Sin alcanzar el estado del bienestar en el que estuvimos seis años y entendiendo que Macedonia es enemigo sin pitones ni peligro, España recuperó buenos propósitos, se acercó a la felicidad perdida,coleccionó buenas noticias e hizo caja en el primer partido del sencillo camino a Francia 2016. Varias cátedras quedaron desiertas tras el Mundial, pero nos queda David Silva, que tiene ratos de futbolista insuperable. Su talento y la buena actitud general reactivaron a una Selección con más alegría y mejor futbol.
Tuvo el partido un aire de reconciliación general, delpenalti a lo Panenka de Ramos que abrió el marcador a las tres paradas con miga de Casillas, una intuitiva con su pie izquierdo ante Jahovic, el primer milagroque se le recuerda en meses. Hubo esmero y dedicación en la presión alta, un tráfico fluido del balón, buenas maniobras del intachable Pedro por las bandas y un magnífico estreno de Alcácer. España tiene un modelo difícil para el nueve. Vive enjaulado, participa poco y sólo se le reclama para el último toque. No alcanza con ser bueno, hay que mezclar bien. A Diego Costa le cuesta. Alcácer, con menos reputación, lo ha cogido a la primera. Quiere ser el Villa 2.0. Ofreció desmarques, abrió pasillos, se entendió con Silva y Pedro, no pareció un novato. En definitiva, leyó magníficamente el partido frente a una pesada zaga de tres centrales y además estuvo en boca de gol cuando se le llamó. Primer partido y primera medalla.
Con el afecto del público y sobre un campo blando y poco alfombrado, no hubo asomo del ‘albanazo’ que mató a Portugal horas antes. Ayudó la torpeza de Mojsov, que mandó al suelo a Silva en el área cuando el canario sólo pretendía acomodarse el balón en zona imposible para marcar. Sergio Ramos hizo un gol de autor. Y tres minutos después Alcácer, tras fantástico servicio de Cesc e inteligente asistencia de Juanfran, completó el trabajo. El 2-1, en penalti imprudente de Juanfran, no cambió el viento.
España fue tarareando el juego que le llevó al paraíso, robando pronto, agitando el partido con el toque, echando mano de Juanfran y, sobre todo, de Jordi Alba, y aprovechando la maestría de Pedro en el juego en diagonal. El equipo tuvo tronco y extremidades, con Silva dirigiéndolo todo. El Ciutat de Valencia creyó en la regeneración y Pacovski fue retrasando la paliza con paradas de mérito: a Pedro, a Jordi Alba, a Silva…
Lo que quedaba de Macedonia se derrumbó con un gol en el descuento del primer tiempo y otro a vuelta del descanso, la pesadilla para cualquier técnico. El cuarto, de Silva, le redimió de un error anterior. La pelota le llegó de Jordi Alba, el futbolista que no vimos en el Mundial y ha regresado al galope. Su frescura fue elretrato de una Selección que se enmienda. Cesc disparó al palo, la Selección llegó por tierra, mar y aire y Del Bosque acabó por poner un rato a Isco de nueve, invento discutible de Ancelotti que comienza a hacer fortuna. También le ahorró los 90 minutos a Ramos, que el sábado tiene una cita caliente con Mandzukic, y a Koke, que actuará en el mismo plató. Y acabó blindando a Munirfrente a la tentación marroquí ofreciéndole un cuarto de hora. A Del Bosque le daba tiempo para manejar la diplomacia mientras la Selección se daba el gustazo de tocar y tocar y recrearse, a veces exageradamente, en las barbas de Pacovski hasta que Pedro, tan brillante como persistente, redondeó la manita. Lástima que no abunden las Macedonias en los grandes torneos, pero por algún lado había que empezar a levantarse.