Lo ocurrido con Jaume Matas y el caso Gürtel demuestran que el PP ha seguido la senda corrupta del PSOE y que hoy los dos grandes partidos políticos españoles están corrompidos hasta la médula, sin que ninguno de ellos merezca el apoyo de los ciudadanos decentes. Pertenecer a uno de esos dos partidos o apoyarlos es ya prueba suficiente de que se milita en la indecencia y de que no se merece el título de demócrata.
Pero el problema es mas grave de lo que parece porque esos mismos partidos políticos que han llenado de basura la política española se sienten tan felices en el lodazal y están tan envilecidos que prefieren ignorar su hedionda enfermedad y seguir aferrándose al poder y a los privilegios, hasta el punto de impedir que se realicen las reformas urgentes que España necesita para dejar de ser una pocilga.
España parece ya un país abandonado por Dios. Los ciudadanos españoles, ya acosados por una crisis que fabrica miles de parados cada día y que llena las calles de nuevos pobres, se enfrenta ahora a un nuevo dilema político desolador: ¿Que es más urgente, expulsar del poder a un Zapatero inepto que nos lleva hacia el abismo de la pobreza y la derrota como pueblo o combatir la partitocracia corrupta que nos ensucia a todos. Si la prioridad es expulsar a Zapatero, entonces habrá que dejar a un lado la miseria indecente del Partido Popular y elegirlo como alternativa de poder, pero si optamos por combatir la partitocracia, habrá que llenar las urnas de votos en blanco y de votos nulos que incluyan la leyenda "chorizos".
Mientras que el PSOE, con la ayuda de su eficaz propaganda y con la complicidad de decenas de grandes medios de comunicación sometidos al poder, oculta sus numerosos y repugnantes casos de corrupción, el PP aparece enfocado por las cámaras con toda su inmundicia a la vista: el súbito enriquecimiento de Jaume Matas, que lucía sin pudor joyas, relojes y palacetes, y las comisiones millonarias que, según el sumario, han sido cobradas por Bárcenas, tesorero del partido, al que Rajoy sigue manteniendo como senador y con despacho en la calle Génova, son dos arietes que ponen al descubierto toda la porquería que anida en la derecha española.
La situación indigna al ciudadano y le lleva a exigir reformas urgentes para limpiar el estercolero político español. Una de las más urgentes es que los partidos sean considerados responsables civiles subsidiarios de los desfalcos de sus dirigentes. Si fuera la misma organización que les ha incluído en las listas electorales y les ha sentado en los gobiernos autonómicos o municipales la que tuviera que hacer frente a la factura de sus pillajes, gran parte del problema quedaría resuelto.
Pero en España, un país sin defensas frente a los poderes descontrolados de la "casta", los partidos y sus dirigentes políticos han conseguido ser casi inmunes e impunes, con privilegios acumulados que dejan en ridículo a los que disfrutaban el clero y la nobleza en tiempos del ansolutismo.
Rajoy, quizás fascinado por el éxito electoral de unos socialistas que hasta han coseguido ganar elecciones a pesar de tener ministros y secretarios de estado suyos en la cárcel, ha demostrado ser un buen aprendiz, que sabe convivir con la corrupción. Para muestra un botón: un día dijo de Jaume Matas: “Vamos a intentar hacer en España lo que Jaume y todos vosotros hicisteis en Baleares”.
Los partidos deben cambiar y convertirse en organizaciones decentes, bajo control de la Justicia y de la ciudadanía. España tiene que cambiar y dejar de ser una dictadura de partidos para convertirse, esta vez en serio, en una democracia. Todos tenemos que aprender que no es posible combatir la corrupción sin vigilar el patrimonio y la conducta de los militantes de los partidos. ¿Por qué un partido como el PP es incapaz de detectar a uno sólo de sus 43 dirigentes regionales, entre ex presidentes, diputados, alcaldes, concejales y gerentes de empresas públicas, que están en los juzgados por su extraordinaria tendencia a apropiarse de lo ajeno?
Si el PP quiere merecer el gobierno, tiene que cambiar mucho y muy rápidamente. Hay que acabar con las políticas mafiosas internas. No tiene sentido que el partido abone a sus altos cargos que concluyen su mandato una compensación de 5.000 euros al mes durante un año para darles tiempo a encontrar trabajo, como ha hecho con Matas, a pesar de que tres meses después de dejar su cargo, ya ganaba dinero holgadamente. Menos sentido tiene que las listas electorales sean elaboradas por los partidos, que premian con ellas fidelidades, silencios y adhesiones mafiosas. Todavía menos sentido tiene que existan miles de cargos políticos incapaces de justificar su patrimonio. Todavía es mas sucio que los políticos nunca dimitan en España, aunque se le descubran fechorías. Mas nauseabundo aun es el silencio de la prensa comprada con dinero público, un silencio que convierte al ciudadano en rehén indefenso del abuso de poder.
Y, mientras tanto, España es un lodazal frente al que los ciudadanos decentes sólo pueden sentir asco. La permanencia en el poder de políticos arrogantes que regalan pisos de casi dos millones de euros a sus hijos o que cobran comisiones millonarias, sin que les ocurra nada, es algo tan sucio que clama al cielo y que pide a gritos urnas inundadas de votos nulos y blancos que lancen sobre el rostro de los políticos la dura acusación que se han ganado a pulso: "CHORIZOS".
Revista Política
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