A muchos españoles y estadounidenses les sorprendió que el ministro español de Exteriores, Josep Borrell dijera en un coloquio en Nueva York sobre el futuro de Europa que nuestra democracia está más desarrollada que la de otras como, por ejemplo, la belga, según el Banco Mundial o la Unidad de Inteligencia de The Economist.
De hecho es una de las veinte democracias totales, mientras que países como Francia, Italia o los propios EE.UU. son democracias defectuosas.
Bélgica aparece 18 países más abajo que España según esa Unidad, algo similar a lo que señala Reporteros sin Fronteras con respecto a la libertad de prensa, y pese a la suave “ley mordaza”, sometida a una propaganda que la exagera como censora.
Esta semana se hizo público el informe anual de la influyente agencia informativa y financiera Bloomberg, cuyo sistema de algoritmos informáticos ha encontrado que España es el tercer país con el mejor sistema sanitario del mundo.
Por delante están dos áreas asiáticas menores y menos pobladas Hong Kong y Singapur, y por detrás todos los demás. Mire usted a EE.UU. o al resto de Europa, los nórdicos, los admirados Alemania, Reino Unido o Francia: todos, detrás.
Resultados que Pedro Sánchez no puede atribuirse: vienen de años anteriores.
A ellos se une el cruce de datos sobre España 2018 elaborado por el Real Instituto Elcano, hecho público este viernes, y obtenidos por el Country Rep. Track y el SIDIR (Sistema de Indicadores de la Diferencia entre Imagen y Realidad).
España es el decimocuarto país más prestigioso del mundo con una nota global de 73 (en una escala 1-100), por encima de Francia o Alemania, tras crecer once puntos desde su momento más bajo, en 2013, cuando se valoraba con 62 puntos. Pese al terrible Rajoy, ¿no?
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