La propuesta del ministro Wert de españolizar a los escolares en Cataluña para que se sientan igualmente catalanes y españoles podría aplicársele a los vascos a la vista de las declaraciones del jugador de la Selección Nacional de fútbol, Markel Susaeta, que para no decir que jugaba en el equipo de España se refirió a ella como “esa cosa”.
Como muchos medios informativos resaltaron esa expresión, trató de justificarse en otras declaraciones, pero siguió sin nombrar España.
Si un joven jugador de la campeona de Europa y del Mundo no se atreve a decir el nombre de su país, algo ha fallado en su formación humanística.
Seguramente se educó en ikastolas, las escuelas nacionalistas en las que la Formación del Espíritu Nacional vasco que las impregna señala a España como país opresor, aunque los vascos, como los catalanes o los gallegos, hayan sido hasta hoy tanta parte de la Historia de España como los castellanos.
Ni siquiera importa que, especialmente los vascos, hubieran participado en la conquista de América y el mantenimiento del Imperio español tanto como los extremeños.
Más aún, marinos y militares que deben figurar en la historia universal, como Elcano o el héroe más grande de las historias navales de los últimos cinco siglos, Blas de Lezo, mucho más que el Nelson inglés, eran vascos, guipuzcoanos.
Quizás la España invertebrada, especialmente tras el hundimiento de 1898 o, como ahora, temporalmente económico, no ha sabido vertebrarse haciendo que en todas las regiones españolas se admire a sus héroes como los británicos a los suyos.
El franquismo quiso hacerlo, pero lo que una dictadura recuerda como heroico se vuelve detestable para sus opositores democráticos, lo que han aprovechado los nacionalistas para crear una furia antiespañola que José Ignacio Wert difícilmente podrá atenuar.
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SALAS