La codicia del gobierno, su obsesión enfermiza por conseguir dinero no se debe al afan por mejorar servcios básicos como la salud, la educación o la protección de los débiles, sino al ansia de poder y a su voluntad firme y tiránica de conservar el gobierno a costa de lo que sea, incluso saqueando a los ciudadanos y hundiendo la economía del país. En España el poder sólo sabe gobernar repartiendo dinero, pero entre los suyos y comprando poder, voluntades y votos. España es un país castrado por las subvenciones, que son el peor cáncer de la nación. En Estados Unidos, el mundo anglosajón y otras potencias económicas, las subvenciones están mal vistas y todo el mundo admite que restan músculo a las empresas y libertad y pujanza a las asociaciones y ciudadanos que las reciben. Generalmente, salvo excepciones, cuando se le resta dinero del Estado a alguien, como por ejemplo a los estudiantes para que paguen sus estudios, éstos tienen que devolverlo a las arcas públicas cuando trabajen y cobren. De ese modo, esos países evitan los males que se derivan de las subvenciones, que son muchos, entre ellos la pérdida de competitividad, de independencia, de músculo y el fortalecimiento indebido de los partidos que gobiernan, que usan el dinero público para acumular poder y privilegios. ---
España es el país de las subvenciones: el Estado se gasta mas de 122.000 millones de euros al año en repartir dinero a diestro y siniestro, sobre todo a los amigos del poder, un reparto arbitrario y mafioso que viola muchas veces las reglas de la democracia y la Constitución. Nadie en toda Europa y tal vez en todo el mundo nos supera en ese capítulo vergonzoso.
El poder lo subvenciona todo, pero lo hace a cambio de sumisión o utiliza el dinero público para comprar medios de comunicación, voluntades, apoyos y, sobre todo, votos. Reciben subvenciones los partidos políticos, mas que ningún otro sector del país, agrupaciones de poder que viven de manera opípara en un sistema que les beneficia más a ellos que a los ciudadanos y que les otorga un poder desmesurado, incompatible con la democracia. Pero también reciben subvenciones castrantes los colegios profesionales, el sistema eléctrico, la minería, la gastronomía, los padres de alumnos, los ecologistas, el cine, los festivales, las orquestas, los teatros, los circos, la ópera, los centros de estudios, los medios de comunicación adictos, ONGs y miles de asociaciones, grupos y empresas cercanas a la ideología que gobierna, sobre todo si son catalanas o vascas, que son los privilegiados del gobierno de Sánchez, que les paga generosamente sus apoyos para mantener el poder, en detrimento de otras autonomía españolas, muchas de ellas penalizadas por ser gobernadas por la derecha.
Los capítulos de Transferencias Corrientes y de Capital de los Presupuestos Generales del Estado disponen de más de 122.000 millones para todo tipo de subvenciones , que se reparten con criterios parciales y arbitrarios, no según la necesidad o el valor que aportan los receptores, sino premiando la cercanía y apoyo al gobierno.
De ese modo, gestionando las subvenciones con los mismos criterios que utilizaba la mafia de Chicago en los años treinta del pasado siglo, los partidos que gobiernan envenenan, debilitan y castran la nación, haciéndola más pobre y menos competitiva, al mismo tiempo que arruinan a empresas y a ciudadanos con impuestos abusivos que los políticos usan para comprar poder, votos y adhesiones.
La peor cara de las subvenciones es cuando se les niegan a quienes de verdad las necesitan, sólo porque piensan diferente que el poder gobernante.
El análisis de las subvenciones causa sorpresa y estupor porque la mayoría son arbitrarias, superfluas e improductivas.
Personalmente tengo una experiencia que demuestra el estado calamitoso de las subvenciones. Además de periodista soy pequeño empresario y tan sólo una vez en mi vida, siendo muy joven, pedí una subvención a la Junta de Andalucía, cuando estaba en manos de los socialistas. Me dieron sólo un millón de pesetas, que era para lanzar un periódico de buenas noticias que debía repartirse en hospitales y residencias de ancianos, para alegrarles la vida y darles esperanza. El paródico, después de los estudios iniciales, no salió porque era inviable. Cuando acudí a devolver la subvención, me dijeron que estaba loco, que nadie las devolvía, que me la "gastara en marisco", textualmente. Después de un año batallando, en la que hasta tuve que amenazar al político de turno con contar el caso a la prensa, logré que me recibieran el dinero.
Hay dinero para todos los amigos: RTVE, Conferencia Episcopal, Comisión Islámica, colegios profesionales, asociaciones culturales empresas, países amigos, sobre todo para Marruecos, que es cualquier cosa menos un país amigo, y para miles de chiringuitos y ONGs, muchas de ellas fantasmas, pero todas próximas a la izquierda.
Una vez me dijo un consejero socialista de la Junta de Andalucía que "gobernar consiste en repartir dinero", Yo le dije que eso no es lo que dicen los tratados y los libros de política, donde se afirma que gobernar es tomar decisiones que resuelvan problemas. Me respondió, "pero en Andalucía no es como tu dices, sino como yo digo".
Después, durante los últimos 20 años, desde que comencé a investigar y a analizar la realidad política española con libertad e independencia, descubrí que lo que le consejero socialistas dijo es cierto y tiene validez en toda España, donde el dinero se le saquea a los que producen y se le regala a los que no trabajan, pero si entregan sus adhesiones y votos al partido que gobierna.
Las subvenciones son pura metástasis castradora, generada por los partidos políticos, que son el peor cáncer de España.
Francisco Rubiales