Revista Opinión

España: avanzando hacia el pasado

Publicado el 08 marzo 2016 por Franky
El futuro de España se parece cada día mas a su pasado. La noticia de que Pedro Sánchez, en sus negociaciones con Esquerra Republicana de Cataluña le ha ofrecido apoyar un nuevo estatuto catalán que les acerque más a la independencia, el mismo error que cometió Zapatero, es la más clara confirmación de que, en manos de esta deteriorada y sin altura clase política, España avanza hacia su peor pasado. Aunque nos parezca increíble y absurdo en este mundo moderno europeo, que aspira a integrarse con sus vecinos y a instaurar una paz y una convivencia estables, nuestro país, llevado de la mano por una clase política digna de ser considerada como una plaga, avanza hacia su pasado más oscuro, el de la decadencia, la intolerancia, el odio y el enfrentamiento entre hermanos. Los que creíamos que el pacto de la Transición representaba la superación de los viejos dramas y la muerte de los fantasmas españoles, estábamos equivocados. Algunos miserables políticos se han empañado en resucitar las peores pesadillas de España y lo están consiguiendo. --- España: avanzando hacia el pasado La clase política española es un fracaso que nos empuja hacia el precipicio. No sólo es incapaz de gobernar con sabiduría, justicia y tacto, sino que está llevando de la mano a España y a los españoles hasta el borde del abismo, muy cerca de esa zona de riesgo y locura donde habitan los odios, los rencores y los enfrentamientos. Los más miserables y desaprensivos tienen la osadía de llamar "progreso" al infierno de la intolerancia, el rencor y la incapacidad de unir fuerzas en torno al bien común.

Muchos españoles han contemplado con miedo el triste espectáculo de la investidura de Pedro Sánchez, con los políticos envueltos en el odio y la incapacidad para alcanzar acuerdos, reflejando dosis elevadas de miseria y egoísmo y sin dejar ver ni un gramo de generosidad, espíritu de servicio, respeto al ciudadano y amor a España.

Detrás de ese espectáculo lamentable se percibían los viejos fantasmas de España, desde la intolerancia a las navajas, la decadencia y el odio violento.

Nadie podrá arrebatar a Zapatero la sucia culpa de haber empujado a España hacia su pasado con eficacia endiablada. Su ley de la memoria histórica, sus pactos con el nacionalismo, el aliento a los independentistas catalanes, sus negociaciones secretas con ETA y su empeño en resucitar los peores fantasmas de nuestra historia reciente y ganar ahora la guerra que sus colegas socialistas perdieron entre 1936 y 1939, constituyen uno de los capítulos más lamentables y negativos de la moderna Historia de España. Gracias a Zapatero, España ha "avanzado" miles de kilómetros hacia su pasado más oscuro.

Pero nuestro peor drama es que los sucesores de Zapatero parecen empeñados en terminar la destrucción y siguen empujando a España hacia las tinieblas.

Creíamos que los políticos habían culminado su labor nefasta construyendo un país injusto, desvirtuando la democracia y llenando la nación de desempleados, nuevos pobres y gente sin esperanza, pero en estos días, viendo la miseria reinante en el edificio de las Cortes, hemos descubierto que tal vez no hayan terminado su labor y no paren hasta conseguir enfrentamientos y dolorosos conflictos civiles.

El rencor de las nuevas izquierdas montaraces, plasmado en Podemos, ha sido todo una exhibición de dolor y tristeza para los demócratas, como también lo han sido la pasividad arrogante y silenciosa del Partido Popular, la falta de altura de Mariano Rajoy, la ambición inquietante de Pedro Sánchez y el desafío inconstitucional, rompedor y delictivo de un nacionalismo catalán cuya carga de odio a España es altamente peligrosa y necesitada de terapia de choque.

Un amigo al que respeto como analista político me comentaba lo ocurrido en el Congreso con las siguientes palabras: "Avanzamos hacia nuestro entierro". Desde entonces, me espanta la negra visión del féretro de España llevado tristemente a hombros por cuatro diputados, de esos que abundan en el hemiciclo, mediocres y esclavos de sus partidos hasta la médula y sin conexión alguna con los ciudadanos ni con la democracia.




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