El rey se está jugando hoy su propio futuro, el de la Monarquía y el de España. ¿Es consciente en rey Felipe de que si designa a Sánchez para que forme gobierno pone a España y a la Monarquía en peligro? Nadie se juega más que el rey Felipe en esta crisis porque parece evidente que Pedro Sánchez y sus socios totalitarios, pro etarras vascos y golpistas catalanes quieren prescindir del rey e instaurar una Tercera República también dominada por los partidos y los políticos, tras haber comprobado que la Monarquia actual se les escapa del control. Si el rey Felipe VI sigue soportando las humillaciones, desprecios y agresiones a España de Pedro Sánchez, la monarquía será abandonada por los ciudadanos y terminará cayendo porque Sánchez y sus aliados no la quieren. La única salida inteligente del rey es plantarle cara a quien está conduciendo a España hacia el desastre, unido en alianza con los nacionalistas y totalitarios que despliegan odio y desprecio a la nación y a la Constitución. Algunas de las concesiones a los independentistas ya son visibles, pero otras están ocultadas y no se conocerán hasta después de que se forme el gobierno. Aseguran en círculos bien informados que la sustitución de la Fiscal General del Estado es una de ellas y que las más peligrosas e indecente son más dinero para la Generalitat y la retirada de Cataluña de la policía y la guardia civil. Basta echar una mirada al personaje y a sus manejos para sospechar con seriedad que el PSOE, bajo Pedro Sánchez, ha aceptado el papel de traidor a España ¿Que más necesita para actuar como custodio de la integridad y la supervivencia de nuestra nación? Si el rey Felipe VI continúa cerrando los ojos ante la iniquidad y sin apostar por su pueblo, que es soberano y está dispuesto a defenderle, terminará derrocado por la izquierda española y sus aliados comunistas y nacionalistas de Cataluña y el País Vasco, que claramente apuestan ya por la Tercera República. —-
Cada día son más los españoles que creen que el rey Felipe VI debería hacer algo más por la salvación de España. Instrumentos tiene para impedir la traición, apoyándose en el bien común y en los valores morales del pueblo. Si no lo hace, tal vez la casta política que encabeza Sánchez acabe con la Monarquía, que es, junto con el pueblo consciente y libre, el único obstáculo que separa a los miserables de la tiranía.
Aunque no lo parezca, la Constitución otorga al monarca más poder del que aparenta y utiliza. Su padre, Juan Carlos I lo sabía y utilizó algunos de esos poderes en ocasiones como el fallido golpe de Tejero y situándose al frente del establishment español, del que fue líder indiscutible durante décadas ejerciendo una influencia muy poderosa sobre la nobleza, los grandes empresarios, los editores de medios de comunicación y un seleccionado grupo de profesionales y altos funcionarios con poder real.
El rey, por ejemplo, podría rechazar los apoyos que les lleve Sanchez para su gobierno y decirle que no puede encargarle la formación de un gobierno con esos socios que no ocultan su odio a España, su desprecio a la Constitución y su intención de destrozar la nación. No sólo podría sino que, en opinión de muchos constitucionalistas, debería hacerlo, ya que el monarca tiene la misión de cuidar la integridad de una nación que esos políticos y sus partidos están amenazando. Hay expertos que piensan también que si el rey encarga a Sánchez formar gobierno con socios que incumplen las leyes y pretenden romper España, se estará saliendo del marco constitucional.
Si el rey quisiera conectar con esa parte atribulada de su pueblo, la mejor preparada, más indignada ante la corrupción y la ineficacia y la más patriota, cada día más divorciada de la clase política tradicional, sobre todo de la izquierda, que se desliza con preocupante fuerza hacia el republicanismo y el marxismo tirano, tendría que salirse del guion, armarse de osadía democrática y negarse a dar su bendición como Jefe del Estado a partidos nacionalistas que tienen un ideario asesino contra España y a la Constitución.
Evidentemente, se trata de un paso arriesgado, pero las enfermedades graves, como la que padece esta España dominada por gente que la odia, requieren remedios graves.
Sólo el pueblo puede salvar al rey y a la monarquía, del mismo modo que sólo el pueblo español podrá salvar la democracia. De los políticos y de sus partidos, la mayoría ya corrompidos y envilecidos sin retorno, no cabe esperar nada bueno.
Francisco Rubiales