El principal lobby de la industria farmacéutica británica Association of the British Pharmaceutical Industry (ABPI) ha publicado un informe sobre consumo de medicamentos en los principales países del mundo. Los datos son de 2013 y nuestro país ocupa la segunda posición de consumo global. Sólo nos “gana” Francia y adelantamos incluso a Estados Unidos, país de donde son la mayor parte de las Big Pharma.
El dato es como para estar orgullosos. Debemos estar muy malitos in Spain. O nos venden muy bien la moto, según se mire. Aquí también debemos estar un poco “locos” pues somos los primeros del mundo en consumo de fármacos para la demencia. En 2009 éramos los terceros y en 2013 los primeros. La misma progresión se ha dado en tratamientos para el cáncer mayor de diez años.
También es espectacular la subida en medicamentos para el infarto de miocardio agudo; de cuartos (así no optamos a medalla), con un poco de esfuerzo recetador, desde 2013 somos oro. En el peligroso y poco efectivo grupo de fármacos para la osteoporosis (una no enfermedad) en 2009 éramos los más consumistas y ahora hemos bajado a la segunda posición.
En antipsicóticos pasamos del segundo al séptimo puesto (ya sabéis que aquí están dispensándose incluso a niños autistas, cuando el Tribunal Supremo ha corroborado una sentencia que dice que no están indicados para ellos).
Me llama la atención que estamos en la escala media en cuanto a uso de fármacos para la hepatitis c. Esta situación cambiará por la polémica, tan mediática, del precio de Sovaldi y la llegada de más medicamentos para ello.
Si un fármaco es necesario, eficaz y seguro se ha de recetar, pero hay otro informe sobre los factores que pudieran explicar semejante variabilidad en el consumo por países, de cuya lectura cabe descartar que la prevalencia de la patología sea factor determinante en el ranking.
Estoy con el autor del artículo expuesto en ese enlace, Carlos Manuel García, que es médico inspector de la Seguridad Social. Parece evidente que el sistema sanitario difícilmente va a poder sostenerse cubriendo cualquier nuevo medicamento comercializado y de cualquier indicación y precio, sin riesgo de quiebra.
Asimismo es evidente que el incierto momento político, el ocultismo reinante (penoso que haya que recurrir a estos medios extranjeros para enterarse del consumo propio y comparado) y los criterios demagógicos de considerar el acceso farmacéutico casi como una obligación patriótica nacional, no van a ayudar a salir de esta encrucijada”, concluye el galeno.
En todo este desaguisado tienen mucho que decir los médicos y doctoras pues sin sus recetas no tendríamos un problema de sobrediagnóstico y sobremedicación de la sociedad. Este asunto nos lleva a encontrar la raíz de la epidemia de iatrogenia o daños provocados por el sistema sanitario. ¿Entendemos ahora porqué en los países occidentales el consumo de medicamentos es la tercera causa de muerte?