Puedo entender que haya amigos a los que The Neon Demon les haya parecido un artefacto bello pero sin contenido o directamente una estafa snob. El formalismo de Nicolas Winding Refn tiene ese peligro: bajo la fascinación de la belleza de la imagen podemos caer en el embrujo de no ver todo lo que la película puede llegar a ofrecernos, sobre todo si hacemos de ella una lectura meramente estética y olvidamos que la forma también es el fondo.
No descubro nada si digo que The Neon Demon es una película sobre la belleza. Winding Refn no lo oculta a través del personaje de Jesse y todo el que la rodea: todos los personajes quedan embelesados por su magnetismo inocente, puro e inmaculado. Pero el mundo no es lo que parece, el juego de espejos continuo (dobles, rotos, manipuladores…) que hay en la película lo deja claro: todos tenemos un reverso distorsionado; todos nos maquillamos y dejamos de ser nosotros mismos para mostrar una imagen adaptada, más acorde a lo que los demás esperan de nosotros. Todo ese alambicado dispositivo estético que NWR despliega en The Neon Demon forma parte del fondo de lo que quiere contar. No es simple vacuidad de imagen publicitaria.
El fin de la inocencia
La toma de consciencia de esta belleza y el efecto que provoca en los demás supone el arco narrativo por el que transita Jesse. La niña pasa de ser objeto de deseo y miradas, a obtener control total sobre la mirada posada sobre ella. El poder de la mirada ya no reside en el portador de la misma, sino en la observada, que después de tantos siglos de arte sigue siendo la mujer (no olvidemos que el modelaje y el porno son las dos industrias donde las trabajadoras cobran sistemáticamente mucho más que el hombre).
En el momento en que Jesse se torna en un ser autoconsciente (consciente de ella misma y de su belleza) tras su primer y catártico desfile ya nada será igual. Esta aceptación, este mirarse en el lago cual Narciso, será su condena. Nicolas Winding Refn viene a decirnos que en el momento que la belleza se ensimisma pierde su pureza y pasa a ser un esteticismo lleno de vulgaridad y aspiraciones que nunca alcanzará, por muchas operaciones de cirugía (estética de nuevo) que un cuerpo tenga encima. Jesse pasa de ser un dechado de inocencia a convertirse en una más de las arpías, o quizás siempre fue así de peligrosa y su ingenuidad no era más que dañina impostura.
Obviamente NWR lo tiene todo muy pensado y lo fácil es decir que es un pretencioso (que lo es). The Neon Demon no es un simple juego de luz y color, hay todo un discurso sobre la belleza que va de lo platónico a lo kantiano. Otra cosa es que pueda parecer que lo transmita de forma clara o use un lenguaje demasiado críptico y, en conclusión, nos haga falta un libro de instrucciones para entender la película. Maldita postmodernidad (y el hecho de ser íntimo amigo del místico Jodorowsky también ayuda).
Y ahora es cuando un servidor se desmelena y establece una loca teoría: En The Neon Demon, como bien menciona NWR en Gambler y My Life Directed by Nicolas Winding Refn, el danés habla sobre sí mismo; sobre cómo todos le dijeron que era el más bonito y llegó a tener el mundo a sus pies tras Drive; de cómo muchos se encargaron de maquillarlo para que el mundo creyese que él era un director de thrillers artísticos con Ryan Gosling; y tras ser alzado al olimpo cannoise fue arrojado a los leones, regurgitado y vomitado. Pero Nicolas Winding Refn sobrevivirá y volverá más fuerte. La belleza es inmortal.
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