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Está formándose en España una confusión creciente de nacionalismos, separatismos, castas y neocastas, arribas y abajos, divisiones y odios entre vecinos.
Mientras, el llamado DAESH, el Califato Islámico, y a pesar de sus pérdidas en Irak y Siria, sube por África hacia Gibraltar: España corre peligro de dejarse invadir, una vez convertida en taifas y cantones.
Es una conclusión prospectiva extrema, pero a principios del siglo XX nadie preveía la aparición de los genocidas Lenin, Stalin o Hitler, y provocaron hasta cien millones de muertos.
Tampoco se preveía que tras la caída del imperio otomano y la llegada del laicista Atatürk, 1923, iban a nacer los Hermanos Musulmanes, embrión del neoyihadismo que asola buena parte del mundo y que pretende reconquistar España.
Obsérvese: en Aragón, Pablo Echenique, argentino llegado como turista sanitario por su problema físico, nacionalizado y con estudios pagados por todos, se ha convertido en el líder allí de la que es ya segunda fuerza política, y reclama la autodeterminación de ese territorio. ¿Una locura?: no, va en serio.
Pero es que en Andalucía propone lo mismo Teresa Rodríguez, líder regional de Podemos, e igual defienden los podemitas del resto de España, Valencia, Cataluña, Galicia y demás.
Y faltaba el PSOE, todavía sanchizapateristsa, que se ha sumado al carro en el País Vasco, olvidando los asesinados por ETA por negarse a esa concesión.
Y en Cataluña proponiendo lo mismo, mientras los independentistas esperan el ablandamiento del PP que les promete la vicepresidenta Soraya por el plato de lentejas presupuestario.
El belicoso Donald Trump ha jurado que exterminará ese DAESH que quiere reconquistar España.
Como los dólares que confían en Dios, nosotros deberíamos rezarle a Trump porque con tantos cantón-taifa y confusión, este país se dejaría esclavizar ovinamente sin un nuevo Cid –su admirado Charlton Heston--, bruto y directo.
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SALAS