Un lugar de encuentro en el que, como por ósmosis, se establezca una interacción entre emisión y recepción del mensaje compartiendo una relación de signos significativos comunes, responde a un entorno básico en la comunicación.
De este modo, el soporte de acción que representa un área acotado y visible es uno de los puntales necesario donde se sitúa la dinámica de la comunicación, al llevar a cabo, cualquier proceso que implique una interesada adaptación social por parte del sujeto, pero al mismo tiempo, este emplazamiento físico, permite al individuo proyectar su subjetividad convirtiéndose en una extensión del yo con todas sus posibilidades.
Ocupamos el espacio como parte constitutiva de la materia que somos y evolucionamos en el entorno de nuestras circunstancias al interactuar expresando experiencias vívidas.
Habitamos los espacios creando asociaciones perceptivas interpretadas con las cuales, nos vamos a identificar según los estados anímicos, los gustos o preferencias culturales de todo aquello recibido o transmitido mediante la comunicación.
Por tanto, el proceso se hace altamente singular para el usuario, aportando al papel de las emociones gran relevancia, ya que nuestra toma de decisiones, en su mayoría, la realizamos a través de ellas.
El valor emocional dispuesto por la empresa exige de su marca el propósito y la misión de ir más allá de los costes de la producción, permitiendo implementar herramientas que la den valor o creencias con el uso de Recurso de Ocio para todo tipo de eventos en los que concebir espacios creativos.