Revista Cultura y Ocio

España y América. 1814-1820

Publicado el 19 octubre 2018 por Academiacruellas

En 1814 Napoleón -presionado por sus mariscales- abdicó en Fontainebleu y se exilió a la isla de Elba. Si que es cierto que posteriormente regresó al poder, pero fue todo muy efímero ya que tras la derrota en Waterloo se exilió definitivamente a la isla de Santa Elena donde murió.

Mientras Napoleón estuvo exiliado en la isla de Elba las potencias vencedoras y vencidas se reunieron en Viena, en un Congreso Internacional que intentaba solucionar los problemas de Europa. Básicamente se trató de reaccionar contra la revolución liberal. Se instauró un sistema político que desde el punto de vista de las relaciones internacionales no aportó ningún elemento innovador. Fue de hecho una reedición de los diferentes Tratados de Westfalia y de Utrech. Se instauró un sistema multipolar y se reorganizaron las fronteras europeas.

Inglaterra impuso un equilibrio continental con la idea de que las potencias europeas no se unieran contra ella (como ya había pasado en el caso de Francia y de España). Este sistema multipolar se centró en cuatro potencias que equilibraban los diferentes territorios europeos. Estas potencias era: en primer lugar, el imperio Austro-Húngaro, que fue el vencedor ideológico sobre Napoleón; en segundo lugar Rusia, la que triunfó militarmente; en tercer lugar Prusia, que incrementó notablemente su territorio y, por último lugar, Francia. Es allí donde se restauran los Borbones con Luis XVIII y consiguen mantener íntegras sus fronteras de 1791.

Como era de esperar, España no se benefició demasiado de este Congreso ya que no obtuvo ninguna ventaja territorial. Eso si, mantuvo intacto su territorio y pasó a convertirse en una potencia secundaria, donde su influencia en el continente será limitada.

                   1.La Restauración Absolutista.

El Imperio Austro-Húngaro, Rusia y Prusia forjaron un sistema ideológico en el continente europeo -la Restauración- en el cual Inglaterra se mantuvo al margen. Fue una pretensión totalmente utópica de hacer creer como si veinticinco años de historia no hubieran existido. Querían volver al viejo sistema político que se cimentaba sobre tres pilares:

1.El rey es el legítimo señor de sus súbditos. Se vuelve al concepto de la soberanía absoluta avalada por la gracia de Dios.

2.En cada país será la religión oficial la que combata cualquier pretensión revolucionaria.

3.Vuelta a los privilegios. Se produce una vuelta al viejo orden señorial y feudal.

Esta ideología supuso la vuelta de los soberanos legítimos a sus pueblos. Fernando VII vuelve al viejo orden y se acaba con todo lo que pueda parecerse al liberalismo. A propuesta de Metternich y de Alejandro I se formó la Santa Alianza cuyo objetivo fue perseguir cualquier asomo de las ideas liberales.

Es curioso que el orden europea estableciera lo contrario a lo que estaba sucediendo en España ya que contaba en estos momentos con una constitución de carácter liberal.

Cuando Fernando VII regresó a España en 1814 a través de la frontera de Girona, las expectativas eran muy altas ya que Napoleón había retirado su ejercito de España, y en Cadiz se había logrado aprobar una Constitución de corte liberal. Ahora bien, no estaba dentro de sus objetivos apoyar las Cortes ni la Constitución de 1812. Se dirigió a Barcelona y de allí tomó rumbo hacia Valencia conde el general Elio, de ideas absolutistas, se comprometen apoyarlo con su ejército si no acata la Constitución de 1812. Al mismo tiempo, se publica el Manifiesto de los Persas, el cual se dedica a criticar a las Cortes, al movimiento liberal y a todos los cambios ocurridos en España desde 1808.

Desde Valencia se dirigió a Madrid al frente de un ejército, y el 4 de mayo publicó un Manifiesto donde anuló todas las disposiciones anteriores. Mientrasel pueblo acogió con entusiasmo a Fernando VII, muchos diputados de las Cortes huyeron, y no solamente ellos, sino también muchos intelectuales.

El absolutismo no tiene nada que ver con el despotismo ilustrado. Mientras el despotismo intentaba modernizar las sociedades, el absolutismo lo que pretendía era volver la vista atrás y negar la innovación que parecía tener en sI el germen de la revolución liberal.

Fernando VII derogó toda la labro legislativa de las Cortes de Cádiz y aplicó el absolutismo más estricto. Hubo un intento de restablecer las instituciones y la forma de vida del Antiguo Régimen. Una de las primeras instituciones que se restablecieron fue la Inquisición cuyo objetivo fundamental en estos años fue la persecución de los liberales.

Este movimiento que recorrió España fue común a lo que ocurría en toda Europa. Fueron años de reacción y vuelta al absolutismo. Solo dos países europeos mantuvieron ciertas libertades aunque no evitaron totalmente la ola general de reacción. Uno de ellos fue Francia. Luis XVIII y sus ministros se dieron cuenta de la imposibilidad de instaurar completamente el absolutismo, por lo cual crearon una Carta Otorgada, la única de toda Europa. El otro país fue Inglaterra. Allí continuaron las libertades tradicionales aunque también conoció un retroceso acorde con los aires del Congreso de Viena. Una de las primeras consecuencias fue endurecer las condiciones para votar, lo cual supuso que pudieran votar menos personas. Se aprobó la Test Act que en el fondo era perseguir a las personas que no fueran anglicanas. También endurecieron las condiciones para la expansión del movimiento obreros.

Es curioso comprobar como lo que ocurría en Europa contrastaba especialmente con los movimientos llevados a cabo al otro lado del Atlántico, es decir, en América. Allí tuvo lugar un ciclo revolucionario que sacudió a toda la América española de norte a sur. A este lado del Atlántico la revolución liberal fue independentista. Si desde la perspectiva española lo que sucedió en América es visto como un reclamo de independencia, desde una perspectiva global podemos decir que es una revolución burguesa. La burguesía alteró las relaciones económicas y el sistema político imperante hasta entonces. La fuerza motriz de la independencia americana fue la burguesía, es decir, los criollos.

                  2.La Independencia de América.

¿Cuál era el sustrato de la sociedad americana? A grandes trazos, no era muy diferente a la española, salvando todas las diferencias existentes. Existía una clase alta, una burguesía incipiente y una amplia mayoría popular. La clase alta estaba formada por los peninsulares así como la aristocracia criolla y la jerarquía eclesiástica. La burguesía incipiente eran los criollos, la cual era una población blanca o mestiza que llevaban varias generaciones en América. Los criollos pretendían acceder a la propiedad de la tierra, la cual se hallaba vinculada al igual que en el resto de Europa. En la América española existía la encomienda. Esta era una institución mediante la cual una determinada superficie de tierras y un no menor número de indios eran encomendados a un noble (que recibía el nombre de encomendero), para que los educara y los cristianizara. A cambio de todo esto podía explotar las tierras. Dichas tierras pertenecían a la corona, y el encomendero le daba una quinta parte de lo que obtenía por explotar dichas tierras a la corona.

Ahora bien, la encomienda tenía sus limitaciones. Esta se transmitía por herencia pero no podía venderse ni fraccionarse. Para la Corona española, la labor de la encomienda era “salvar almas”. Había que cristianizar y educar. Ahora bien, esto no se cumple ya que muchos indios no son bien tratados.

Otro tipo de tierras eran las pertenecientes a las órdenes religiosas, que también tenían como misión evangelizar y educar y también pagaban el quinto real.

Dentro de esta estructura, la burguesía buscaba estabilidad y quería acceder a la tierra. La mayor parte de la burguesía eran criollos y estos procedían del mundo financiero o del comercio. Sin embargo esta burguesía estaba limitada por el monopolio del comercio con las Indias ya que estas sólo comerciaban con España. Esta situación limitaba las ganancias de dicha burguesía. Además. la burguesía constataba que ganaría muchísimo más dinero comerciando con Inglaterra.

Después de las derrotas de Trafalgar el comercio se hizo más difícil y la burguesía comprobó como pagaban más impuestos que los privilegiados, es decir, cargaban sobre sus espaldas la crisis de la Hacienda española. Todo esto generó insatisfacción y agravios.

Como consecuencia de todo ello, esta burguesía fue tomando conciencia de clase y para ello tomó la ideología de la revolución liberal, quizá con mayor facilidad que en España.

Este proceso independentista tuvo dos fases: una primera que va de 1808 hasta 1811; y una segunda que comprende desde 1819 hasta 1822. Este fue un proceso que nos sorprende quizá por su lentitud a pesar de la escasa capacidad de reacción de España. Cuando se produjo el primer levantamiento en 1808, España, que estaba en un proceso de guerra, no fue capaz de reaccionar. El gobierno de José Bonaparte no disponía de capacidad de respuesta ya que estaba inmerso en la guerra peninsular. A pesar de todo ello, este intento independentista fracasó.

Fue la segunda fase cuando empezó a triunfar la revolución americana. ¿A qué se debió? Hay que tener en cuenta ue fueron los propios americanos los que se opusieron a la revolución y los que dificultaron el triunfo. En América había fuerzas revolucionarias y fuerzas partidarias del Antiguo Régimen. En 1808 el proceso revolucionario fracasó debido a que se ahogó en sus propios enfrentamientos internos, lo cual demuestra que las fuerzas partidarias del Antiguo Régimen eran más fuertes.

Si analizamos la composición social observamos que las fuerzas partidarias de la reacción estaban compuestas básicamente por los peninsulares, los encomenderos y por el campesinado. En cambio, las fuerzas revolucionarias eran la burguesía criolla y el trabajador urbano. El esquema de la revolución fue muy parecido a lo que ocurrió en Francia. El hecho de que fracasase el primer intento y triunfara el segundo se debió al hecho de que al sector más notable de la burguesía criolla se alineó en la segunda fase con el sector revolucionario. Al principio temió la independencia pero posteriormente se inclinó por ella.

En 1808a la burguesía criolla le llegaron noticias de los levantamientos que se produjeron en España tras los fusilamientos del 2 de mayo. Como en España, se crearon una gran cantidad de Juntas, y declararon la guerra a José Bonaparte, y proclamaron rey a Fernando VII. Pocas Juntas dan el paso hacia la independencia política. Solamente hay dos Juntas que proclamaron la independencia: estas fueron la de Buenos Aires, y la Junta de Caracas liderada por Bolivar.

La independencia de Buenos Aires se convirtió en efectiva ya que no hubo respuesta militar. En cambio, la Junta de Caracas tuvo peor suerte porque desde el virreinato de Nueva Granada se enviaron tropas que aplastaron Caracas lo cual obligó a Simón Bolivar a exiliarse. Por lo tanto, la fase más radical de la revolución fracasa en todo el continente menos en Buenos Aires, donde elaboran una Constitución muy avanzada para la época. Con ella nace la República del Río de la Plata.

La revolución volvió a rebrotar en 1819. Esta segunda fase se alargó hasta 1822. En ella contemplamos el retorno de Bolivar y sobre todo el apoya inglés. El factor decisivo que hizo que esta segunda fase tuviera éxito fue el cambio de actitud de la oligarquía que apoyó la insurrección, especialmente a partir de 1820.

Esta oligarquía optó por controlar el proceso y dirigirlo hacia buen puerto especialmente a partir del triunfo de los liberales en España.

Simón Bolivar desde Caracas consignó estabilizar Venezuela y avanzó hacia Bogotá para liberarlo del virreinato de Nueva Granada. En cambio, en Perú los diversos levantamientos fueron sofocados por los realistas bajo la dirección del virrey de Perú, José Abascal.

En Santiago de Chile la situación parecía tener visos de prosperar. Por ello Abascal preparó un ejército para dominar la insurrección en Nueva Toledo (provincia del virreinato de Perú). Para hacer frente a ello se creó un cuerpo de voluntarios en el río de la Plata dirigido por San Martín, el cual atravesó los Andes, derrotó a Abascal y consiguió la independencia de Chile.

Una vez conseguida la independencia de Nueva Granada y Chile, San Martín y Bolivar prepararon expediciones para someter a Abascal. Gracias al pacto de Guayaquil los libertadores idearon un plan para conquistar Perú. En 1822 tuvo lugar la batalla de Ayacucho donde los libertadores consiguieron derrotar al ejército español, y prácticamente terminó el dominio español en América.

El sueño de los libertadores -una América independiente y unida- no fue posible. A partir de ahora empezaron a surgir nuevos países.

Hasta ahora no habíamos mencionado la situación de Nueva España (Méjico). Allí la situación era diferente. Las clases dirigente eran poco propensas a la ideología de los libertadores. Surgió una tendencia agraria, cuya idea era repartir la tierra entre los campesinos. Este agrario, durante las revoluciones liberales, tomó forma de independentismo. Los primeros levantamientos fueron de carácter indígena, dirigidos por Hidalgo y Morelos.

Frente a estos levantamientos la oligarquía mejicana actuó con dureza. Ahora bien, durante el período 1820-1822 esta misma oligarquía temió que allí pudiera ocurrir lo mismo que en Perú. Un levantamiento independentista apoyado por los ingleses, por los Estados Unidos y por Bolivar y San Martín hizo que la oligarquía declarase la independencia. Este será un régimen liberal muy moderado que optó por la vía monárquica. Agustín de Iturbe fue nombrado emperador.

En 1822 la presencia española en América quedó reducida a las Antillas, donde no se produjo proceso revolucionario, Cuba y Puerto Rico, las cuales permanecerán en lo que queda del imperio español durante casi un siglo más.

                 3.El Manifiesto de los Persas

“La monarquía absoluta (…) es una obra de la razón y de la inteligencia: está subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del estado: fue establecida por derecho de conquista, o por la sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus Reyes. Así que el Soberano absoluto no tiene facultad de usar sin razón de su autoridad (derecho que no quiso tener el mismo Dios): por esto ha sido necesario que el poder soberano fuese absoluto, para prescribir a los súbditos todo lo que mira al interés común, y obliga a la obediencia a los que se niegan a ella (…).

El (remedio) que debemos pedir, trasladando al papel nuestros votos, y el de nuestras provincias, es con arreglo a las leyes, fueros, usos y costumbres de España. Ojalá no hubiera materia harto cumplida para que V.M. repita al reino el decreto que dictó en Bayona, y manifieste (…) la necesidad de remediar lo actuado en Cádiz, que a este fin se proceda a celebrar Cortes con la solemnidad, y en la forma en que se celebraron las antiguas: que entre tanto se mantenga ilesa la Constitución española observada por tantos siglos, y las leyes y fueros que a su virtud se acordaron: que se suspendan los efectos de la Constitución, y decretos dictados en Cádiz, y que las nuevas Cortes tomen en consideración su nulidad, su injusticia y sus inconvenientes (…)”Madrid, 12 de abril de 1814.

Este documento es una fuente escrita directa de naturaleza circunstancial y posee un carácter objetivo, porque emana de un hecho determinado -la restauración del absolutismo fernandino en 1814- en función de la cual se encuentra.

Como manifiesto, tiene carácter de instrumento político y registra un conjunto de ideas y principios compartidos por quienes lo suscriben, sin que pueda considerarse un documento ideológico y político coherente.

La autoría del texto es colectiva y puede atribuirse a un grupo de 69 diputados realistas, que constituían algo más de un tercio del conjunto de representantes. Su redacción se fragua durante las sesiones de Cortes, en febrero de 1814, que se ocupaban de fijar las normas que debían regular la entrada de Fernando VII, el viaje del rey a Madrid y la jura de la Constitución. Los núcleos que deseaban el fin del régimen constitucional y el retorno del absolutismo comenzaron a preparar el golpe de estado que culminaría en mayo de 1814. El texto fue elaborado por un núcleo más reducido que los 69 diputados que lo firmaron (de ellos 34 eclesiásticos).

Se redactó en Madrid, en la casa de Joaquín Palacín, diputado por Aragón y auditor de Rota, que vivía en la calle de las Fuentes, en una sala reservada del interior de la vivienda, donde se reunían a partir de las ocho de la tarde entre veinte y veintidós personas. El alma de la conspiración era Rosales, suplido por Jerónimo Castillón, que llegó a ser obispo de Tarazona e Inquisidor General.

El destino del texto es público y fue preparado inicialmente para justificar un acto de fuerza, antes de adaptarlo para su presentación al propio monarca, a quien va dirigida su versión definitiva con vistas a servir de pretexto y programa de un golpe de estado efectuado con el apoyo del rey. Los conspiradores madrileños enviaron representantes a Valencia don el rey había entrado el 16 de abril, Mozo de Rosales llevaba consigo el Manifiesto de los Persas.

COMENTARIO

El Manifiesto de los Persas, del 12 de abril de 1814, es un largo documento que comenzaba así “Era costumbre de los antiguos persas”, esta cita erudita dio nombre al documento, que tiene una amplia parte dedicada a criticar a las Cortes, el movimiento liberal y todos los cambios ocurridos en España desde 1808.

Su teoría política se fundamenta en la subordinación moral del poder al bien común, pero sin instituciones que limiten el ejercicio de dicho poder, como idea fundamental puede considerarse la justificación de la monarquía absoluta como “obra de la razón y la inteligencia”, terminando con la exposición de tres peticiones significativas: la primera, “que se suspendan los efectos de la Constitución, y decretos dictados en Cádiz”, en segundo lugar “que se proceda a celebrar Cortes con la solemnidad, y en la forma que se celebraron las antiguas”, esto es la petición de celebración de Cortes tradicionales del Antiguo Régimen y por último el “mantenimiento de leyes y fueros seculares de España”.

Desde el final de la Guerra de la Independencia se hizo patente el enfrentamiento entre liberales y defensores del Antiguo Régimen. Ambos grupos se hallan representados en las Cortes ordinarias que se reunieron en Madrid el 1 de octubre de 1813. Poco después de diciembre de 1813, se firmaba el tratado de Valençay por el que Fernando VII recobraba la Corona. El rey Fernando, autorizado a regresar, cruzaba la frontera por Gerona el 22 de marzo de 1814. Las Cortes reunidas en Madrid, habían declarado que Fernando VII no podría ejercer el poder real hasta haber jurado la Constitución.

Así se fragua la conspiración de los persas, cuyo objetivo era regresar al Antiguo Régimen. Fernando VII contó con el apoyo de los realistas, del clero y de un sector del ejército, a lo que se añadió el malestar social en la España rural a causa del aumento de la presión fiscal que suponían las contribuciones directas decretadas por las Cortes en 1813. En esta marcha hacia el absolutismo se inscribe este texto. Finalmente el proceso concluye con el golpe de Estado del día 4 de mayo de 1808, haciéndose público un Real Decreto en el que el rey afirmaba que las Cortes le habían despojado de su soberanía, que por tanto sus actos eran “nulos y de ningún valor ni efecto”, con un lenguaje idéntico al del “Manifiesto de los Persas”, se prometía reunión de Cortes, se declaraban inviolables los derechos del pueblo y se prometió libertad de prensa.


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