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España julio de 1936

Publicado el 05 noviembre 2020 por Rmartin
España julio de 1936

 PREPARATIVOS

No se han terminado los ecos de los festejos celebrados por el nacimiento de un nuevo periodo republicano, cuando alfonsinos y carlistas comenzaron a conspirar contra el nuevo régimen. El primer movimiento se realiza el 10 de agosto de 1932 en Madrid y Sevilla, José Sanjurjo dirige este complot de monárquicos y militares que, es fácilmente abortado pero que sirve de escuela para los mas tenaces conspiradores que volverían a unirse el 18 de julio de 1936.

Tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, que dieron el triunfo al

Frente Popular, tanto Francisco Franco por entonces jefe del Estado Mayor Central, y Gil Robles, intentaron que el Presidente del Gobierno Portela Valladares y el Presidente de la República Alcalá Zamora, declarasen el Estado de Guerra. El Ministro de Guerra, don Manuel Azaña había efectuado algunos cambios en el organigrama del Ejército, a consecuencia de lo cual se produjo una reunión en el domicilio madrileño de José Delgado, miembro de la CEDA, a la que asistieron, entre otros, Franco, Goded, Mola, Orgaz, Villegas, Varela y Fanjul; los cuales consideraban que, dichas reformas, habían perjudicado, considerablemente, sus carreras. Una vez rechazado el fascismo, relegándolo a un movimiento minoritario, le llegaba el turno al ejército. La trama dirigida desde Pamplona por Mola, bajo el nombre clave de El Director, supo aglutinar a los generales reunidos en marzo, junto a los jefes y oficiales de la Unión Militar Española (UME), nacida a finales de 1933, con el claro y único propósito de terminar con el Frente Popular y con la República democrática.

   Poco a poco se fueron estrechando lazos con elementos civiles, como fueron los carlistas y falangistas, al tiempo que se recibían aportaciones económicas de la CEDA de Gil Robles. La Instrucción Reservada número 1, dada por el general Mola, y el Directorio y su obra inicial, de junio de 1936, permiten conocer mecanismos y objetivos: controlar las Divisiones Orgánicas (posteriores Capitanías Generales), para captar así a las guarniciones menores. Cunde el pesimismo sobre el dominio que se pueda ejercer sobre Madrid y Barcelona, por lo que se organizan columnas radiales con dirección a ambas. El mando supremo correspondía al general Sanjurjo que, se encontraba exiliado en Portugal. El Ejército es el cirujano de hierro que salva la integridad nacional y el orden social, puestos en peligro por la política, que tolera las actividades revolucionarias. El objetivo final era una dictadura militar. Consciente Mola de la opinión mayoritaria del país, expresada en las urnas el 16 de febrero, en su Base 5ª de la Instrucción Reservada número 1, recomienda los métodos brutales a emplear contra los opositores al golpe.

   El Gobierno no tomó demasiado en serio estos movimientos conspiratorios, pues opinaba que se trataba de otra Sanjuarjada, pero el asesinato de José Calvo Sotelo el 13 de julio, en represalia por el del oficial socialista José Castillo, ocurrida días antes, forzó las voluntades indecisas como la de Franco y la de los oficiales de la Guardia Civil que, hasta entonces, siempre había estado en defensa del orden político.

España julio de 1936

COMIENZA EL GOLPE DE ESTADO

   En el Protectorado Español de Marruecos, se encontraban unos 45.000 hombres, los más preparados para el combate del Ejército Español, ya que el resto eran, mayoritariamente, soldados de reemplazo. Un registro a cargo de unos guardias de asalto en un cuartel, en el que se descubrieron armas listas para entregar a los civiles, precipitó los acontecimientos al 17 de julio. En el aeródromo militar de Sania Ramel, que estaba dirigido por el comandante Lapuente Bahamonde, primo hermano del general Franco, se producirían las dos primeras víctimas de aquella guerra que acababa de comenzar, un obrero y un sargento moro de regulares.

   En el Protectorado, los conjurados detienen, arma en mano, a todos los generales y oficiales que se niegan a colaborar, y declaran el Estado de Guerra. Los sindicatos declaran la huela general y junto a militares republicanos y las fuerzas de Seguridad del Estado que permanecen leales, tratan de impedir el triunfo de la rebelión. Pero sus acciones no son suficientes y los sublevados se hacen con los centros de poder. En la Comandancia General de Canarias, el general Franco, tras la misteriosa muerte del general Balmes, subleva el archipiélago. El día 18 a bordo del Dragón Rapide, alquilado por el financiero Juan March, se traslada a Tetuán para dirigir a las tropas del Protectorado.

   En la Península, las autoridades republicanas, estaban relativamente tranquilas pues, entendían que, el golpe se circunscribía a unas zonas que necesitarían un transporte marítimo que solo podía aportar la marina de guerra, para extenderse por el resto del territorio nacional. Dolores Ibárruri La Pasionaria, se pone al frente de la iniciativa popular, declarándose la huelga general, al tiempo que se piden armas para neutralizar la sublevación. Ante la negativa de Casares Quiroga, el también republicano Martínez Barrio, recibe el encargo de presidir el gobierno e iniciar negociaciones con los rebeldes.

   La Segunda División Orgánica que comprendía las provincias andaluzas fue la primera en sublevarse en la Península, gracias a una bien preparada organización en Sevilla, aunque será la audacia de Queipo de Llano, al utilizar propagandísticamente los micrófonos de Unión Radio Sevilla. Fingió poseer grandes efectivos, haciendo circular por Sevilla un coche a máxima velocidad, con los nueve primeros legionarios llegados de Marruecos por avión.

   En la Séptima División, con sede en Valladolid, todo parece ser más fácil, ya que, en la actual Castilla-León y Extremadura, todos son pequeñas poblaciones conservadoras. No obstante, en el despacho del capitán general de Burgos, se produce un violento tiroteo, a resultas del cual mueren sus dos ayudantes, Saliquet toma el mando de la Sexta División, aunque no consigue apoderarse del norte industrial, quedando cercados en San Sebastián.

   La única buena noticia para el Gobierno, en esos primeros momentos, se produce en el Centro de Comunicaciones de la estación del Ministerio de Marina, cuando Benjamín Balboa, un oficial de tercera radiotelegrafista, empuñando una pistola Browning, impide a un capitán la transmisión del mensaje de sublevación a la escuadra.

   Como una marea, sin apenas resistencia, la conspiración va tomando cuerpo. Miguel Cabanellas, en la Quinta División Orgánica con sede en Zaragoza, era el único capitán general conjurado en la Península. Y lo más sorprendente es que era un convencido republicano, diputado por el Partido Radical de Lerroux, además de masón.

   En Barcelona salen de los cuarteles, militares y civiles para conquistar los edificios clave, pero, para impedirlo, obreros anarquistas, republicanos catalanistas y guardias de asalto, a las ordenes de Federico Escofet, comisario de Orden Público de la Generalitat, habían levantado barricadas. El general Manuel Goded, tras consolidar Mallorca, se traslada a Barcelona para hacerse cargo de la sublevación. Allí se encuentra con que han conseguido parar la ofensiva, aunque no detenerla. La suerte de Barcelona decide la de Catalunya, siendo decisiva la participación del coronel Escobar, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Barcelona.

   Entretanto en Madrid, las manifestaciones contrarias al pacifismo del gabinete de Martínez Barrio, provocan su dimisión. José Giral de Izquierda republicana, es el encargado de formar nuevo Gobierno. Una de sus primeras disposiciones consiste en la entrega de unas 5.000 armas a los sindicatos; el resto, hasta 50.000 están depositadas en el Cuartel de la Montaña, donde 2.000 militares junto a 500 civiles, se encuentran cercados. Una parte de estos militares son contrarios al golpe de Estado, esto origina grandes problemas, puesto que en varias ocasiones aparecieron banderas blancas, y al acercarse los sitiadores fueron recibidos con disparos que, originaron numerosos muertos. Por fin consiguen entrar en el acuartelamiento, apareciendo una de las peores situaciones de esos días: la represalia. El patio del cuartel aparece plagado de cadáveres.

España julio de 1936

COMPOSICIÓN DE LOS DOS BANDOS

   El golpe de Estado, definitivamente, ha fracasado. El territorio español queda dividido en dos: comienza la Guerra Civil. La República conserva unos 8.500 oficiales y 160.000 soldados, frente a 14.000 oficiales y 150.000 soldados de los sublevados. Pero para la Republica lo peor es la desaparición organizativa de su Ejército. Recordemos que es el Ejército de África el que está mejor preparado, siendo el Peninsular mayoritariamente de reemplazo, además una orden del Gobierno dada el 19 de julio licenciaba a las tropas de las unidades rebeldes, con lo que la mayoría de los soldados de reemplazo, volvieron a sus domicilios. Las fuerzas republicanas están compuestas por una amalgama de guardias de asalto, guardias civiles, soldados, carabineros y voluntarios de partidos y sindicatos; mientras que los sublevados cuentan con unas masas de voluntarios, compuestas por carlistas y falangistas, pero también monárquicos alfonsinos, tecnócratas y cedistas.

   En lo que se refiere al territorio, la República conserva unos 270.000 km² con unos 14 millones de habitantes, repartidos por la casi totalidad de Andalucía, Catalunya, el País Vasco (excepto Álava), Cantabria, Asturias (excepto Oviedo), Murcia, Comunidad Valenciana y una buena parte de Castilla-La Mancha, es decir las zonas más industriales y mineras. De la otra parte, los sublevados ocupan unos 230.000 km², con 10 millones de habitantes, con el 20% de la producción industrial y todas las zonas trigueras castellanas.

   Los militares sublevados nunca pudieron contemplar que, el golpe de Estado terminara en un fracaso, y que, la persona destinada a regir el Estado muriera en un “sospechoso” accidente de aviación. Por lo que el 24 de julio se forma la Junta de Defensa Nacional, en la Capitanía General de Burgos, presidida por el general Miguel Cabanellas, sin competencias en la dirección de la guerra, solo para conducir la administración de los territorios dominados. El 30 de julio, el Boletín Oficial de la Junta, promulgaba el Estado de Guerra y supeditaba la justicia al Código Militar, algo muy evidente viniendo de una Junta dominada por militares. En la zona republicana, con los Sindicatos armados y desaparecidas las fuerzas coercitivas, el poder central se desmoronó. Por todas partes surgía comités dominados por los dos grandes sindicatos (CNT y UGT). El Gobierno de Giralapenas tenía influencia más allá de los despachos.

POSICIÓN DE EUROPA

   Desde el instante de los primeros movimientos sublevados, Europa consideró que la Guerra Civil Española, era un conflicto interno de un pequeño país que, ni siquiera, era una potencia de segundo orden. Tras la prudencia en los primeros días, las cancillerías europeas empezaron a tomar decisiones en los últimos días de julio, cuando se pasó de unos combates urbanos a los movimientos de tropas. La izquierda europea y las fuerzas progresistas apoyaban a la República, mientras la derecha francesa y la británica, temían más a la revolución comunista que al fascismo. Las democracias europeas querían, a toda costa, evitar un nuevo conflicto mundial, es por esto que Mussolini, siempre dispuesto a participar en todas las conjuras antirrepublicanas, no se decida hasta el 28 de julio a participar en esta. En Francia pese a tener un Gobierno frentepopulista, proclive a la República, la presión derechista y el miedo a una intervención fascista, impidieron un primer envío de armamento, ya acordado con el Gobierno Español. La misma situación de Francia fue la puesta en práctica por Stalin, en esos primeros momentos.

   Sólo dos países optaron por una rápida actuación: la Alemania de Hitler, que el 25 de julio decidió intervenir en la guerra a favor de los sublevados; y el Portugal del dictador Salazar, que permitió el paso de un convoy que partiendo de Sevilla, tenía como destino aprovisionar de armamento a las tropas de Mola que se encontraba al norte de la sierra madrileña.

   En el tablero europeo quedaba la decisión que pudiera tomar Gran Bretaña, pero la neutralidad, aderezada con manifestaciones por parte de los conservadores en el Gobierno, y la simpatía con el bando sublevado, influyó en la variabilidad francesa y dio luz al fascismo.


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