Doce fueron los militares del primer contingente que se desplegó en septiembre de 1966 con una misión «confidencial»: prestar ayuda a los civiles -a la postre también militares, survietnamitas y guerrilleros comunistas del Vietcong, sin hacer distinción, y también estadounidenses- en un viejo hospital de Gò-Công, pequeña ciudad del delta del Mekong, de unos 30.000 habitantes y situada a 45 kilómetros de Saigón, la actual capital Ho Chi Minh.
Los médicos españoles destinados a Vietnam.
A las consultas acudían tuberculosos, mutilados, heridos por la explosión de minas, por bombardeos de napalm, por accidentes de circulación, muchas madres con niños enfermos de difteria, fiebres tifoideas, paludismo, parasitosis intestinales, disentería y diarrea. Un trabajo exigente para un personal sanitario militar que, como reconoce el entonces teniente Velázquez, «no se había recibido una preparación especial. Simplemente, nuestros conocimientos médicos ya adquiridos. Bueno, nos dieron un decálogo del buen oficial médico, sobre usos y costumbres en la zona».
Estos militares vestían el uniforme estadounidense durante la jornada laboral, con los distintivos y divisas españolas, y podían vestir el uniforme español durante el tiempo de descanso.
Parche del uniforme de los médicos.
«Los guerrilleros del Vietcong nunca atacaron al personal español, pero otros equipos médicos sufrieron bajas y este tipo de noticias corrían como la pólvora. A esto debe añadirse que, si bien los militares enemigos debían apreciar la ayuda prestada a los civiles y también a los guerrilleros comunistas heridos, los desplazamientos tenían el riesgo añadido de las minas en los caminos de tierra». Entre múltiples lecciones aprendidas que adquirieron los militares españoles se encuentra, por ejemplo, la evacuación en helicópteros de heridos en combate. Los denominados «Medevac», tan utilizados ahora en Afganistán