Ver o escuchar una tertulia en televisión o radio es un suplicio para todo demócrata español que conozca las reglas del sistema, al igual que leer algunos editoriales y artículos de la prensa española. Lo primero que se descubre es que los periodistas son profundos analfabetos en democracia, además de haber sido captados o comprados por un partido político concreto, al que defienden por encima de la lógica, de manera a veces patética y vergonzante.
En esas tertulias se dice casi a diario que es potestad exclusiva del presidente del gobierno convocar o no elecciones anticipadas o que los políticos elegidos tienen todo el derecho del mundo a tomar decisiones en contra de la voluntad popular o de permanecer en sus cargos hasta que concluya la leguslatura, aunque el pueblo desee o exija su dimisión. Afirman, por último, que el derecho de los políticos a legislar, incluso en contra de la voluntad del pueblo, es sagrado.
Todas esas afirmaciones son aberraciones políticas antidemocráticas que demuestran una supina ignorancia de lo que es la democracia y de las leyes que la rigen. Los periodistas españoles son los más incultos de Europa en educación democrática y su sometimiento a los partidos políticos y a los grandes poderes, salvo algunas excepciones honrosas, son vergonzosos y dañinos para el ciudadano.
La verdad es justo la opuesta de la que ellos defienden. La voluntad de los ciudadanos debe prevalecer sobre la voluntad de los políticos en democracia y la representatividad nunca es un cheque en blanco, como afirman los energúmenos periodistas incultos, sino un mandato delegado que sólo tiene vigencia mientras satisfaga al ciudafano soberano, que tiene derecho a cambiar de representante o administrador, del mismo modo que un empresario puede cambiar al director de su empresa o un ciudadano a su abogado.
Los periodistas españoles conviven con la corrupción y la indecencia con la misma facilidad que lo hacen sus jefes, los políticos. Escándalos tan sangrantes de la democracia española, como el control de los grandes poderes del Estado por parte de los partidos políticos son considerados normales por esa manada de periodistas sometidos, que han abandonado al ciudadano y que actúan como verdaderos perros del poder. Hacen la vista gorda con la corrupción y ni siquiera han tenido agallas para denunciar el endeudamiento criminal de los políticos o la arbitrariedad en el manejo del dinero público, el nepotismo, el amiguismo, el enriquecimiento ilícito y otras canalladas de los políticos profesionales españoles.
>si en España existiera un periodismo decente, las noticias de apertura de prensa, radio y televisión tendrían que referirse, diariamente, a la corrupción política y al asesinato de la democracia perpetrado por los partidos políticos, que la han sustituido por una dictadura de partidos.
Los periodistas sirven de altavoz a la ignominia y secundan vergonzosamente las consignas de los aparatos de propaganda, repitiendo mentiras como que la crisis es un fenómeno mundial, que afecta a todos los países por igual, o que la culpa del drama la tienen los banqueros y los capitalistas, cuando es evidente que la culpa es de los políticos, que tenían la obligación y el mandato de controlar a los banqueros y no lo hicieron, del mismo modo que se endeudaron hasta la locura, convenciendo a los inversores y a los mercados de que muchos de los países prósperos nunca podrán pagar sus deudas.
Basta mirar al pasado y compararlo con el presente para descubrir el inmenso deterioro de las dos profesiones más desprestigiadas, rastreras y culpables de la España actual. Políticos y periodistas eran considerados, en los años posteriores a la muerte de Franco, como héroes de la soceidad y eran profesionales valorados, respetados y admirados, mientras que hoy ocupan el trasero del dsprecio y del rechazo de los ciudadanos, que se sienten traicionados, tanto por los políticos como por sus perros del periodismo sometido.
Los editores y muchos periodistas han defendido a su partido preferido por encima de toda lógica y verdad y han renunciado a la independencia y a la crítica a cambio de fraguar un contubernio con los políticos que les proporcionaba publicidad, concesiones y otros muchos favores. El gran traicionado por esos pactos antidemocráticos ha sido el ciudadano y la democracia, el primero porque ha quedado abandonado, sin defensa y sin acceso a la verdad, y la democracia porque el periodismo ha permanecido en silencio mientras era asesinada y sustituida en España por una oligocracia de partidos, comandada por políticos impunes, muchos de ellos corruptos, arbitrarios e indecentes.
Tras la culpabilidad de los políticos y de sus grandes cómplices, los periodistas, viene el delito de los jueces y magistrados, que han sido incapaces de defender la independencia de la Justicia y han permanecido quietos mientras los políticos invadían su territorio, sagrado en democracia, y se autoadjicaban el sucio derecho a nombrar jueces y magistrados.
Detrás viene ñla culpabilidad de los otros sevidores del Estado, principalmente de los militares, fuerzas de seguridad, funcionarios y educadores, todos ellos testigos mudos que han permitido que la milicia pierda su honor, que las fuerzas de seguridad sirvan más al político que al ciudadano, que los funcionarios admitan la ignominia, el robo y todo tipo de indecencias en su entorno y que los educadores se sometan a unos planes educativos destinados a fabricar esclavos y fanáticos, en lugar de hombres y mujeres libres y responsables.
Solo detrás de todos esos estamentos y profesionales vienen los ciudaanos comunes, culpables también de haber parnecido pasivos mientras que los canallas les arrebataban la democracia y convertian la nación en una pocilga. Han sido humillados, despojados de sus derechos fundamentales, acribillados a impuestos y sometidos hasta la vergüenza, sin que se hayan rebelado, como era su deber, y enviado a las cárcreles a los delincuentes y a sus casas a los polítivos inútiles y fracasados que han destrozado el proyecto de España.