El pinchazo de la burbuja inmobiliaria dejó al sector sumido en una crisis sin precedentes en España, con infinidad de yacimientos sin excavar y miles de arqueólogos en paro que ven a la disciplina "prácticamente desaparecida"
"No me olvido de la arqueología, lo que pasa es que con ella ahora no puedo comer y las facturas hay que pagarlas". Diana del Pozo es la presidenta de Colegio de Arqueólogos de Madrid. Tiene 32 años. Empezó a trabajar en la universidad mientras estudiaba Historia y, desde 2004, ha ido enganchando una excavación tras otra. "Hasta que hace un año me quedé en paro, como la mayoría de los arqueólogos, así que decidí montar una tienda de regalos en Alcalá de Henares. No podía esperar más tiempo esperando a que me volviera a llamar", cuenta.
EFE. Excavaciones arqueológicas en el yacimiento de Cástulo (Linares), en 2011
"Las empresas más grandes han pasado de tener más de 100 arqueólogos contratados a seis"
Su caso no es más que uno de los muchos que representan a un sector que en la actualidad se encuentra herido de muerte en España a causa, sobre todo, del pinchazo de la burbuja inmobiliaria que se produjo en 2008. Las consecuencias han sido nefastas para este nicho de la cultura. Hay miles de arqueólogos en paro y los pocos que aguantan sobreviven cobrando sueldos de menos de 1.000 euros. Cientos de empresas del sector cerradas o sin ningún tipo de actividad, completamente ahogadas por las deudas. Y se han quedado infinidad de yacimientos sin poder ser excavados y otros tantos intervenidos en malas condiciones. A poco que uno pregunte dentro del colectivo, las respuestas son siempre las mismas: "La arqueología de urgencia está prácticamente desaparecida", "de los cientos de arqueólogos que conozco han dejado de trabajar prácticamente el 100%", "las condiciones son absolutamente precarias" o "las empresas más grandes han pasado de tener más de 100 arqueólogos contratados a seis".
El "boom" de la construcción a principios de la década pasada significó también el "boom" de la arqueología en España, ya que, cuando se aprobó la Ley de Patrimonio de 1984, los constructores empezaron a estar obligados a contratar el servicio de arqueólogos para prospectar el terreno y excavar los yacimientos que pudieran verse afectados por la obra. "Hay países en los que esta intervención se hace a través de la Administración Pública, pero en España se construía tanto que resultaba imposible. Se decidió entonces que fueran arqueólogos contratados por empresas privadas los que se encargaran. A principios de los 90 surgieron las primeras empresas y, entre 2000 y 2005, se produjo el gran crecimiento", explica la socióloga del CSIC Eva Parga Dans, que en 2009 realizó una encuesta sobre las empresas de arqueología en España.
"En los últimos 10 años se ha excavado por encima de nuestras posibilidades"
No hay que olvidar que durante los años de bonanza económica, la práctica totalidad de los ingresos de la arqueología procedía de la construcción. Por un lado, de la inversión de las constructoras, que se lanzaron sin control a edificar viviendas, urbanizaciones o centros comerciales y tenían que realizar la correspondiente intervención arqueológica previa. Y por otro, de las obras de promoción pública (carreteras, vías del tren, tuberías...) dependientes del Ministerio de Fomento, de los gobiernos regionales o de los ayuntamientos. Pero desde 2008, tanto las constructoras como las entidades públicas "están hundidísimas", comenta Almansa.
El Ministerio de Hacienda acaba de denegar las subvenciones que la Secretaría de Estado de Cultura había concedido a 30 grupos de universidades españolas para proyectos de arqueología. En Castilla-La Mancha, el Gobierno anunciaba hace no mucho el cierre de hasta cuatro importantes parques arqueológicos y, en Alicante, el proyecto sobre el conjunto islámico del Castellar d'Elx lleva dos años parado por los recortes. Son solo uno ejemplos a los que hay que sumar, en el ámbito privado, que el año pasado se construyeron menos del 10% de las 865.000 viviendas que se edificaron en 2006, el máximo histórico, las cuentas no salen ahora para este sector cultural.
"Hay excavaciones que estaban proyectadas y que se han quedado en suspenso"
Le echaron de su última empresa hace unas semanas "por causas asociadas a la crisis", cuando estaba llevando a cabo un seguimiento arqueológico entre Ciudad Real y Cuenca, cobrando menos de 1.000 euros a pesar de tener que vivir fuera de su casa. "Dependíamos de una subvención de la Unión Europea que fue retirada, y cuando los ayuntamientos afectados por la obra tuvieron que hacerse cargo de los gastos, no aceptaron y se paralizó", explica Díaz, quien, "aunque está intentando no resignarse", reconoce que de los cientos de arqueólogos que ha conocido, tan solo "seis o siete" siguen en el sector.
En este caos, hay algo que a los arqueólogos les preocupa tanto como su empleo: las precarias condiciones en las que tienen que llevar a cabo muchas de las excavaciones. "Las consecuencias de la crisis sobre los yacimientos en sí son también terribles. A raíz de la caída de los presupuestos, la calidad del resultado se ha visto afectada. El arqueólogo tiene que hacer el mismo trabajo que hace siete años, pero con menos material, menos personal y en un plazo de tiempo menor. Ya no puede hacer, por ejemplo, todas las pruebas de datación que se necesitan, y eso significa que se pierde un nicho de cultura", subraya Del Pozo, que ha visto como en la última empresa en la que estuvo trabajando había unas 40 personas en nómina y ahora solo queda el dueño.
"He tenido que trabajar en condiciones inadecuadas porque lo presupuestos cayeron un 30%"
Guerra acaba de plasmar todas estas experiencias en su primera novela, " El hallazgo", en la que relata las andanzas de un doctor en Historia, Lancaster William, que cumple su sueño de ser arqueólogo y, con el tiempo, va desencantándose con la profesión. "Hoy Lancaster no estaría trabajando, pero seguiría buscando trabajo. No se rendiría. En mi caso, de momento me voy a Florencia a quitarme la tesis y el año que viene a Estados Unidos a intentar trabajar ", concluye.