Campofrío, les guste a no a los hipsters, hace unos anuncios cojonudos. Su público objetivo no son tecnomodernos con cuenta en twitter y que comen tofu, sino gente que compra jamón, choped y chorizo, desde un servidor a mi madre.
Sus anuncios son emotivos, van al corazón, y asocian la marca a un sentir emocional, tierno y próximo. ¿No te gusta porqué habla desde valores que son tradicionales y no forman parte de la “modernez”? seguramente nunca comprarás productos Campofrío, a los que se anuncian tu opinión les interesa tres pueblos.
El último anuncio ha generado mucha polémica, sobretodo entre cierta progresía. Al parecer el hecho de sentirse orgulloso de algunas características que aducen al “carácter español” (hablar en voz alta, tocarse, ser más propensos a las relaciones sociales) es algo que levanta ampollas. Por cierto la campaña se parece un pelín a la campaña de “hazte el sueco” que hicimos en UGT hace unos años para hablar de jornadas laborales.
No nos engañemos, toda imagen de nación es un constructo social, un invento. No existe un “carácter español” sino una serie de comportamientos que tenemos y que sociológicamente podemos agregar con mayor o menor frecuencia o mayor o menor intensidad y una serie de instituciones informales sociales que marcan los comportamientos que se consideran correctos y los que no.
Son “inventos” sociales, como pueden serlo las naciones, o incluso los estados, frutos de accidentes históricos y sin más sentido que su propia existencia. Para un purista de la izquierda cualquier concepto que tenga que ver con “nación” le puede resultar aberrante. Pero como sociólogo de pacotilla puedo decir que los fenómenos culturales y sociales existen, que hay comportamientos colectivos que se consideran aceptables en una sociedad (por ejemplo dar dos besos a una mujer cuando te la presentan en España significa una cosa, en Islandia otra) y no en otra, que hay identidades colectivas compartidas (¿o negaremos que cuando “la roja” gana un mundial no hay millones de ciudadanos españoles que lo celebran?), y que no existe estado viable sin ese pequeño cemento social. Incluso los hipsters gafapastas tienen su corazoncito español.
No tengo ningún problema en indicar que parte de mi identidad nacional es española, y que me puedo sentir orgulloso de ciertos valores sociales compartidos con el resto de ciudadanos del estado español. A la vez defiendo que lo mejor para Catalunya y España es que en Catalunya construyamos un estado propio e independiente. Una cosa no quita la otra. La identidad nacional y emocional no tiene porqué ser incompatible con análisis racionales.
Pero si algo está estigmatizado en España es la identidad española. El orgullo de sentirse español, no por ser algo mejor que sentirse alemán o uzbeco, sino simplemente el orgullo de compartir una serie de valores sociales y costumbres e identidad con otros millones de ciudadanos es algo estigmatizado. El problema de la identidad española es que está secuestrada por unos “no-nacionalistas” que destilan algo muy rancio (léase UPyD o PP, o el TDT-Party), y atrapada en una izquierda española totalmente acomplejada.
Como catalán, catalanista e independentista la bandera rojigualda me genera ciertos reparos, no la siento mía, a pesar que parte de mi identidad nacional pueda ser la española, porqué sigo creyendo que es la bandera “de otros”. En un estado independiente no tendría ese problema (la única bandera nacional sería la senyera) pero mientras Catalunya pertenezca a España debería poder convivir sin problemas emocionales con esa bandera. O con vídeos como el de Campofrío. Mi discrepancia con España es con sus instituciones y con las decisiones de sus representantes políticos no con los españoles o con el mismo sentimiento de españolidad (Nota a “no-nacionalistas”, si me venís con el rollo de que para vosotros en política las emociones o sentimientos no tienen valor, francamente os llamaré mentirosos y deshonestos).
Hay ciertos aspectos positivos de este desapego nacional, los españoles, en general, no tienen un nacionalismo sectario como el que pueda haber en otros países, pero carecemos de ese civismo republicano que si existe en varios países. Sin confianza, ni orgullo de sentirse parte de una colectividad, la capacidad de llegar a acuerdos, cumplir las leyes, pagar los impuestos o llegar a construir negocios será siempre un poco más difícil. Esa falta de civismo republicano que necesita el cemento nacional para funcionar explica parte de nuestras ineficiencias económicas e institucionales.
Tal vez soy capaz de identificarlo por tener una identidad nacional múltiple, por ver como la identidad nacional catalana no provoca ese rechazo, configura ese civismo republicano que se expresa en un entorno asociativo y social más organizado, en la facilidad de llegar a consensos sociales y colectivos (por ejemplo el consenso social e institucional aunque no tanto político alrededor del “dret a decidir” o el mayor consenso en la política lingüística) y además mueve unas energías cívicas que ayudan a generar márgenes mayores de confianza. Por ejemplo en acuerdos económicos y laborales, que la AIC catalana se firmara meses antes de la AENC 12/14 española no es casualidad. Las energías movidas por el espíritu de libertad nacional que mueve a independentistas y federalistas genuinos por igual, es una fuerza que tiene el catalanismo de la que carece el españolismo.
Esto no nos hace a los catalanes mejores que los españoles, tenemos muchos de los problemas institucionales y sociales que tiene el resto de España, y algunos propios, pero sí nos proporciona un horizonte de futuro de esperanza (algunos dicen que ilusoria), algo de lo que carecen los que se sienten sólo españoles, y una capacidad de llegar ligeramente antes a acuerdos sociales y colectivos.
Tal vez lo que añoro de la identidad española es la falta de complejos que se tiene en la identidad catalana, la reapropiación que hemos hecho los menos nacionalistas para transformarlo en un espíritu de civismo republicano. Ahora mismo la identidad nacional española es patrimonio de unos nacionalistas españoles rancios, casposos, que además entienden que su interpretación de esa identidad nacional es la única posible. Si España tiene futuro pasa porqué los que sientan la identidad nacional española se desacomplejen, se la apropien y los sectarios dejen de patrimonializarlo.
Y esto es tan importante para una Catalunya dentro del estado español como para el proceso de independencia. Creo necesario que el sentimiento de identidad español pueda expresarse y con voces distintas a las actuales, para que los ciudadanos catalanes, que tienen mayoritariamente una identidad nacional mixta puedan expresar su voto en una consulta o un referéndum pudiendo valorar lo que pierden y ganan, y que quieren conservar de esa identidad nacional española en una hipotética Catalunya independiente. Renunciar gratuitamente a los aspectos positivos que tiene la identidad nacional española porqué sus voces actuales son una panda de engominados de la TDT-party es malbaratamiento de cemento social.