Dos periodistas de The Economist que van a publicar en un par de semanas un reportaje sobre" La España después del 20N", me llamaron para tener un intercambio de opiniones. Acababan de entrevistar en Barcelona a Artur Mas en el Palau de la Generalitat , tras haberlo hecho con una parte de los principales políticos y empresarios de nuestro país.
Me llamó la atención que quisieran ampliar o contrastar las declaraciones de los que están en primera línea del gobierno y de las empresas, con aquellos ciudadanos de a pie como el que escribe este post.
No me dijeron gran cosa de por dónde enfocaban la historia que de nuestro país van a contar, pero algo intuí mientras nos tomábamos unas cervezas cerca de la Plaza de Sant Jaume donde reside la Generalitat.
Estaban interesados en conocer el alcance de la rivalidad entre Catalunya y el resto de España y en entender si sería posible –– Artur Más debió hablarles con insistencia de ello–– que tuviésemos, los catalanes, un concierto fiscal con el Estado en unos momentos de recorte presupuestario y con el eje franco - alemán gestionando y controlando nuestras cuentas.
Me chocó que les hubiese llegado las últimas cuitas entre algunos políticos catalanes y del resto del estado que se empeñan en generar conflictos inexistentes en la vida real de la calle.
A veces no se entiende lo que nos está pasando, porque hay un divorcio cada vez mayor entre la economía real y la de los llamados "mercados", como la hay entre los políticos de cualquier signo y los ciudadanos, también de diferentes tendencias.
Vistos desde la distancia aparecemos con unas preocupaciones que no se corresponden con las que nos deberían ocupar. Existe más conciencia de la situación en la sociedad civil y más capacidad de reacción, que la que emplean los que nos gobiernan. Y eso se evidencia más cuando asistimos a las declaraciones de los políticos en los mítines electorales.
La España de después del 20 N no será mejor si no es más real y desciende a solucionar los problemas con mayor preparación, ilusión y hasta creatividad. Si seguimos recortando y parcheando con lentitud y sin invertir con eficacia, puede incluso degradarse más de lo que lo ha hecho hasta ahora, aunque el arco parlamentario que salga de las elecciones sea de mayoría contundente.
No sé , pero tuve la sensación que estos periodistas que nos miran desde afuera tenían clara esa separación y quizás por ello querían contrastarla con gente de a pie.
De momento aquí , en España, cuesta que algún emprendedor pueda arriesgar a invertir y a generar valor añadido: No confiamos en los políticos y los bancos no confían en nosotros.
Es curioso que en estos días en que vivimos tengamos que ir a las urnas a entregarles un voto de confianza a los políticos e invertir nuestros recursos en darles solidez a los bancos. Toda nuestra confianza ahora la tenemos que depositar en ellos. No sé como lo verán desde afuera los de The Economist. Lo sabremos en un par de semanas.