Arde mi país. Y ardo de indignación. Yo, y tod@s l@s compatriotas que saben otorgar a los triunfos deportivos la importancia que realmente tienen. Arde España en deshaucios y represión, en servicios básicos de coste inasumible, en medicamentos que algunos nunca podrán volver a adquirir exponiéndose al dolor y al deterioro físico, en naturaleza explotada y luego abandonada. Arde España, una España sin Norte, donde los PPoderosos y sus cómplices entraron hace tiempo en una espiral de ambición tan psicopática como autodestructiva sin que el pueblo pareciera reaccionar, una España también sin Sur. Y me pregunto, quizá tontamente: ¿qué nos ha pasado? ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué, por ejemplo, l@s valencian@s dejan que la gente que ha destrozado su comunidad económica, social, moral y mediambientalmente vuelvan y vuelvan a ganar las elecciones una y otra vez? ¿Y por qué el resto de España, sabiendo a lo que se exponían, siguió su ejemplo? ¿Por qué somos tan incultos, tan manipulables? ¿Por qué caemos tan fácilmente en el cómodo, fácil y cobarde autoengaño? Por qué somos tan débiles que preferimos despreciar a los más desfavorecidos en lugar de enfrentarnos a nuestros propios fracasos? Arde España, pero tod@s parecemos ignífugos.