A los únicos políticos que les he escuchado un análisis lúcido y solvente después de la exhibición independentista catalana del 11 de septiembre han sido al ministro de Exteriores Margallo y, sobre todo, a Albert Rivera Diaz, presidente de Ciudadanos - Partido de la Ciudadanía. El ministro ha sido lo bastante honrado para admitir el éxito de la cadena independentista y para reconocer el problema, cuando lo normal es que los que gobiernan tergiversen y escurran el bulto. Por su parte, Rivera diagnostica con precisión y aporta la receta correcta cuando afirma que mientras que los nacionalistas tienen un plan para Cataluña, España no lo tiene y que en ese plan futuro tiene que incluirse un cambio profundo en las estructuras del poder político, que haga apetecible convivir dentro del Estado común. "España tiene que reiventarse", dijo con toda razón, mencionando también una reforma profunda de su democracia.
Rivera, como otros millones de españoles, reprocha a los últimos gobiernos su pasividad y ceguera con Cataluña y, sobre todo, su cobardía ante el desafío de los rupturistas y la incapacidad para construir y difundir un discurso alternativo que plante cara a la gran conspiración nacionalista del victimismo y la ruptura.
El periodista Nacho Escolar ha recordado con razón una verdad que muchos ignoran: los pueblos solo están unidos si sus ciudadanos quieren.
En Voto en Blanco pensamos y difundimos eso mismo desde hace por lo menos una década. El Estado español actual no es atractivo, ni justo, ni decente, ni digno, lo que lo convierte en un mal contenedor para ciudadanos libres, demócratas y honrados, aunque sea un magnífico receptor de políticos arrogantes, nacionalistas extremos, vividores y sinvergüenzas de todo tipo. El Estado común que tenemos repele a los mejores por haber contraído vicios insoportables en democracia, como son la corrupción institucional, el abuso de poder, la marginación de los ciudadanos, el sometimiento de los poderes básicos del Estado al poder político, sobre todo la Justicia, el amiguismo, el clientelismo, la mentira como política de gobierno, la aplicación desigual de la ley, la impunidad práctica de los poderosos y un largo etcétera que reclama a gritos una refundación de la España democrática, de la que surja un país capaz de asumir objetivos comunes, abierto a la ilusión y donde los que no hayan sido ejemplares en su conducta nunca puedan tener responsabilidades políticas.
Algunos frívolos piensan que la solución de la desbandada independentista está en censurarla y no informar en los medios de ese fenómeno. Otros recomiendan que el gobierno "venda" mejor sus actuaciones y criterios. Otros se inclinan por la dureza. Otros por el diálogo. Finalmente, los mas cobardes recomiendan retroceder y ceder, un camino que siempre hace grande al nacionalismo. Nada de eso vale para nada porque lo que España necesita es refundarse para que vuelva a ser un país en el que resulte digno, decente y estimulante vivir y convivir en libertad y derecho.
Un país cuyos ciudadanos rechazan a sus políticos en las encuestas y los consideran uno de los mas graves problemas para la nación tiene que reinventarse. Un país donde las cúpulas de los grandes partidos, sobre todo de aquellos con mas oportunidad para gobernar, están bajo sospecha y con algunos de sus miembros en la antesala de los tribunales de justicia, tiene que reinventarse. Un país cuyos principales partidos políticos afrontan un millar de causas judiciales por corrupción y abuso de poder, mientras los jueces y fiscales investigan otros miles de casos sospechosos, tienen que revisar a fondo su podrido sistema. Un país que se desmiembra y que logra que el nacionalismo, una doctrina obsoleta, propia del siglo XIX, goce en España de auge creciente, tiene que reinventarse. Un país que ocupa puestos muy altos en el triste ranking mundial de la corrupción, la prostitución, el tráfico y consumo de drogas, la trata de blancas, el blanqueo de dinero, el desempleo, el despilfarro, el desprestigio de los políticos y de la democracia, el fracaso escolar y otras muchas lacras, necesita reinventarse, rediseñarse y volver a ser una nación.
Revista Opinión
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