Tras las desafortunadas experiencias de What’s Up, Tiger Lily? y ¿Qué tal, Pussycat? Woody Allen por fin pudo debutar con una película que sin ser del todo perfecta anunciaba una mirada fresca sobre el cine. Esta frescura es la que salva a Toma el dinero y corre de convertirse en una película irrelevante, consiguiendo así todo un catálogo premonitorio de lo que serían las obsesiones posteriores de su director. Para rematar el guión Allen contó con su viejo amigo Mickey Rose, que ya había colaborado con él en What’s Up, Tiger Lily? y que compartía con él su gusto por el humor absurdo.
La base argumental de Toma el dinero y corre era centrarse en la vida y milagros de Virgil Starkwell, un pobre diablo que quiere hacer carrera en el mundo de los gangsters pero al que todo le sale mal. Pero para contar la historia Allen tomó una imaginativa decisión: la película estaría contada como un falso documental sobre la historia de este tipo. Tengamos en cuenta que esto hoy puede parecer poco novedoso hoy día pero estamos hablando de una película del año 1969, cuando aun no se había impuesto la nueva generación de nuevos directores de la década de los setenta y lo más radical que existía en términos formales era un señor llamado John Cassavetes que hacía películas muy extrañas en Nueva York. De todos modos, sin ser una película revolucionaria ni experimental, Toma el dinero y corre corría una serie de riesgos narrativos que serían habituales en la filmografía de Woody Allen. Simplemente en este momento le venían grandes estos retos.
Allen era un director advenedizo en esto del cine y su falta de pericia convirtió a Toma el dinero y corre en una divertida sucesión de gags que no conseguía del todo mostrar una unidad reseñable. El humor de Allen está ahí (deudor del cine mudo y los Hermanos Marx), su personaje también, pero no hay una fluidez que consiga que el relato no se termine ahogando sobre si mismo. Lo que sí demostró Allen es tener un talento especial para la comedia física y visual que en su época de stand-up no había podido desarrollar del todo. Por todo ello terminamos recordando Toma el dinero y corre por sus afortunados chistes como los de los padres que se ponen unas gafas de Groucho porque se avergüenzan de su hijo, a Virgil tocando el contrabajo en un desfile o sus intentos de fuga de la cárcel.
La película, que fue calificada en su momento de demasiado excéntrica, consiguió una buena repercusión crítica pero no fue el éxito que sus productores esperaban viniendo de un personaje del talento y la fama de Allen. Con el tiempo Toma el dinero y corre se vio reivindicada mediante el éxito de películas como Aterriza como puedas, esa obra maestra del humor absurdo.