladrillo entre sus separaciones, tatuada por el rastro del tiempo que, como diría Marguerite Yourcenar, es el mayor de los escultores.

Espacio de Arte Contemporáneo en un antiguo convento

Fotografía: © Fernando Alda


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