Pedir perdón no es fácil. En nuestra infancia nos enseñaron nuestros padres y madres a pedir perdón. ¡Qué difícil era! A mí siempre me dio vergüenza. Por eso comprendo que el Rey de España y el Papa de Roma se nieguen a pedir perdón en nombre del conquistador Hernán Cortés al Presidente de México. El señor López Obrador no sabe lo que pide. Hernán Cortés es un antepasado que nos queda lejos. Igual que lejos le quedan a Felipe VI los monarcas de la casa de Austria. Ni siquiera simpatiza mucho con los Borbones, reyes de su misma dinastía. Sólo se siente orgulloso de su antepasado Carlos III, el rey cuyo retrato decora su despacho en La Zarzuela.
No, no vamos a pedir perdón los españoles a los mexicanos por las andanzas de Hernán Cortés. Puede olvidarse el Presidente del país azcteca de vernos arrodillados. En España vivimos en el siglo XXI. La conquista de América fue cosa otros españoles,igual que la colonización de Hispania fue cosa de otra época y de otros romanos que poco tienen que ver con los actuales moradores de la ciudad de Roma y alrededores.
El Presidente de México debería pensar en el día a día de su país. Por ejemplo, en ese muro que cualquier día le levanta Donald Trump sin que el señor López Obrador se entere por estar pensando en Cristóbal Colón y en el malvado Hernán Cortés. Sería una pena. Tampoco tenemos noticia de que el señor López Obrador se ocupe y preocupe de la situación de los indios mexicanos actuales. Mientras no le hagan alguna revuelta por Chiapas se olvida de ellos. Ese señor recién nombrado Presidente se limita a hacerse notar a nivel internacional con su populismo barato. Los mexicanos merecen un Presidente que mire al futuro desde el presente, no un hombre obsesionado con los complejos de inferioridad de su persona.