Pedro Sánchez está volando entre las nubes prometiéndonos riqueza y nuevos derechos sociales, pero con la economía en caída leve y segura va a tirar España por la ventana del avión Falcon como hace una década Rodríguez Zapatero.
El actual primer ministro, que llegó al poder haciéndole concesiones simbólicas y reales a los separatistas, algunos herederos de la ETA que asesinó a 854 personas, le ha trasvasado hace unos días once competencias del Estado al gobierno vasco y promete entregarle la de administrar las prisiones, en las que están numerosos etarras.
Los nacionalistas podrán excarcelar a cualquiera --terroristas incluidos-- como hizo la Generalidad catalana con Oriol Pujol, condenado a dos años y medio de prisión por el caso de las ITV, que salió el pasado 29 de marzo dos meses después de ingresar.
Arnaldo Otegui, líder de Bildu e importante exdirigente de ETA, presume de poseer gran poder sobre Sánchez, que lo llamó insistentemente para que apoyara sus últimos decretos antes de las elecciones, esas medidas populistas e imposibles de afrontar.
Va a dejar España como Zapatero, que negaba que miles de personas fueran cada día al desempleo, con una resaca que superó los cinco millones de parados que comenzaron a salir de esa situación tras dos años de reformas y penurias emprendidas por Mariano Rajoy, hundido al explotar Sánchez las inmoralidades de algunos de sus compañeros.
Sánchez se lanza a gastar miles de millones que hay que pedir prestados prometiendo multiplicar el empleo público, incrementar de pensiones, nuevos subsidios a desempleados, amplios permisos de paternidad o salarios mínimos que sólo en enero ya crearon 200.000 parados.
Mientras, desarrolla nuevos impuestos que harán que muchos inversores huyan del país, y todo será volver a la ruina zapaterista.
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SALAS