Artur Más, el futuro presidente de Cataluña por Convergencias i Unió (CiU), advierte que no seguirá pagando los gastos excesivos y la fiesta permanente de esos ladrones que son los españoles.
Merecerían ese castigo si no fuera que ellos alimentan la jarana catalana: cada región es parte de un cuerpo, como el humano, cuyos órganos son interdependientes.
La fiesta de los españoles consume cava, butifarra, longaniza, agua mineral, perfumes, medicamentos o automóviles catalanes, que sin los robabolsas españoles dejarían la región de Más en la ruina, con sus 7,5 millones de habitantes pasando hambre.
La fiesta española consiste en que en 2009 los catalanes le vendieron al resto del país bienes por valor de 52.000 millones de euros, mientras ellos compraron solamente 28.000 millones.
Un balance a su favor de 24.000 millones, y los nacionalistas aún reclaman 18.000 millones más por “déficit fiscal”.
Pero Más y CiU insisten en presentar como atracadores a los demás españoles, y resulta que esos “honrados” nacionalistas sorben del Estado y cobran enormes comisiones ilegales por miles de obras públicas y privadas, del Carmelo o del Palau.
La sabiduría mosaica escrutaba la honradez de las personas buscando en sus raíces hasta su séptima generación, prueba que no pasaría Artur Más.
Porque al padre del propio Artur acaba de librarse de la cárcel por fuga de capitales a Liechtenstein tras prescribir milagrosamente su delito: un típico españolazo, según la teoría de CiU.
Pues, atentos: si aceptamos como prueba judicial que los maltratadores hacen que sus hijos sean maltratadores, podemos creer también que los hijos de evasores seguirán su ejemplo.
Legalmente nadie debería ser culpado de los delitos de sus antepasados, pero el análisis de las generaciones anteriores muestra la gran sabiduría judaica.
Sí, atentos a eso, y a muchos Más.