Durante las sucesivas crisis económicas surgidas a lo largo de la historia han sido muchos los cambios políticos y sociales que se han producido, confeccionando cada vez un mapa geopolítico más complejo y difícil de entender. Por fortuna, y por desgracia, asistimos personalmente a uno de estos cambios. Hablamos del proceso soberanista catalán, cultivado durante numerosos años tanto por la Generalitat de Catalunya como por el Gobierno de España.
Haciendo una inocente comparación con el fenómeno geológico de la tectónica de placas, podríamos decir que, en un símil con el panorama político, la relación entre España y Catalunya ha sufrido un proceso de tensión durante tantos años que, finalmente, el roce ha provocado la fusión de los materiales, degenerando en un volcán que no cesa en escupir lava.
Dejando atrás quisquillosas comparaciones y metáforas con el mundo de la ciencia natural, es hora de analizar el tema seriamente como lo que es; hora de atender las necesidades de todos y olvidar intereses partidistas o patrimoniales que contaminen la realidad.
Es triste que hayamos tenido que llegar a grados de radicalización que hace años eran impensables. España ha ignorado durante muchos años a las millones de voces que pedían otra modelo, algo diferente para Catalunya. Ignoradas, salen a las calles con más rabia y voz que nunca ahora que la crisis hace acto de presencia en sus vidas. Es su oportunidad, la oportunidad de Catalunya, pero también la oportunidad de España para intentar trabajar juntos, avanzar juntos y prosperar juntos. Aunque hay quienes no lo ven así.
No deja de impactarme la pasividad que desde Madrid han demostrado el Gobierno del Partido Popular ante un asunto tan serio como este. Ya no solo en el plano político, sino también en el económico. La posible secesión de Catalunya implicaría un fuerte impacto para España, que perdería el 20% de su PIB y el 16% de su población. Dichas cifras, vistas egoístamente, producirían un gran 'shock' para la economía nacional, que vería desvanecerse uno de sus máximos referentes internacionales, un gran activo de la verdadera y genuina 'Marca España'.
¿Y el Gobierno de Artur Mas? Tanto en el plano social como económico, creo que la mejor palabra para definir el proceso independentista es engaño. Tengo serias dudas de que una Catalunya independiente vaya a ser más rica, e incluso dudo que vaya a ser más independiente. Muchas han sido las empresas que ya han advertido que, si el SÍ gana el 9 de noviembre, se marcharán de Catalunya, a lo que, además, hay que sumar el consecuente abandono de la Unión Europea y del Euro, que, a diferencia de lo que ocurriría con Escocia -que hablaremos más adelante-, implicaría un fuerte aislamiento y dependencia económica exterior.
"Ignoradas, salen a las calles con más rabia y voz que nunca"
La tierra prometida por CiU y ERC chirría, y mucho. Y como es difícil imaginarla, ambos partidos han insistido en hacer un ejercicio de hipocresía vinculando el proceso soberanista catalán con el escocés -cuyos organizadores se han preocupado de negar cualquier similitud-. Y nada más lejos de la realidad. En Escocia el referéndum es consensuado tanto por Londres como por Edimburgo; derogando el Acta de la Unión de 1707, se mantendría la libra, la corona común y la pertenencia a la Unión Europea. Mi compañero Víctor Riverola lo explica muy bien en Ante todo, democracia.
Ahora bien, ¿cómo evitar la posible fragmentación de España? España tiene que evolucionar. Contando con un Gobierno central que hace esfuerzos por deteriorar las relaciones Catalunya-Madrid es difícil proponer algo alejado de la hipocresía y el cliché fácil, que tanto cultivan los medios de comunicación. Sin embargo, la cesión de competencias y la transición hacia un Estado federal que reconozca las individualidades de España más allá del papel mojado que es la Constitución es un camino que ha de recorrerse lo antes posible y con el mayor consenso político. Incluso las gentes, tanto de Catalunya como del resto de España, deben contribuir a la reconciliación de ambos territorios.
Es un problema de democracia y de educación. Ahí es nada.
"España y Catalunya: construyamos juntos un nuevo país"
por Adrián Calvo para The Speedy News