Más allá de que la globalización económica ayudara a traer la de las exigencias sociales y políticas y a agotar la paciencia de millones de ciudadanos en todo el mundo, debemos quedarnos con un hecho: no se pelea contra Rajoy o contra Merkel, como tampoco se hizo contra Carlos Andrés Pérez, por sus crueles políticas económicas y sociales; pensar de esta manera siempre ha facilitado la vía a un reduccionismo inducido por otros mucho más poderosos.
Como en España, en Venezuela el bipartidismo (1959 – 1999) y las mayorías absolutas, agotaron las explicaciones de la clase política. El enriquecimiento súbito, las fastuosas fiestas y bodas y los cambios de residencia de quienes accedían al poder, logró eliminar la honorabilidad de quienes legítimamente la tenían. Por ello y con la desesperación de que el tiempo borrara los límites de la honestidad y homogeneizara a todos por igual, más de un venezolano soñaba ver a la clase política bañándose con pirañas.
Una especie de destino, escrito con las mismas reglas del juego, ha unido los 37 años de democracia y bipartidismo español y los 40 de Venezuela. Entre ambos países no hubo diferencia en el fondo y la forma del robo: las mismas corbatas, los mismos zapatos, los mismos trajes, las mismas fiestas y hasta las mismas ideologías democratacristianas y socialdemócratas, un hermanamiento que puede llevar al país de los toros por un camino similar al del país del petróleo.
Con todo, Pablo Iglesias no es un Hugo Chavez; carece del atractivo que arrastra masas, la madurez política falla por momentos, es extremadamente teórico y la estructura española, con sus defectos, es muy superior a la venezolana.
Chávez explotó un discurso nacionalista, esópico y bolivariano (Bolívar) y funcionó; Iglesias sabe que está en Europa y que el acoplamiento social, político y económico, para continuar siendo uno de los grandes países, se hace obligatorio incluso en un mundo cambiante; quizá por ello todavía hay quienes están convencidos de que llegadas las fechas de las elecciones generales caerá en las encuestas.
Las burlas de la prensa tradicional y de la mayoría de los partidos políticos españoles no escasean, ello es posible porque después de haber sido uno de los asesores políticos del chavismo, muchos concluyen que Iglesias sabe poco defenderse cuando lo tachan de bolivariano; bien por no querer distraer su discurso, bien por no conocer los entresijos de la realidad venezolana, bien a que ese acoplamiento del que hablamos le impide su autenticidad, bien a que considera que hay más oscuros que claros en el proceso venezolano, bien porque no quiere dar pistas que enriquezcan el debate o, bien porque sabe que los contertulios y políticos españoles que atacan a Venezuela, lo hacen en base a titulares. En todo caso, cualesquiera sean las razones de las señaladas, es un mal presagio. Otro tanto le estaría sucediendo a sus primeras espadas, Monedero y Errejón.
Sin ejercer una defensa, los líderes de Podemos deberían saber que en 1999 Chavez denunció que el índice de pobreza venezolana era del 80% y que el INE venezolano ha confirmado que el porcentaje de hogares en condiciones de pobreza extrema en ese mismo año era del 16.9% y en 2013 del 8.8%. Otro dato importante es el índice del paro juvenil que en 2013 en España superaba los 50 puntos, en Italia los 35, en Colombia los 20 y en Venezuela era del 15.7% o, la tasa de paro que era del 7.1% en abril de 2014.
En ambos lados las semejanzas para el desencanto han sido evidentes para el cambio, pero aún falta por escuchar de Podemos los tiempos que se deberán cumplir para que cada uno de sus proyectos se hagan una realidad: ¿Los 15 de Venezuela o los 55 de Cuba?, falta por escuchar ¿cuál es la diferencia entre una lucha de clases y el nuevo ente de “los de arriba y los de abajo”?, falta, y deberíamos esperar escucharlo, ¿cómo llaman a su movimiento?, recordemos que ni Chávez inventó eso del Socialismo del Siglo XXI. [email protected] Colaboración especial para LatinPress®. http://www.latinpress.es