Revista Opinión

España o los españoles

Publicado el 18 febrero 2019 por Elturco @jl_montesinos

La diferencia entre España y los españoles no es siquiera sutil. Son dos cosas perfectamente distintas si entendemos España como un estado-nación y los españoles como personas que viven bajo sus reglas. Para lo que nos ocupa estas son las definiciones más apropiadas puesto que no solo yo sino aquellos se llenan la boca con la defensa de España utilizan.

España, así entendida, no merece ninguna defensa, no debe ser objeto de protección ni debe estar por encima de los españoles. Debe ser controlada. Las personas son lo que cuenta y no los Estados. Un estado-nación no es más que una de las múltiples formas que existen de organizar nuestra convivencia. No ha sido siquiera la más duradera históricamente. Los Estados como hoy los entendemos nacen con la Paz de Westfalia de 1648, desarrollándose plenamente desde la Revolución Francesa. Anteriormente no existía la legalidad ligada al territorio y en una misma zona convivían distintas leyes, como convivieron distintas religiones o distintos señores feudales. Muchos imperios a lo largo de la Historia no eliminaron las leyes de los lugares que conquistaban y se compaginaban de diversas maneras.

Si como asumimos en nuestros días la Libertad individual, el Hombre y el desarrollo de sus proyectos vitales deben tomar el centro sobre el que giren las normas de convivencia, como así parece entenderse desde la Segunda Guerra Mundial, es necesario poner la ley al servicio del Hombre y no al contrario. Dice la Constitución Española en la primera frase del preámbulo que “La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de” (sic) y comienza a desarrollar el mencionado preámbulo. La Constitución está pensada – al menos eso dicen los que la redactaron – para promover el bien de cuantos integran la Nación española, el estado-nación de España. No puede ser entendida de otra manera que como herramienta, jamás como fin, incluso detalla procedimientos para cambiarla.

La defensa a ultranza de España no puede estar por encima de los españoles. Las herramientas que utilicemos para la convivencia deben estar sujetas al constante escrutinio de los ciudadanos y no pueden ser un ente estático y monolítico, inmutable. Los instrumentos que utilizamos en el pasado y que fueron muy útiles ayer, hoy pueden resultar arcaicos. No digo que haya quien desee seguir utilizando su viejo transportador de ángulos, papel vegetal y tiralíneas, cada cual es muy suyo de elegir su proyecto de vida y lo que este conlleve.  Me tendrá a su lado para defender su derecho a llevarlo cabo, pero deberá entender que su proyecto no es el mío o no tiene por qué serlo. Los estados-nación no lo permiten encorsetando fuertemente a los individuos por el azar de donde nacen, sin integrar la disparidad de aspiraciones vitales. Por eso yo no defiendo España, ni creo que deba ser defendida. Defender a los españoles, que sí es inexcusable, es algo muy distinto.

Publicado en DesdeElExilio.com


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