La oposición socialista que lidera Rubalcaba, digna heredera de Zapatero, no colabora sino que contribuye a la demolición, en espera de heredar los despojos de España. Es evidente que el país necesita un esfuerzo colectivo y una política de unidad para lograr la salvación, pero el país no reacciona porque previamente ha sido destrozado por una clase política que ha corrompido las instituciones y ha sembrado la sociedad de división, rencillas, odios y envidias.
La policía es la única institución del país que crece y no tiene recortes porque los políticos esperan y temen disturbios callejeros cada día más intensos, generados por la desesperación, la falta de recursos, el hambre y el odio.
La esperanza de que el Partido Popular utilizase la mayoría absoluta que le ha obsequiado el pueblo español para erradicar la corrupción y el abuso de poder por parte de los políticos se desvanece ante la evidencia de que el PP ha optado por la cobardía, por cerrar los ojos ante el pasado y por seguir manteniendo vivos y activos las dos peores enfermedades de España:
- Un Estado gordo, dividido en autonomías engreídas y gastosas, todo un tinglado insostenible, dotado de corrupción, abuso de poder, leyes injustas y de una desmedida adhesión a las subvenciones, privilegios y vagancia.
- Una estructura política que en nada se parece a la verdadera democracia, corrompida, sin separación de poderes, con ciudadanos marginados, sin controles suficientes para frenar a los partidos políticos y en la que los delincuentes políticos gozan de una insoportable inmunidad práctica.
La gente está desesperada, angustiada, desanimada y empieza ya a acumular odio hacia la clase política, a la que culpa, con razón, de sus males, hacia los que ordeñan el Estado a diario, como los partidos políticos, sindicatos y patronales, receptores de subvenciones que nadie entiende y que si fueran sometidas a referendum serían barridas, hacia todo el que detente el poder, al cual se desprecia y odia por su incapacidad de liderar la regeneración.
Exhausta, derrengada y sin esperanza, la sociedad española, esquilmada y moralmente destruida por una de las peores y más irresponsables clases políticas del planeta, no está preparada para lo que le está demandando la Historia: un esfuerzo colectivo sobrehumano, la única vía posible hacia la resurrección.
Los políticos en el poder son sucios y despreciables ejemplos vivientes de todo lo que no hay que hacer en tiempos de crisis: están divididos, son incapaces de ser ejemplares, no renuncian a sus inmerecidos privilegios e, incapaces de liderar el esfuerzo ilusionante de la regeneración, siguen alimentando la división y el enfrentamiento. Sin duda, ellos son lo peor de España y hemos tenido la mala suerte de que la escoria haya asumido el poder.
Jesús: ¡socórrenos!
¡Zapatero debe ser castigado!