Uno de los cañones que defendían el puerto de Hammamet.
El puerto estaba esperando la llegada de una escuadra turca, y los cristianos, conocedores de esa información, la aprovecharon en su beneficio. De entre los navíos de su flota, embarcaron en veleros que prepararon al estilo musulmán. Vistieron las naves y a ellos mismos con telas, ropajes y turbantes moros. Portaban banderas árabes y hasta tocaban instrumentos mahometanos.Atracaron y desembarcaron en las narices del enemigo, recibidos por una muchedumbre de soldados y habitantes de Hammamet que ansiaban la llegada de tropas amigas para hacer negocio. Pero en cuanto españoles y caballeros pusieron pie en tierra los tunecinos se percataron del engaño. Tras la sorpresa inicial, los tunecinos recibieron arcabuzazos y una embestida que provocó el pánico entre esos soldados e inocentes. Los soldados del puerto, desconcertados y pisoteados por el propio pueblo al que defendían y que huía hacia la ciudad con la esperanza de salvar el pellejo, no pudieron hacer nada por repeler el asalto.
Los cristianos saquearon la ciudad y se llevaron centenares de prisioneros, justo antes del socorro de las tropas que estaban de camino a la ciudad, tal como atestigua el alférez Alonso de Contreras en sus memorias:
"(...) Capturamos a todas las mujeres y a los niños, algunos hombres (...); entramos en la ciudad, la saqueamos. Embarcamos setecientas almas. Vienen de improviso más de tres mil moros en su ayuda, tanto a pie como a caballo, por lo que prendimos fuego a la ciudad y embarcamos (...) Después de ésto regresamos a Malta, contentos; ahí derroché un poco de lo que había ganado"Las memorias de este soldado, que alcanzó el rango de Capitán y que sirvió en Flandes, son las que, dicen, inspiraron a Arturo Pérez Reverte para escribir la saga de novelas "Las aventuras del capìtán Alatriste".