Aunque la realidad española refleje un panorama siniestro y decepcionante, pleno de pesimismo, también existe espacio en España para un optimismo político creciente y cargado de esperanza. Hace diez años, los políticos robaban y delinquían sin trabas y sin que los ciudadanos se dieran cuenta. La cobertura mediática y la ignorancia convertían en opacos e invisibles los errores, traiciones y carencias de la clase política, pero hoy han cambiado las cosas, los medios de comunicación sometidos al poder ya no son tan creíbles, el ciudadano ha aprendido a ser crítico y los políticos, como debe ocurrir en democracia, temen al ciudadano y sienten respeto a la fuerza de la opinión pública.
Zapatero fue obligado a salir de la política por una rebelión popular de rechazo y desprecio que amenazó de muerte al PSOE. Ese partido, en otro tiempo hegemónico, sigue cayendo en picado y perdiendo apoyo popular, todo por culpa de sus corrupciones, abusos de poder, arbitrariedades y por haber sostenido en la Moncloa a un insensato Zapatero que cavó como nadie la sepultura de España. Una década antes, políticos sin valores que cultivaron la corrupción, la arrogancia y la lejanía de la democracia, como Felipe González y José María Aznar, pasaron por el poder entre aplausos, sin que el pueblo se diera cuenta que eran unos gobernantes mediocres, sin altura, sin grandeza y merecedores de repudio.
España, a pesar de sus sufrimientos y de soportar todavía la bota de una casta política que ha sustituido el servicio al ciudadano, la sensatez, la democracia y la decencia por el egoísmo, la avaricia, la opresión y la corrupción, está avanzando notablemente y está creando las bases para que en el futuro no puedan existir en la cúspide del poder mediocres e ineptos sin entrañas como González, Aznar, Zapatero y Rajoy.
Hasta José María Aznar lo admite: "Los políticos son ahora un problema grave para España".
Los políticos se sienten acosados, contratan a mas policías y empiezan a sentir un saludable miedo a una ciudadanía que ya no está dispuesta a soportar tiranías y abusos. Los políticos ya no pasean por las calles, ni van de compras. No se atreven porque le temen a los pitidos y abucheos de un pueblo que no les quiere. Si eso es democracia, que venga Dios y lo vea. Eso es una tiranía vulgar, camuflada y travestida con ropajes democráticos falsos e hipócritas.
Un lector habitual de Voto en Blanco me preguntaba en la calle, hace unos pocos días, si podía escribir algo optimista y prometí complacerle. Con este artículo pago mi deuda y aseguro a mis lectores que, aunque el compromiso de este blog es ser crítico, denunciar los desmanes y reflejar con verdad una realidad que, por su naturaleza, es pesimista, también debe recoger las gotas de optimismo que empiezan a caer sobre nuestras vidas: los ciudadanos aprenden; ya saben que no hay partidos buenos y malos, sino que casi todos son mas o menos iguales y que el problema mayor de España son sus partidos, profundamente antidemocráticos, y sus políticos, en su mayoría ineptos, corruptos, avarientos y nada demócratas. La gente sabe que lo que falla es el sistema y sabe también que la solución no es castigar a un partido votando a su oposición. También está aprendiendo a desconfiar de los medios de comunicación, a los que ya identifica con el sometimiento al poder y la traición a la verdad y a la ciudadanía.
El crecimiento de la abstención, del voto en blanco, de la crítica en las redes y del rechazo a los abusos y arbitrariedades de la "casta" son claros síntomas de avance que destilan optimismo. La gente exige a los políticos que dimitan, que devuelvan lo robado y que paguen con cárcel sus abusos y canalladas. Hace poco más de una década, los mismos que hoy se sienten señalados y despreciados, robaban con impunidad absoluta y entre aplausos de un público idiotizado e ignorante.
La presión popular está empezando a notarse y a tener peso, a pesar de que el festival del pueblo que reclama y exige apenas ha empezado. La conciencia crece entre los ciudadanos y se hace fuerte en sectores decisivos e influyentes, como la justicia, el derecho, el empresariado, las fuerzas armadas y algunos grupos, todavía minoritarios, del periodismo, el funcionariado, la sanidad y otros. Pronto, las canalladas tendrán en España un alto precio y los sinvergüenzas empezarán a sentirse incómodos en la politica. Mas pronto que tarde, los partidos políticos tendrán que reformarse o morir, aplastados por el desprecio de una sociedad que ya no tolera abusos de poder, torpezas y corrupciones.
Miles de jueces y abogados se han echado a la calle para protestar por la inicua ley de Gallardón que elimina la justicia gratuita en España, obligando al ministro a retroceder y a esgrimir excepciones y excusas. La oposición de los vecinos a los desahucios ha creado un estado de opinión que ha obligado al insensible gobierno de Rajoy a decretar una moratoria para que los más desposeidos puedan conservar sus viviendas dos años más. El catalán Artur Mas ha sido castigado en las urnas no sólo por su imagen de político corrupto, sino por haber conducido a los catalanes, con frivolidad y temeridad, hacia el borde de un conflicto que podría haber generado violencia y dramas incalculables. El movimiento 15 M, cuando nació, antes de que fuera prostituido por los partidos políticos infiltrados, hizo temblar al sistema con su fuerza de protesta ciudadana. Son símbolos de que en la España impune e injusta que han creado los políticos como coto privado de caza, las víctimas se rebelan y plantan cara a los predadores.
La palabra mágica en la actual política española es la "regeneración", un concepto brillante y una bandera ilusionante y ganadora que está esperando a que alguien se atreva a enarbolarla para dar comienzo así a la mas esperanzadora revolución ciudadana imaginable, todo un acontecimiento que enfrentará a ciudadanos y a políticos sin decencia ni ética, una lucha hermosa que se convertirá en el eje del presente siglo y en el punto de partida para crear un mundo mejor, realmente democrático y libre de comisionistas, corruptos, canallas y delincuentes impunes y con poder.