Junto con los judíos y los moros, España expulsó en 1492 también a los pensamientos económicos: la venganza de hoy
- España descubrió América en 1492, donde los exploradores encontraron oro y plata y al no hacer uso de ello el país cayó en la pobreza más abyecta.
- En 1986 España descubrió Europa, fue galardonada con el € y al no hacer uso de ello volvió a caer en la misma trampa.
¿Cuál es el problema de España? Durante el gobierno de José María Aznar (1996-2004), España fue el referente del crecimiento de la UE. 150 millones de euros de ayudas estructurales de Bruselas fluyeron hacia la cuarta economía más grande de la eurozona. Pero en lugar de plantas florecientes, en los áridos suelos de Andalucía y Castilla crecieron inútiles inversiones inmobiliarias como los castillos en ruinas de la época del Cid. Tanto en el primer escenario de hace 500 años como en este último se expresa ese modelo económico tan característico de España. España experimentó en los tiempos contemporáneos un aislamiento auto impuesto que terminó en los años sesenta del siglo pasado, cuando Franco abrió el país al turismo. Se entró tarde en la era moderna, “emocionada y apresurada como el invitado que llega tarde a la cena, y que por ello debe darse prisa para compensar el tiempo perdido”, dice Juan Goytisolo en 1969 en su ensayo ‘España y los españoles’. El gran aumento del turismo ha cambiado a la sociedad y la ha sacado de la pobreza. “Sorprendidos por el maná caído del cielo, el Español de a pie se encuentra frente a una nueva situación respecto a lo moral y a lo social sin la preparación adecuada. De la noche a la mañana España descubre los nuevos valores de las sociedades avanzadas, y se mete en ellos con el celo de los conversos recientes.
Con el mismo afán comenzó España a gastar el maná que caía del cielo en forma de ayudas estructurales por parte de la UE. En lugar de invertir en una sociedad productiva optó por el camino de pertenecer cuanto antes a la sociedad moderna, o en su defecto, de pretenderlo. El dinero fue utilizado, en un principio de manera útil pero más adelante cada vez más sin sentido, disparado por el urbanismo ultra-liberal del gobierno de Aznar. Durante su agitada actividad, España se mantuvo dentro de su “inmovilismo impresionante”, como Goytisolo ha denominado a una constante fundamental del ser español.
Repasando un poco de historia, el triunfo de lo anti-económico ya se inició en 1492. España entonces no solamente descubrió América, sino que también derrotó a los últimos vestigios del dominio árabe en Granada y expulsó en los siglos posteriores a los musulmanes y los judíos, siendo ambos grupos los responsables principales del comercio. El hidalgo cristiano, sin embargo, detestaba el trabajo y de hecho le estaba prohibido por un código de honor extraño. Éste sólo se veía a sí mismo trabajando en la vocación divina que Dios le había otorgado, la de soldado. Entre tanto, la riqueza de las colonias de España fluía a través de esta como oro líquido y servía como pago de la deuda hacia los comerciantes alemanes y flamencos, quienes a su vez lo invertían en los procesos industriales. Europa Central se iba haciendo rica gracias oro de los Incas mientras los nobles españoles dormían en sus ruinosos castillos.
Más adelante, durante los trescientos años que duró la Inquisición todo aquello relacionado con la productividad se consideró una herejía. “La inquisición convirtió a cualquiera que se ocupara de empresas comerciales, industriales o financieras automáticamente en judío”, escribió el historiador Américo Castro. Aquél que investigaba corría el riesgo de acabar en la hoguera. Durante la Ilustración, mientras en Europa central floreció la ciencia, los eruditos españoles discutían sobre el sexo de los ángeles.
Una vez terminado el periodo de la Inquisición, la hostilidad hacia el progreso prosiguió con el nacionalcatolicismo. La secularización no fue capaz de solucionar nada. Sólo en el País Vasco y Cataluña surgieron estructuras industriales mientras que la mayoría del país continuó como “la España ignorante, pobre y orgullosa” como la describió en 1840 el viajero inglés George Borrow. Poco a poco se intentaba encontrar la conexión con Europa aunque esta era impedida al mismo tiempo. Se construyó una red ferroviaria pero con un ancho de vía diferente al de Francia para no acercarse demasiado a Europa. “Europa se acaba en los Pirineos”, se dijo a partir de entonces.
Hablando sobre el fin del siglo XIX Goytisolo escribió: “El Homo hispanicus vive en su mayoría sin la comprensión de las fuerzas motrices del homo economicus moderno. Aquel que posee algo no pretende aumentar su cantidad ni invertir en nada”. Cualquiera que haya intentado hoy en día hacer negocios en España sabe que las cosas no han cambiado mucho. El dinero se mueve lentamente y las ganancias van al sector inmobiliario.
Un intento de clase media dinámica y mercantil con conciencia política surgió en el siglo XIX, pero no dió resultado. Solo los campesinos y los proletarios empezaron a oponerse con violencia creciente a la clase dominante conservadora compuesta por los militares y el clero. En todo el mundo, solamente en España surgió un fuerte movimiento anarquista. Este sobrevive todavía en el 15-M, movimiento formado por indignados contra el capitalismo, pero carentes de cualquier tipo de organización. En España no se han creado nuevos partidos políticos a nivel nacional como los verdes en Alemania sino que se sigue con el bipartidismo heredado del siglo XIX.
Posteriormente, aquel anarquismo triunfante de los años treinta fue eliminado por el ejército rebelde de Franco en la Guerra Civil. Y con ello Franco hizo volver a España a la época de la Inquisición. Uno de sus oficiales pidió a la Legión Cóndor alemana que bombardeara las instalaciones industriales de Bilbao con la finalidad de sacar al país de la senda de la industrialización considerada pecaminosa y corrupta. Con el fin de mantener la paz, Franco promovió la inmovilidad después de ganar la guerra civil. A través de la vivienda y el apoyo financiero, convirtió a los españoles en propietarios y asentó así las bases del boom especulativo posterior en el que cualquier propietario volvía a creerse un hidalgo.
Mientras que España ha superado la dictadura con gran éxito y ha creado una sociedad permisiva, se ha quedado por otra parte atascada económicamente en la Baja Edad Media. En la década de los noventa, Pizarros contemporáneos como el banquero Mario Conde (quién se hizo rico a través de negocios poco sólidos por los que terminó en la cárcel) se convirtieron en ídolos de los jóvenes.
Cualquiera que veía las cajas españolas concediendo créditos hipotecarios podía prever que el esquema Ponzi montado por éstas iba a acabar mal. Nadie intervino. Y aunque se está ejerciendo la autocrítica con ganas, no se está acertando con las medidas. Los análisis más certeros de las condiciones españolas siempre han venido en su mayoría de fuera por parte de emigrantes como José María Blanco White, Américo Castro y Juan Goytisolo, quienes fueron tratados en España como herejes. En muchos periódicos y blogs españoles aún domina una retórica centrada en disputas partidistas y un pensamiento regional corto de miras. Esa manera de ser prohíbe a los castellanos o andaluces copiar en lo productivo a los vascos o catalanes y al mismo tiempo estos últimos se niegan a compartir su talento con el resto del país.
Sin embargo España tiene suficiente talento para un enfoque de mejora. A los españoles, escribe Goytisolo, les importa menos una ganancia material que el hecho de la implicación personal en un proyecto. Son fuertes en todo lo que tiene que ver con las relaciones humanas, lo que los hace expertos en la gestión de empresas grandes y complejas y lo que los convierte en socios empáticos, algo útil para el comercio con distintas culturas. Pero los mercados fríos y eficientes de los protestantes anglosajones no dan tiempo para sacar partido a ese talento comercial. Aparte, una sola generación no puede reformar lo que le dejaron decenas de generaciones anteriores. La conversión requiere una educación orientada hacia la práctica y la investigación actual está estancada debido a la escasez de fondos. ‘Nosotros, los españoles de hoy, hemos renunciado a nuestra milenaria identidad sin formarnos aún una nueva personalidad bien definida “, escribió Juan Goytisolo.
Mientras que Europa no se decide a eliminar la frontera de los Pirineos con una gran ayuda dirigida a la modernización de las estructuras económicas y educativas, España debe refugiarse en una característica suya, que, según Goytisolo también ha impedido desde siempre su progreso: es su modestia, aquella que sólo en los momentos de efímera bonanza es sustituida por un consumismo superficial. Ya en 1898, después de perder las últimas colonias, Miguel de Unamuno trató de consolar a sus compatriotas definiendo a la pobreza como un valor ético. De hecho, los españoles saben de sobra lo que significa soportar una crisis. Lo llevan haciendo desde hace ya 500 años.