Revista Cultura y Ocio
Especial: Cuento de Navidad
Publicado el 26 noviembre 2014 por Soraya Del Ángel Moreno @soraya_delangelQuerido viajero,
Espero que tu aventura siga estupendamente ¡y sin obstáculos! Muchos me habéis escrito preguntándome por qué no publicaba entradas "¿Nos has abandonado?", decían. ¡No! ¡Eso jamás! ¿Recordáis que siempre os digo que hay que aprovechar al máximo los momentos de inspiración? Bien, pues llevo semanas con esa lucecita encendida en mi cabeza, así que he estado escribiendo, dibujando y divirtiéndome mientras lo hacía, que en eso consiste todo.
Hoy, en la Taberna, explicaré uno de los relatos que más me gustaban de niña: Cuento de Navidad, de Charles Dickens, obra de 1843. La obra original completa en castellano, la podéis encontrar haciendo click AQUI. ¡Espero que os guste esta adaptación que he intentado no fuese demasiado larga!
Cuento de Navidad
Scrooge era un empresario muy tacaño, un viejo exprimidor, codicioso y rancio. Tenía un negocio que compartía con su amigo Marley, pero éste murió hacía siete navidades, dejando a Scrooge solo ante el mismo.
Nadie en el pueblo hablaba con Scrooge, ya que sabían de su rudeza y falta de sensibilidad. La mañana anterior a la víspera de Navidad, Fred, su sobrino, lo fue a visitar a su despacho para desearle unas felices fiestas e invitarlo a cenar a casa. Scrooge rechazó rotundamente la invitación de forma grosera y juzgó a su sobrino por ser demasiado pobre para tal reunión.
-¡Y qué me serviréis! -le gritó. -¿Ratas a la brasa?
Fred, a pesar de la negativa de su tío, se retiró amablemente y sin mostrar enfado alguno.
Podo después, un par de caballeros picaron a la puerta de la oficina de Scrooge, y le pidieron que hiciera un donativo para la gente necesitada; como era de esperar, Scrooge se negó a ayudarlos y puso en duda aquel acto de recolecta.
Bob Cratchit, que ganaba sólo 15 chelines mensuales, estaba transcribiendo cartas en su cuchitril, pasando un frío tremendo porque su jefe, Scrooge, quería ahorrarse el gasto en carbón. Bob esperaba ansioso a que llegase la hora de salida para regresar con su familia y celebrar la Navidad, pero el viejo Scrooge le advirtió que al día siguiente, pese a ser Navidad, tendría que ir a trabajar o perdería su empleo.
Aquella noche, cuando Scrooge regresó a casa, sintió que el ambiente estaba especialmente extraño pero, ignorando dicha percepción, se colocó su camisón, su gorro de dormir y se sentó en un sillón, en el que se quedaría medio dormido. De repente algo captó su atención... ¡Eran campanas! ¡Campanas y estruendos procedentes de su propia casa!
El espectro de su difunto socio, Marley, apareció ante él cargado de cadenas que representaban su penitencia por haber sido mezquino y avaro en vida.
-No puedo creer lo que ven mis ojos... -se decía Scrooge.
Los estruendos y gritos de Marley le obligaron a prestarle toda su atención. Marley le advirtió que, debido a su comportamiento, estaba destinado a viajar sin descanso y le avisó de que aquello también le ocurriría a él si no cambiaba su actitud. Le estaba dando la oportunidad de reinventarse. A su vez, le comentó que tres espectros le visitarían en las noches siguientes, todos ellos se presentarían a la 1:00 en punto de la madrugada. Marley desapareció dejando al viejo Scrooge desconcertado y bastante asustado.
A las 4:00 de aquella mañana Scrooge se despertó, y vio cómo el reloj comenzaba a avanzar con rapidez, dando las campanadas y haciendo pasar un día entero en cuestión de minutos. Al dar la 1:00, apareció ante él el primer espectro.
Era un extraño anciano, del tamaño de un niño. Su melena blanca colgaba por su espalda y por su nuca. No tenía ninguna arruga en la cara; sus brazos largos y musculosos le otorgaban una apariencia de alguien realmente fuerte. Vestía con una túnica blanca y, alrededor de su cintura, llevaba un lustroso cinturón. Portaba una rama de acebo verde fresco y su vestido estaba decorado con flores veraniegas, algo muy contradictorio... Desde la coronilla de su cabeza irradiaba una luz clara y brillante y utilizaba un gran apagaluces como sombrero, que en aquel momento sostenía bajo el brazo. Este espíritu representaba las Navidades Pasadas.
Llevó a Scrooge al pueblo donde creció. Ambos entraron a una casa antigua donde observaron a Scrooge de niño leyendo un libro e imaginando historias. El viejo sintió nostalgia al recordar aquellos momentos en los que viajaba con la imaginación. Poco después, el espíritu de las Navidades Pasadas lo condujo a la misma casa, pero el Scrooge que vieron allí era un poco mayor y, su hermana, alegre y hermosa, lo visitaba para invitarle a su casa para pasar la Navidad en familia. Scrooge recordó con amor a su hermana, quien murió poco después de haber dado a luz a Fred, su sobrino.
Posteriormente, el espectro le transportó al despacho de Fezziwig, su primer jefe, que tenía dos aprendices y los alojaba en su propia casa. Era Navidad y había un festejo en la oficina al que todo el mundo asistió. Scrooge se sobrecogió y sintió, en aquel momento, la necesidad de hablar con su empleado Cratchit. Después, el espíritu le llevó a verse de más grande, codicioso. Coincidió en una escena en la que Scrooge estaba discutiendo con su novia, que le reprochaba haber cambiado por dejarse atrapar por la avaricia. Ella le advirtió que dejaría la relación ya que el ídolo de oro la había desplazado en aquella relación.
-Por favor, espíritu, no quiero ver más -suplicó un afectado Scrooge. Sin embargo, lejos de conmoverse, el espíritu le agarró por los brazos y le trasladó a otra época, a la casa de Belle. Era la misma chica que había visto antes discutiendo con su antiguo "yo", pero esta vez estaba en compañía de sus hijos y su marido. Este último, le comenta a Belle que había visto a Scrooge completamente solo y que su socio, Marley, estaba a punto de morir. Scrooge le suplicó al espectro no ver más. Era demasiada tortura para él y, esta vez, le hizo caso y regresaron a casa, donde el viejo cayó en un profundo sueño.
Al despertar, Scrooge no quería que el segundo fantasma le pillase desprevenido, así que abrió las cortinas de su cama y lo esperó despierto. Al dar la 1:00 nadie había ido por él, pero no tardó en divisar una luz roja tras la puerta de su habitación. Scrooge se levantó para ver qué era y, tras recorrer el pasillo, abrió la puerta de la recámara y allí ese encontró con el segundo de los tres espíritus.
Iba vestido con un sencillo manto verde, bordeado de piel blanca. Sobre su cabeza, llevaba una corona de acebo engarzada por relucientes trozos de hielo. Su cabello era castaño y lleno de rizos. y sus ojos chispeantes junto a una alegre voz le daban un aire jovial. Lucía un antiguo cinto con una vaina que estaba enmohecida. El espíritu, se presentó como el Espectro de las Navidades Presentes.
Ambos viajaron hasta la ciudad y, pese al frío que hacía, se respiraba una sensación de calidez y alegría. Fueron a casa de su empleado, Bob Cratchit y vieron allí a su familia justo antes de la cena de Navidad. Cratchit tenía tres hijos: Martha, Peter y el pequeño y enfermo Tim, que cojeaba de una pierna. En casa de Cratchit se iba a cenar un pequeño pavo y pudin que cocinó su esposa. Cantaban villancicos alegremente y Scrooge preguntó al espíritu si el pequeño Tim viviría. Éste le respondió que, de no cambiar su situación, preveía una silla vacía y una muleta abandonada en breve. A Scrooge le dio un vuelco el corazón. Le dio mucha pena que el pobre Tim pudiese fallecer debido a su enfermedad.
De allí partieron hacia la casa de su sobrino Fred, que festejaba la Navidad en compañía de su familia.
-¡Un brindis por el tío Scrooge! -gritó Fred pese a la negativa y burla sufrida.
Scrooge estaba muy emocionado al ver la reunión pues todos parecían divertirse mucho, incluso jugaron a la gallina ciega... él deseaba estar allí.
De regreso a casa de Scrooge, el espectro comenzó a envejecer y, de los pliegues de su manto, sacó un niño y una niña, ambos amarillentos, flacos, andrajosos... El espíritu de las Navidades Presentes le dijo que eran los hijos del Hombre, y le recordó a Scrooge las palabras que pronunció con los caballeros que le pidieron caridad para los pobres y, a continuación, desapareció.
A la 1:00 apareció un fantasma solemne, con sábana y caperuza negras que llegaba como lo hacía la niebla. No dejaba nada visible de él, excepto una mano extendida. El fantasma se acercaba lentamente y en silencio. Parecía derramar pesadumbre y misterio. No articulaba una sola palabra, sólo señalaba con su mano la dirección que Scrooge debía seguir.
Fueron a la ciudad y escucharon a varios hombres de negocios; Scrooge les conocía. Hablaban de la muerte de alguien. A continuación visitaron la casa de una pareja que discutía por sus deudas, ya que la persona a la que le debían el dinero había muerto. Sin embargo, cualquier cosa era mejor que seguirle debiendo al difunto. Posteriormente, fueron a casa de Bob Cratchit y se percibía la ausencia del pequeño Tim y la profunda tristeza que ésta provocaba en su familia. Asimismo, Bob comentaba que había visto a Fred, el sobrino de Scrooge, y que fue muy amable con él e incluso le ofreció empleo a su hijo Peter.
Finalmente fueron al cementerio y el espectro señaló una lápida en particular, en la que estaba inscrito el nombre de Scrooge.
-Eres... eres el Fantasma de las Navidades Futuras -comprendió. Entonces le suplicó que le diera una oportunidad para demostrar que, de ahora en adelante honraría todas las navidades.
Pese a las súplicas, el fantasma lo rechazaba pero, en el último sollozo de Scrooge, el espectro se convirtió en la columna de su cama, permitiéndole sentirse liberado y feliz por aquella segunda oportunidad.
A partir de ese momento, Scrooge juró tener siempre presentes a aquellos tres espíritus de la Navidad y decidió iniciar un cambio drástico en su vida. Al salir a la calle, comprendió que aquel día era la víspera de Navidad, así que le encargó a un muchacho comprar el pavo más grande de la tienda para enviarlo de forma anónima a la casa de Cratchit. Inmediatamente después, se encontró con el señor que había pedido caridad para los necesitados y Scrooge le ofreció una suma muy considerable. No se dilató para ir a casa de su sobrino y pasar la Navidad en compañía de su familia, tal y como lo había visto con el segundo espectro.
A la mañana siguiente, Scrooge esperaba a Cratchit en la oficina. Éste llegó un poco tarde y Scrooge le regañó por su demora pero, esta vez, todo era una farsa para darle una gran sorpresa: le aumentó el sueldo y prometió ayudarle a sobrellevar los problemas del pequeño Tim.
Tal y como prometió al Fantasma de las Navidades Futuras, el viejo Scrooge cambió radicalmente. Se volvió bueno y generoso y, con su ayuda, el pequeño Tim sobrevivió, convirtiéndose en un niño fuerte y sano. Tuvo a Scrooge como un segundo padre desde entonces. A veces la gente se reía de su cambio pero a él no le importaba otra cosa que ser feliz.