Aunque no existen datos claros sobre el número total, se estima que por cada 1.000 casos podrían darse 11 infantiles o juveniles.El número de casos de autismo en menores en España se acercaría a los 50.000, a los que habría que añadir los pacientes adultos, un número considerablemente mayor, ya que se trata de una enfermedad crónica. No obstante, aunque han aumentado las estimaciones significativamente en los últimos años, según la doctora Mara Parellada, del Servicio de Psiquiatría del Gregorio Marañón de Madrid, este incremento es debido a una mejor formación de los profesionales y de las técnicas de diagnóstico.
Parellada, que es la coordinadora del programa AMI-TEA (Atención Médica Integral a los Trastornos del Espectro del Autismo) de este centro hospitalario, y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB), recuerda que, con seguridad, uno de los principales motivos para el aumento de la prevalencia es que "ahora se detecta la enfermedad antes, además de que ha habido un cambio en el concepto de autismo".
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"Ahora se incluye como autismo casos que hace 15 años no se considerarían, quizá alejados del autismo clásico. Se trata de casos en el límite, casos quizá muy afectados en la comunicación social, pero que no tienen patología asociada como un gran retraso mental", afirma sobre una enfermedad que este sábado celebra su Día Mundial.
Teniendo en cuenta las posibles variables, y observando los datos de prevalencia procedentes del centro de Control de Enfermedades de EEUU, se estima que los casos entre la población infantil y adolescente se encuentran en 11 de cada 1.000. La estimación entre los adultos es más complicada teniendo en cuenta que el autismo era una enfermedad infradiagnosticada en los 80 y 90 (reconocía de 2 a 4 casos de cada 10.000 habitantes).
En cuanto al posible aumento de incidencia, la doctora señala que aún no se puede afirmar que exista un aumento de incidencia, bien por causas ambientales o factores genéticos. "Se están realizando muchos estudios epidemiológicos en este momento para ver qué factores puede producir la enfermedad, pero es difícil establecer este tipo de relación causa-efecto", explica en declaraciones a Europa Press.
OBSERVAR: AYUDA EN LA DETECCIÓN TEMPRANA
Los Trastornos del Espectro Autista (TEA) son un conjunto de alteraciones que afectan al desarrollo infantil. Estas alteraciones se producen porque existe un trastorno orgánico de base. "En la mayoría de los casos el origen de las causas son desconocidas, aunque sabemos que hay una afectación en el desarrollo del cerebro y que afecta a determinadas áreas, y, sobre todo, a circuitos corticales", añade.
La forma en la que estas alteraciones se manifiestan varía mucho de un niño a otro, de ahí que se hable de un "espectro" o "continuo de trastornos", es decir, que existen diferentes maneras en las que los síntomas de este tipo de trastornos aparecen, y la gravedad de los mismos varía de unos casos a otros.
Los trastornos se van a presentar principalmente en tres áreas del desarrollo: alteraciones en sus habilidades de comunicación y lenguaje, alteraciones en sus habilidades de interacción social, así como por la presencia de un repertorio muy restringido de intereses y comportamientos, que limitan la variedad de las actividades y de las conductas cotidianas de la persona.
Así, a la hora de detectar este trastorno es importante observar "cómo se relaciona el niño con los demás, cómo se relaciona por relacionarse, cómo comparten cosas, la bidireccionalidad de las conversaciones; y, además, se debe tener en cuenta la capacidad del lenguaje y los comportamientos rígidos y obsesivos".
UNA ENFERMEDAD SIN CURA
"No se cura el autismo pero podemos mejorarlo", pero para ello es fundamental que la enfermedad sea detectada en primera instancia por el pediatra, ya que, añade, hay que tener en cuenta que "el pronóstico dependerá de sus detección precoz".
En los últimos veinte años ha cambiado mucho su detección y el tratamientos de los TEA. De hecho, hace 30 años la gran mayoría de los pacientes con autismo acababan viviendo en instituciones y, sin embargo, ahora es una minoría la que está institucionalizada.
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Pese al gran avance en el diagnostico de la enfermedad, a juicio de Parellada, queda mucho trabajo por hacer y en diferente áreas. En España los servicios públicos que atienden a esta población se encuentran desbordados en recursos, sobre todo, humanos. Son excepcionales los recursos asistenciales específicos para personas con estas enfermedades a pesar de las necesidades específicas que presentan para, por ejemplo, tener acceso a la asistencia médica.
Por este motivo, esta experta pide un aumento de los servicios de estimulación temprana, y, a nivel sanitario, una mayor especialización del equipo de profesionales que finalmente va a atender a estos pacientes. "Se deben de conocer sus características para atenderles de forma adecuada, ya que muchas veces tienen patologías médicas asociadas que no se tratan lo bien que se deberían por las dificultades de comunicación que tienen estos niños".
Los expertos piden que se aborde urgentemente la posibilidad de realizar diagnósticos precoces e invertir más recursos en lo que es intervención a nivel educativo y de estimulación temprana, además de una necesaria inversión en investigación que abra vías terapéuticas.
El pronóstico, recuerda la doctora, "es tremendamente variable", dependerá del nivel intelectual y del diagnóstico del niño. No obstante, añade que "se puede mejorar la autonomía hasta el punto de conseguir que convivan en un medio normal". Y eso se consigue con estimulación, y lo más temprana posible.
Desde | Europa Press
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