Antes de que fluyera un hilillo de petróleo en 1964 en Ayoluengo, Burgos, decepcionante por su mínima producción, en Puertollano, Ciudad Real, extraían gasolinas de sus pizarras bituminosas con una técnica que, actualizada, permitirá a EE.UU. autoabastecerse de combustible e incluso exportarlo.
Pasar de importador de casi el ochenta por ciento de sus energías fósiles a autoabastecerse es una posibilidad que podría tener España gracias a esa técnica, llamada “fracking”, que consiste en fracturar rocas bituminosas para extraerles gas natural y petróleo.
Los ecologistas afirman que así se destruye y contamina la capa o zona de agua freática, pero los impulsores de las explotaciones responden que el proceso se produce a enormes profundidades, por lo que no le afecta.
En esta discusión deberemos acudir a una fuente de autoridad para la mayoría de quienes se oponen tanto al “fracking” como a los combustibles fósiles, que son los que desde hace dos siglos nos dan calor, trabajo, movilidad y cierta confortabilidad.
La fuente es Barack Obama, espejo del progresismo mundial; no porque presida la nación más poderosa del mundo, sino porque trata de imitar a las socialdemocracias europeas modelo zapateril.
Y Obama no sólo es defensor entusiasta del “fracking”, sino que es su primer impulsor: tras garantizar que no producirá contaminaciones incontrolables, anunció que en 2020 EE.UU. no necesitará importar petróleo, como ahora, sino que lo exportará.
En España están haciéndose prospecciones. Pero como este país tiene mala suerte energética seguramente no encontrará rocas suficientemente productivas: como en Ayoluengo, todo estudio puede resultar un espejismo que terminaremos pagando con impuestos o en el recibo de la luz.
Pero si hubiera rocas con petróleo y gas, el progresismo debe seguir al venerado Obama y darle la bienvenida al nuevo combustible, que buena falta hace.
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SALAS