A día de hoy, resulta todavía incomprensible, muchas actuaciones machistas que pasan desapercibidas por lo arraigadas que están en nuestra sociedad. Así, podemos ir a la manifestación del ocho de Marzo para defender los principios lógicos del feminismo, podemos firmar todas las peticiones de Change.org respecto a cuestiones de violencia de género y luego meternos en un estadio de fútbol a jalear como si nos fuera la vida en ello, a sabiendas de que se trata de un deporte machista hasta el extremo, donde, a día de hoy, sigue sin cuestionarse por qué no existen equipos mixtos en las ligas profesionales, por qué no cuentan con plantillas que no tengan en cuenta el sexo del futbolista, porque la habilidad, la rapidez, la coordinación y la destreza no es cuestión de género. Yo, que hasta hace más bien pocos años, disfrutaba viendo los partidos de mi equipo favorito, porque es algo que está tan normalizado que nadie repara en ello. Esa forma de separarlo todo me parece absurda y hace tiempo que debería haberse abierto un debate de profundo calado al respecto, como mínimo.
Lo mismo considero que pasa con los aseos públicos, no veo la necesidad de separarlos por sexos, cada uno, dentro de su cubículo cerrado e independiente, que haga lo que necesite, fuera, todos nos lavamos las manos y utilizamos el lavabo de igual manera. No entiendo pues, que avancen tantas cosas, en lo relativo a la tecnología, a las comunicaciones, que seamos capaces de levantarnos y protestar, hacer tantas manifestaciones sociales, y sin embargo, seguimos siendo tan peregrinos y tan cerrados para otras muchas cosas, que, en mi opinión, suponen el cambio real y fáctico de la sociedad. Educar en el respeto, educar en la IGUALDAD, desde la base. Supongamos el caso de ese hombre con su bebé, al que quiere cambiar, pero los aseos de los hombres siguen sin contar con cambiadores en la mayoría de locales, ¿Qué debe hacer? ¿Cambiar a su hijo en un banco de la calle? ¿Sentirse incómodo entrando en el baño de señoras con las consiguientes miradas de rechazo de las usuarias y las llamadas de atención de los trabajadores del establecimiento? Supongamos otro caso, un hombre que, por su condición física, tiene genitales femeninos, y por lo tanto, tiene que sufrir un momento desagradable cada vez que se encuentra en esa tesitura y debe decidir a qué baño ir, ¿Cuál sería la decisión acertada? ¿Acabaremos haciendo baños independientes para señoras, caballeros y para el colectivo LGTBI? Todo esto es absurdo hasta el infinito. Muchos serían los beneficios que nos aportarían estas medidas, sin ahondar en temas legales ni gubernamentales, y siempre, desde mi humilde opinión, puedo ver dos grandes puntos a tener en cuenta:
– Primero: Se ahorraría mucho en temas de infraestructura y accesibilidad, ya que con hacer un baño más grande y con más cubículos individuales sería suficiente, por supuesto, sin dejar atrás a los minusválidos, que contarían con un habitáculo más grande y adecuados para ellos. Estos son, por cierto, los únicos, que en las instalaciones actuales comparten su espacio para ambos sexos, lo cual me lleva a otra pregunta ¿Por qué ellos sí y el resto de los mortales no? Sería lógico pensar que por economizar espacios. No vemos extraño que NO haya baños de minusválidos y baños de minusválidas, pero parecemos necesitar baños separatistas para el resto de los mortales, ¿SÓLO YO VEO EL SINSENTIDO? Puedo comprender que para recintos y establecimientos muy reducidos, con el espacio muy delimitado, para reformas de inmuebles urbanos o de mucha antigüedad, esto sería una utopía, pero para todos los cientos de negocios y establecimientos que se crean, se construyen de cero, nuevos cada día, sería algo perfectamente factible y práctico.
– Segundo: Al principio es posible que nos choque y lo veamos extraño, porque tanto separatismo es difícil de exterminar con una sola acción, pero somos una sociedad amoldable y en constante evolución, y estoy convencida de que nos adaptaríamos en aras de la igualdad. Así como la prohibición de fumar en los bares lo vimos tan raro y tan difícil de acatar, y sin embargo hoy, nos hemos dado cuenta de que esa medida nos ha acercado a un comportamiento más europeo y ha sido una medida extraordinaria en favor de la igualdad de género (cosa distinta fueron las medidas tomadas por el gobierno para llevarlo a cabo, primero una ley, luego otra, haciéndole perder dinero a la gente que ha tenido que adaptar nuevas áreas en sus establecimientos… etc.)
Igualmente los colegios sólo de niñas o sólo de niños, que por suerte, son minoritarios, me parecen verdaderas aberraciones. Y qué decir del azul para los niños y el rosa para las niñas, igual de ilógico es, y sin embargo, eso sí es algo que está muy extendido y que nunca he entendido del todo, ¿Acaso los colores son cuestión de género? ¿Acaso se es menos niño por vestir de rosa, o se ve menos bonito? Mucho mejor nos irá si dejamos de etiquetar la ropa de los más pequeños, sin condicionarla por formas y colores. Las tiendas deberían contar con un espacio para pequeños según su rango de edad pero sin distinguir sexos, porque la ropa, al igual que los colores o que cualquier otra cosa no tiene género.
Pero volvamos al interesante tema del deporte, aunque el fútbol es el deporte por excelencia, también es el que tiene un mayor componente machista, hasta el punto que no sólo los jugadores son única e incomprensiblemente hombres, sino que en todo el cuerpo técnico, en el equipo arbitral, la tónica habitual es la ausencia de sexo femenino. No se queda ahí la cosa, tal es la presión y el círculo tan viciado que se respira a su alrededor, que no hay nadie que se atreva (los que lo han hecho son unos verdaderos valientes y precursores, pero tristemente, son casos muy aislados) a comentar sus preferencias, inquietudes y gustos sexuales, ni colgar una foto en sus perfiles sociales que suscite o suponga que esa persona es homosexual o que tenga cualquier tipo de preferencia, creando así, un mundo falso, paralelo, abstraído de la realidad por completo, ajeno a todo sentimiento y posibilidad de libertad personal y naturalidad alguna, algo tan básico y esencial para el desarrollo de una vida sana a todos los respectos. Existe un tabú irracional. Igual que en el fútbol, pasa en el balonmano, baloncesto…etc. En otros deportes, como los de contacto por ejemplo, en vez de seguir haciendo separaciones por sexo, que repetiré hasta la saciedad que no tiene sentido, deberían hacer separaciones por peso y repartir las competiciones según intervalos de peso o edad.
Incluso vamos a ir un poquito más allá, ¿Qué pasa con los modelos masculinos de tallas más grandes que las habituales?, ¿Alguien los ve en las revistas o en la televisión? Si ya las mujeres de ese tipo de tallas escasean en los medios, a pesar de ser mucho más fieles a la realidad social que las demás, los hombres directamente no aparecen. Porque claro, igual es que los hombres no están gordos, igual es que la gordura de los hombres no es visible o que no hay hombres gordos que quieran vestir bien, léase con ironía. El concepto “talla grande” en la moda femenina también es más que discutible, porque algunas marcas consideran talla grande a la talla cuarenta o cuarenta y dos, cuando es la talla más utilizada por las españolas. Sería preciosa una pasarela real, con mujeres y hombres indistintamente y de diversas tallas.
Mención especial merece nuestro lenguaje, hay que concienciarse en desterrar ciertas frases de contenido sexista, como por ejemplo, el típico y ridículo comentario hacia un hombre que sea sensible ante algo o que sienta miedo por algo, al que llamarían “nenaza”, despreciando, no a él especialmente, sino a la mujer, de la que se extrae que es de carácter débil. Igual que considerar que una mujer conduce peor que un hombre por el simple hecho de serlo, el absurdo “mujer tenía que ser” o miles de ejemplos que todavía hoy suenan en las calles.
Hay tantos miles de ejemplos todavía, tanta desigualdad contra la que luchar que nos va a llevar trabajo y tiempo, pero todo repercutirá en una mejor sociedad en la que crezcan seguros nuestros hijos. VIVA LA DIVERSIDAD.