Revista Opinión
El tribunal de la Inquisición
Hay genios del bien y genios del mal, hay genios benéficos y genios maléficos, hay países terribles y tristes y hay países normales y alegres.
España es un país terrible, maléfico y triste.
Cuando un hombre tan genial como Cioran escribe esa obra magistral “Ensayo sobre el pensamiento reaccionario”, elige como centro de su análisis a Joseph de Maistre, el más reaccionario de todos los reaccionarios, y no tiene más remedio que citar la frase que mejor define la manera de ser y sentir del pueblo español: No hay nada más racional y excelente en el mundo que un juez español y, si a ello unimos las características esenciales del sacerdocio católico, obtenemos el más completo de todos los jueces, el juez de la Inquisición. Como cito de memoria, puede haber alguna insignificante diferencia textual, pero éste es el sentido de la sentencia de De Maistre.
Esta es España, la tierra del fandango y la pandereta, pero también de los toros y del Real Madrid. Es un país terrible porque está dominado por el catolicismo. El catolicismo es una religión que vive en Roma pero que reina o se ejercita en España, es una religión terrible porque su Dios no es ni más ni menos que un crucificado.
¿Por qué los inventores del cristianismo, origen del catolicismo, eligieron como Dios a un crucificado? Porque querían ejemplificar las virtudes del hombre en el peor de los destinos de la Tierra, un crucificado es la culminación del horror, y elogiarlo es suscribir el elogio de lo más terrible. Más allá de un crucificado no hay nadie, allí se termina el horror. Ni los terribles criminales del nazismo pudieron llegar más lejos.
La aporía terrible del catolicismo es que el Cristo de hoy no viste andrajos ni anda descalzo, como nos lo presentara tan genialmente Pasolini, en el "Evangelio, según san Mateo",en la que incluso se podía oler su sudor, sino que usa las mejores sotanas de satén y calza zapatos albos hechos exclusivamente para él, porta un anillo que sólo Dios sabe cuánto ha costado y pende de su pecho un crucifijo de oro, vive en los mejores palacios dorados, rodeado de las mejores obras de arte y le guarda una legión de los mejores hombres del mundo. Este es el nuevo Cristo, el Rey de los pobres, la personificación de aquella bienaventuranza que dice que los pobres del mundo son felices porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Pues, bien, el Cristo vivo no habita en Madrid sino en Roma pero es simplemente porque allí tiene sus mejores palacios y porque lo exige la mejor tradición, los Papas siempre anduvieron junto al Tíber, y no es cosa ahora de cambiar de costumbres, están los tiempos demasiado revueltos, pero el imperio católico de verdad ya no está en Roma ni se ejerce allí.
La visión de Cioran y de De Maistre es absolutamente certera, el catolicismo se ha refugiado en el país más férreamente retrógrado del mundo, allí donde cualquier atisbo de igualdad es una entelequia siquiera inimaginable. Nadie lo ha explicado mejor que el hombre que hoy nos gobierna: la igualdad no existe siquiera en la propia naturaleza y sería mortal para el género humano que los hombres fuéramos iguales porque eso representaría la muerte de nuestras posibilidades de progreso.
Pero el pueblo necesita ideas más tangibles y mucho menos espirituales. Ideas como patria y nación, y si la vida nos aprieta y no nos permite ya conquistas ni victorias eminentemente materiales sublimicemos la cuestión, inventemos una lucha en la que las grandes potencias del mundo no se involucren.
Y un genio maléfico y periférico encontró la fórmula, el fútbol. Porque el otro deporte nacional, los toros, no terminaba de cuajar. Tal vez porque era demasiado caro o poco representativo o porque su cénit resultaba demasiado desagradable, lleno de muerte y de sangre.
El fútbol fue, es y será perfecto porque lo tiene todo: es eminentemente representativo, casi todos los clubes llevan el nombre de su ciudad o de su región, y sus contiendas se celebran bajo los focos y las banderas.
Y un país así necesitaba un símbolo y lo ha encontrado: el Real Madrid. Y es un símbolo perfecto. No sólo es el equipo de la capital de España sino que, además, es Real, de Rey. Todo casa, todo encaja porque la vida es así y las instituciones de un país acaban siendo como el país es: cavernario si el país vive siempre en la caverna, carpetovetónico si el país también lo es.
De modo que España estaba predestinada a ser madridista, no por nada sino porque, como hemos visto, es un país profundamente religioso y ancestral, en el que todo se enraiza en lo más profundo de su esencia, de sus tradiciones, si es racista, su símbolo será racista, Raza, fue la única película escrita por Franco, el más decisivo de todos sus impulsores, pero, sobre todo, si España es un país eminentemente mafioso, fascista, su equipo representativo no es, no podía ser de otra manera.
Pero ¿qué es la mafia, cómo es y funciona el fascio?
Las primeras mafias surgieron en Italia y el primer fascismo también.
Las mafias son sociedades ilegales que se sobreponen a la legalidad para el cumplimiento de finalidades que no son legalmente declarables. Si yo creo una sociedad cuyo objeto es recaudar impuestos paralelos a los estatales, esta sociedad, no cabe duda, es mafiosa.
Si yo creo una institución cuyo objeto es sublimizar el ansia de gloria de un pueblo como unidad de destino en lo universal, cuando otras metas, por la propia decadencia política y militar ya no están al alcance, y subordino a su imperio todas las fuerzas económico políticas de un país, sin otro objetivo que engañar a la gente, infestandole el cerebro con falsas fantasías patrióticas de supremacía hegemónica mundial, esto es mafioso, pero es que, además, es fascismo puro y duro, porque el fascismo no fue, no es, no será otra cosa que la sustitución de los valores reales, normales, esenciales del hombre por otros esencialmente antinaturales, universales, totalitarios.
Si yo oigo, en un programa deportivo radiofónico, que un pobre hombre con toda su familia pasando las peores calamidades, diez personas malviviendo de lo que él cobra repartiendo a domicilio publicidad comercial, se declara insuperablemente feliz porque su Real Madrid va el 1º en la Liga, sin alcanzarle a comprender que eso es así precisamente para que él y su familia sigan pasando por siempre y para siempre esas terribles dificultades, a mí, al menos, no me cabe la menor duda de que vivo en un país eminentemente fascista, en el que si Franco no sigue llenando el Bernabeu, todos los primeros de mayo, no es porque algo en este país haya cambiado realmente sino porque así lo exige ahora el mismo programa franquista por su propia evolución, de acuerdo con la cruelísima máxima de Lampedusa, es preciso que todo cambie para que todo siga igual.
Y del Real Madrid somos casi todos los españoles porque no sólo es así sino que también debe de ser así. ¿De qué otro club deberíamos de ser, del Barcelona, qué aberración, pero si los del Barça ni siquiera quieren ser españoles? Abajo el Barça, coño, “puto Barça”, como decía la indiscutible encarnación del futbolista patrio, el gran Raúl, ése que, como un Cid redivivo, todavía sigue ganando batallas después de muerto, joder, pero qué grande que es el Madrid, tío.
De modo que del Madrid son, o fueron, no sólo Franco, el Rey, el ex presidente Aznar, el actual presidente Rajoy, todos ellos evidentemente fascistas, sino, atención, también lo son los autotitulados socialistas el exvicepresidente Rubalcaba y el Delegado o subsecreario de Deportes, que ya no sé ni como se llama el dichoso cargo, Lisavesky.
Entonces, joder, pero ¿qué coño quieren estos jodidos separatistas del nordeste, que les facilitemos las cosas, dándoles, prestándoles, facilitándoles la consecución de otro símbolo tan representativo, tan decisivo, tan influyente como nuestro Real Madrid, vamos, anda, que se vayan todos ellos a tomar por culo, que seguramente les gustará ya que, como todo el mundo sabe, casi todos son maricones? Pues no quieren, los malnacidos, que les demos el mismo tratamiento que a nuestro Real Madrid, habrase visto imbéciles, ¿es que no son capaces de comprender las cosas más elementales de la vida, joder, el Madrid es el Madrid, así, ha sido siempre y así será, y al que no le guste esto que se vaya a tomar por culo a otro país y no nos joda más, está claro, no?
Y está claro, sí, claro que sí, demasiado claro, pero, coño, es que todo eso, como todo lo que dicen siempre estos mafiosos fascistas, es una cochina mentira, nosotros, como los vascos, los gallegos y quién sabe quienes otros, nos queremos ir de aquí, sólo, asquerosos capullos, que sois vosotros los no nos dejáis. Iros vosotros a la puta mierda, que es donde, en un mundo como es debido, deberíais de estar hace ya mucho tiempo, todo el tiempo del mundo. Amén.