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España, una decepción ¿eterna?

Publicado el 09 abril 2010 por Miguelangelh

España, una decepción ¿eterna?

De todos los grandes países futboleros, España es el que presenta un balance más triste en los Mundiales. El principal hito del equipo es el cuarto puesto en el Mundial de Brasil de 1950. Desde entonces, la de España ha sido una continua sucesión de fracasos, decepciones que alcanzaron  su punto álgido en el Mundial celebrado en casa de 1982. La pregunta es obligada: ¿Podrá la España campeona de Europa y señalada como gran favorita en muchas quinielas liquidar de una vez por todas a este fantasma?

La prehistoria

El primer Mundial en el que participó España fue el de Italia 1934. La Federación decidió saltarse la edición previa, celebrada cuatro años antes en Uruguay, para no incurrir en costes innecesarios. De manera que la historia negra de España comenzó con un ligero retraso, con el robo a manos de los anfitriones italianos, que eliminaron a la selección española en cuartos tras un partido de desempate (1-1 y 1-0).

La Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial retrasaron la siguiente aparición de España hasta 1950. Fue el Mundial de Brasil, el del Maracanazo, el mejor recuerdo de la selección en el torneo más importante del mundo. España superó en la primera fase a Estados Unidos, Chile e Inglaterra (el famoso gol de Zarra), pero en la segunda tan sólo pudo arrancar un empate ante Uruguay. Curiosamente, los charrúas acabaron alzando la copa Jules Rimet ante la desesperación de todo un país, Brasil, en el que aún siguen contando los suicidios de aquel día.

Posteriormente, España quedaría fuera de las ediciones de 1954 -año en el que su destino se decidió en un sorteo realizado por un niño italiano elegido como mano inocente- y 1958. La selección pasó sin pena ni gloria por un cuarto de siglo del torneo en el que ya empezaban a brillar Uruguay -único país que no ha tenido continuidad- o las eternas Italia, Alemania y Brasil.

Travesía del desierto

España armó un gran equipo para el Mundial de Chile, en 1962. El Real Madrid, y en menor medida el Barça, ya tomaban posiciones como grandes de Europa, pero la selección jamás llegó a su altura. Y eso que a Chile acudieron Puskas (húngaro nacionalizado) o Santamaría (uruguayo nacionalizado), entre otros. Faltó Di Stéfano (argentino nacionalizado), lesionado pocas semanas antes del torneo. España no superó la primera fase. El mismo techo con el que topó en el Mundial de Inglaterra, en 1966. La Eurocopa conquistada ante la URSS dos años antes no sirvió para cambiar la historia.

España siguió penando -no se clasificó para los Mundiales de México’70 ni Alemania’74-, hasta lograr meter la cabeza en el Mundial de 1978 (Argentina). La cita dejó una de las escenas más crudas de la historia de la selección, la del legendario error de Cardeñosa en el partido ante Brasil. Otra vez fuera en la primera fase.

Sin novedad en el frente

Toda la España futbolística se rearmó de moral de cara al Mundial de 1982, el nuestro. De aquel torneo quedaron Naranjito, la mítica mascota del evento, el horrendo papel de la selección, que apenas pudo superar la primera fase gracias a las ayudas arbitrales de rigor en favor de los países anfitriones, y, sobre todo, el recuerdo de la esencia futbolística destilada por Brasil (Zico, Sócrates, Falcao, Eder, Junior,Toninho Cerezo..) y Francia (Platini, Giresse, Genghini, Tigana…). Lo de menos fue el triunfo de Italia, el primero desde 1938. Ganó la final a Alemania. Ninguno de los dos equipos mereció llegar tan lejos. Lo típico, vamos.

Posiblemente, el segundo Mundial de México (1986) haya sido la ocasión en que España haya estado más cerca de hacer algo sonado. Y no sólo por resultados (cayó ante Bélgica en la tanda de penaltis del partido de cuartos de final), sino por el juego. Era la selección del veterano Miguel Muñoz y los imberbes de la Quinta del Buitre, bien mezclados con un grupo de jugadores de talento y competitivos. Al final, lo de siempre. Salvo para Butragueño, que pasó a la historia gracias a sus cuatro goles a Dinamarca en el partido de octavos. Cuentan que, cuando Maradona supo que España había caído ante Bélgica, sonrió y le dijo a Bilardo: “Míster, la Copa es nuestra”. Así fue.

Con el mismo bloque, nuevo chasco en Italia’90 (a casa en octavos tras caer con Yugoslavia 2-1) e inicio de la era Clemente, tan resultadista como falta de todo encanto. Los números del técnico de Barakaldo no sirvieron a una selección que volvió a caer en cuartos, esta vez ante Italia. Un codazo de Tassotti a Luis Enrique realimentó el eterno victimismo hispano. Muchos olvidan que España ya perdía 2-1 o que Julio Salinas falló un gol que no hubiera firmado ni el mismísimo Cardeñosa.

Pese al éxito, Clemente tuvo un segundo Mundial. Fue el de Francia, en 1998. Otra fase de clasificación inmaculada precedió al peor papel mundialista en la historia de España, en la que Raúl González Blanco ejercía ya de estrella. La selección no superó la primera fase, dejando escenas tan surrealistas como el autogol (¿?) de Andoni Zubizarreta ante Nigeria. En el primer Mundial de 32 países, España acabó 17ª.

Cambio de siglo, sólo eso

Poco cambiaron las cosas con José Antonio Camacho como nuevo técnico de la selección. En 2002 se mejoró el papel del 98 -hacerlo peor era prácticamente imposible-, pero esta vez la conspiración contra el combinado nacional la capitanéo la todopoderosa Corea (la del Sur, coorganizadora de la cita junto a Japón). Tras apear en cuartos a otra potencia, Irlanda, en los penaltis, los once metros condenaron a España ante los coreanos, a los que no hizo un gol en 120 minutos. Joaquín falló el lanzamiento decisivo, uniendo su nombre al de Eloy (erró ante Bélgica en el 86) en la tétrica lista de nombres de la historia trágica de España en los Mundiales.

Una historia que, por supuesto, no cambió hace cuatro años, en Alemania 2006. El gran Zinedine Zidane, el prejubilado que perdonó un año de millonario contrato al Real Madrid porque se hartó de perder, mandó a España a casa en octavos. Fue el Mundial que enterró a una generación, representada por Raúl, y abrió camino a otra, la de los Villa, Xavi, Ramos, Torres, Puyol, Iniesta o Cesc, que, en 2008, llevaron a España a su cénit futbolístico. La pregunta es: ¿Hasta ahora?

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