Pilar Casanova
La mayor crisis económica de los últimos decenios, el azote de la corrupción institucional y político y el separatismo catalán como el más grave desafío político de la España moderna constituyen el telón de fondo de las elecciones de este 20 de diciembre que prometen romper el escenario político bipartidista de los últimos 40 años.
La carrera electoral se decidirá el 20D en una auténtico photo-finish, en el que los conservadores del Partido Popular de Mariano Rajoy ganarán, a pesar de recibir uno de los mayores varapalos de su historia.
Según el análisis de los últimos sondeos publicados este lunes sigue un triple empate entre los socialistas del PSOE, que también tocan suelo, y los partidos emergentes: el liberal Ciudadanos y los progresistas de Podemos.
El 41 por ciento de indecisos, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), acabará inclinando la balanza de los más 34 millones de españoles llamados a las urnas.
Todo está por decidir y lo único que avalan las encuestas es que los dos partidos mayoritarios, la derecha del PP y los socialistas del PSOE, seguirán perdiendo fuerza, sumando entre los dos partidos el 60 por ciento de los escaños del Congreso de Diputados, muy lejos del 84,2 por ciento de la última legislatura.
Ya no podrán cambiar de nuevo la Constitución, como hicieron en 2011, y dependerán de la negociación con los demás partidos.
La decadencia del bipartidismo ya empezó en las elecciones municipales y regionales del pasado mes mayo.
Desde 1982 a 2015, PP y PSOE se habían alternado en el poder, casi siempre con mayoría absoluta, sin que hasta ahora ningún otro partido les hubiera hecho sombra.
Más de tres décadas después ha llegado el desencanto de una sociedad precarizada por la crisis, que no valora sus instituciones y perpleja por los escándalos de corrupción sistémica que azotan fundamentalmente al PP, pero que también ha afectado en los tradicionales feudos socialistas, como en Andalucía, la región más pobre de España, y en poder del PSOE desde casi el inicio de la democracia.
“El bipartidismo es como la momia de la película, que está a punto de convertirse en serrín”, ha ironizado Juan Carlos Monedero, fundador del Podemos.
Esto “es bueno para España” porque es un país mucho “más plural, rico y avanzado” que no se representa con “sé fuerte Luis” el SMS que Rajoy envió al tesorero de su partido imputado por corrupción, ni con el líder de la oposición, el socialista Pedro Sánchez.
La juventud española “está cansada de pensar que solo tiene salida por tierra, mar o aire”, remata.
“En España, al igual que en Italia, Grecia o Portugal, se están produciendo movimientos en los que los viejos partidos tradicionales de derecha e izquierda que se han sometido al proceso de mundialización y que han asumido políticas económicas, restrictivas acompañadas de políticas migratorias absolutamente excesivas, están siendo cuestionados por la población que busca otras cosas”, estima.
Y es que los españoles que depositarán su voto el domingo son cuatro años después del mandato de la derecha más pobres, más desiguales, más precarios y están menos protegidos que nunca.
El 53 por ciento de ellos cree que ha bajado de clase social durante la crisis.
La recuperación económica que enarbola el actual Gobierno conservador no convence a los españoles.
España es de los países que crece más de Europa, pero también el que lidera las tasas de desempleo más elevadas de la Unión Europea, después de Grecia, con un 22 por ciento de parados, más de cuatro millones de desempleados.
La tasa de desempleo juvenil sigue en cotas alarmantes, con un 50 por ciento de paro que ha llevado a miles de jóvenes a un exilio económico forzado.
Según datos de Estadística, España sufre un crecimiento récord del número de emigrantes: más de 260.000 desde 2012 hasta la primera mitad de 2015.
A la crisis, a la corrupción, a la sensación de “robo” de las instituciones se une el desafío catalán que pone en entredicho la unidad de España, el Estado más longevo de Europa.
Y todos miran a Rajoy porque para muchos su inacción ante el reto secesionista que llega de la región más rica de España ha disparado el apoyo al independentismo en solo cuatro años.
En 2011, un escaso 10 por ciento de los catalanes se declaraba independentista.
En las últimas elecciones regionales, en clave de plebiscito, el 47 por ciento de los votantes optó por la ruptura con España.
Rajoy no dará dinero a Cataluña si lo usa para la secesión
Sin embargo, “el conflicto catalán” o el “miedo al terrorismo” tras los brutales atentados de París no han entrado en una campaña electoral centrada fundamentalmente en la dura crisis económica que ha vaciado los bolsillos de los españoles, y en la crisis de las instituciones.
Hoy muchos votantes reclaman “recuperar las instituciones” y “regenerar la política”, vapuleada por los escándalos de corrupción de los que casi nadie ha rendido cuentas, especialmente el PP, por las puertas giratorias y por los negocios de políticos que aunque pueden ser legítimos no son nada éticos.
La formación progresista Podemos, que entrará por primera con fuerza en el Congreso de los Diputados, es el único partido que propone solucionar el tema catalán con un referéndum.
Los independentistas de Cataluña creen que Podemos facilitaría la secesión
Para ello propone una reforma de la Constitución para consagrar el llamado “derecho a decidir”; pero también los derechos sociales, un nuevo sistema electoral, la despolitización de la Justicia y la prohibición de las puertas giratorias (salir de la política y ocupar puestos en la empresa privada relacionados con la gestión pública anterior); y la forma de Estado.
Los españoles quieren un cambio, no solo un maquillaje, quieren un cambio radical que acabe con los recortes, con los casos de corrupción ya sean los de la Gürtel, la Púnica, el de Rodrigo Rato o los ERE de Andalucía que se eternizan en los tribunales, pero también porque los políticos rindan cuentas y paguen por sus delitos.
Los electores votarán por un trabajo mejor y por recuperar su dignidad, muy maltratada estos últimos años.