España, un campeón del mundo que representa al hincha

El cielo del mundo ilumina con fulgor una palabra de seis letras: España.
El deporte hispano vive un momento de gloria inusual, con tenistas, golfistas, ciclistas, automovilistas, basquetbolistas, ganadores olímpicos de diversas disciplinas, una edad de oro deportiva cuyo recuerdo perdurará un siglo. O más.
Pero esto es distinto a todo: España es campeón mundial de fútbol. Es el orgullo máximo de una nación. Son 45 millones de ciudadanos saliendo a las calles a celebrar, abrazarse, a reír, a llorar, agradecer, a golpearse el pecho de emoción. No hay indiferentes en esto. ¡Qué hermoso es ser campeón del mundo! ¡Qué difícil!
El fútbol es el reflejo perfecto de una sociedad. Si un país es campeón mundial de fútbol, significa que es un país bueno, importante. No cualquiera puede alzar esa Copa. Se necesita inteligencia, carácter, talento, fortaleza, habilidad, picardía, templanza, personalidad y una decena de cualidades más para coronarse.
El 11 de julio de 2010 será una efeméride inolvidable en la vida española. ¡Salud, España...! El globo está a tus pies y los clarines de la gloria te saludan jubilosos.
El ajustado 1-0 sobre Holanda (cuarto 1-0 consecutivo) fue menos romántico de lo que España hubiese querido, pero sirve para premiar al mejor equipo de los dos, al que busca dar espectáculo.
Y si no es un campeón brillante, intentó serlo. Su coronación es un mensaje saludable para el fútbol, como fue edificante el advenimiento del FC Barcelona al pináculo del fútbol de clubes. Es que esta España es un extracto de ese Barsa. Es una transferencia de estilo, el que imponen Xavi, Iniesta, Pedro, Piqué, Sergio, hasta el mismo Puyol. Un fútbol que busca la victoria por la vía del buen fútbol, del toque, del avance asociado y a ras del piso, del desmarque y la movilidad permanentes, el irrenunciable deseo ofensivo.
Así fue el gol que decidió el torneo: un pase milimétrico de Fábregas al corazón del área para que ese gran diablo de Iniesta definiera con una bomba cruzada. Un gol que puso justicia a quien más buscó, a quien más ambicionó. Es un bello telón para el Mundial. Ha ganado el favorito, el que porta la bandera del buen gusto. Le faltaron goles a España (es el campeón con menos tantos de la historia: 8). Y alguna actuación deslumbrante. Igual, es un merecido campeón. Su juego representa a todos los hinchas.
Un triunfo de Holanda hubiese sido un epílogo amargo. Se trata de una formación rocosa, con extraordinaria contracción a la marca y a la lucha, granítica en la defensa de su campo, es cierto. Por ello era previsible que España no la tendría fácil con la línea de volantes y la defensa holandesas.
Pero también se trata de un equipo con doble discurso: se vende, o la venden, como una selección de jugadores exquisitos "que en cualquier momento te pintan la cara".
Nada que ver. Marcan, raspan y pegan todos, muchísimo. Que Van Bommel haya terminado los 7 partidos del torneo es una burla, un contrasentido con el lineamiento de severidad absoluta que la Fifa anunció antes de comenzar el campeonato.
Un jugador que se dedicó todo el torneo a pegar patadas amedrentadoras. Que De Jong no haya sido expulsado por la plancha brutal aplicada en el pecho a Xabi Alonso es un despropósito arbitral.
Que Sneijder, un rebelde que dio otro planchazo y una patada de atrás haya sido "advertido" dos veces por el incompetente juez Howard Webb, lo mismo. La advertencia dejó de existir en el fútbol en 1970, cuando nacieron las tarjetas. Para la primera falta fuerte hay tarjeta amarilla, para la segunda, roja.
¿Por qué un jugador da patadas y el réferi lo advierte cuando a otro, por lo mismo, lo amonesta?
Holanda gozó de una inmunidad que otros no tuvieron. Y lo ayudó a escalar posiciones. No hubiese sido buen ejemplo para el juego que se coronara rey un equipo protestón, que hace del foul un sistema.
Todos llegan tarde a la pelota y levantan por el aire al rival después que éste pasó la pelota. ¿Casualidad...? Menos mal que esa demostración no fue de un equipo suramericano. En primer lugar hubiese terminado con 8 jugadores, luego, de indios para abajo le hubiesen dicho de todo. Y si era uruguayo o argentino, mejor ni pensar.
No fue bonito el espectáculo. Sí tuvo la tensión, la vibración que confiere tamaña instancia, el ardor con que se juega. Parte importante de la culpa es del juez. Un serio error de la Comisión de Árbitros fue la nominación de Howard Webb para la final del mundo. Lo sobrepasó la tensión del partido.
Además, proviene de un torneo donde el juego fuerte casi no es penalizado, donde rara vez se expulsa y en escasas ocasiones se amonesta: la Liga Inglesa. Es el reino del "siga, siga".
La regla 12 tiene una tibia aplicación en Inglaterra, pero la Fifa, que anuncia una y otra vez tolerancia cero para las brusquedades, elige un juez inglés para controlar a un equipo que viene con antecedentes de reciedumbre excesiva en sus juegos anteriores: Holanda.
Al filo de la medianoche, cuando la Copa entraba en la categoría de historia, otra noticia agradable invadió los corazones: Diego Forlán recibió el Balón de Oro. ¡Por fin una elección decidida por el mérito y no por el marketing!
Fuente: Jorge Barraza Para http://www.eltiempo.com/
Y POR SI TE LO PERDISTE, EL GOL DE LA VICTORIA!!!