El pasado mes de noviembre se celebró en Cáceres la XVII edición del Congreso de la Asociación Española de Fisioterapeutas (AEF) con el lema “Ahora Especialidades en Fisioterapia”. Dada trascendencia del tema nos hemos animado a retomarlo aquí, con cierta prolijidad, tanta que trocearemos nuestra reflexión para que sea más digerible.
En el el sitio web del congreso se puede consultar el programa del mismo y parte de la segura difusión que tuvo en redes sociales con la etiqueta #congresoaef2023. Desde la distancia no pudimos evitar cierta envidia sana y nostalgia de nuestra presencia en estos encuentros. El contacto físico, la conversación directa, son elementos que superan con mucho los eventos virtuales a los que nos llegamos a acostumbrar en el periodo pandémico de años previos. Como siempre, es de agradecer el trabajo y el despliegue de medios personales y materiales que supone la organización de estas jornadas. Incluso, sin ser partícipes de ellas, somos conscientes de que tienen un alcance que trasciende a su desarrollo y contribuyen, como en este caso, a la mejora de nuestra profesión.
El tema central eran las especialidades en Fisioterapia. Con el mensaje indisimulado de su pertinencia, conveniencia, necesidad para la Fisioterapia. Se apuntan y perfilan algunas de las candidatas, al menos en el programa del congreso. Así, entendemos que se proponen o postulan respiratoria, geriatría, pediatría, neurología, oncología, salud de la mujer, salud mental, deportiva o musculoesquelética. Se nos antoja que se propone un modelo a remedo del de Medicina, basado en aparatos o sistemas. También se vio en el programa la presencia de la ecografía en fisioterapia, igualmente semejable a radiología en Medicina.
Pese a que nos hemos pronunciado sobre este tema hace ya muchos años (1), con una clara declaración a favor de las especialidades, también hemos mostrado ciertas reservas y dudas sobre el proceso y consecución de las mismas. Para empezar, el objetivo que nos lleva a solicitar algo a lo que legalmente estaríamos calificados como profesión sanitaria. La «parcelación» del conocimiento en áreas y su correlato en la práctica clínica tiene implicaciones académicas, laborales y organizativas. Habrá de justificarse ante la Administración, y parece lo más fácil en la línea de nuestra argumentación de hace años en esta misma bitácora. Una atención de calidad, que recoja la investigación y las peculiaridades de cada una de las áreas parceladas, es un argumento con fundamentación.
Desde una visión intuitiva lo que parece razonable es pensar que las especialidades han de requerir un cuerpo de conocimentos, aptitudes y habilidades lo suficientemente notables como para precisar una formación específica, que no puedan optenerse con cursos o programas formativos de rango inferior en tiempo, complejidad y volumen. De una manera simple, sería ineludible que cualquier profesional ajeno a la especialidad, sea generalista o con formación posgrado adicional, no tenga las competencias que se consiguen con un programa de especialidad. Además, parece conveniente que la necesidad de una especialidad sea percibida por los propios fisioterapeutas, otros profesionales sanitarios y la Administración. Siempre con el claro objetivo de aportar calidad y eficacia al sistema sanitario.
Como en el caso de otras profesiones se habrá de reconocer y aceptar solapamientos entre especialidades y entre los especialistas y los «generalistas». Pero esta situación de competencia compartida no debe ser relevante, pues entonces se difuminaría la diferencia inherente a cada especialidad. Esto, sumado a lo dicho en el párrafo previo, nos parece un conjunto de prerrequisitos suficiente para desear y demandar una especialidad. La cuestión es entonces determinar cuáles serán las elegidas.
Decidir esas áreas que ameritan o necesitan tener un marco propio, formativo y de ejercicio profesional, no es algo sencillo. Se puede optar, como dijimos antes, por imitar el modelo de Medicina, fundamentalmente basado en aparatos y sistemas, aunque con otro tipo de consideraciones como en el caso de Familia, Pediatría, Radiología, Farmacología, Oncología, Radioterapia, las distintas cirugías o Urgencias. O como el modelo de Enfermería basado en edad (Pediátría, Geriatría) o «entornos» (Familiar, Trabajo) (2).
Nos atrevemos a posicionarnos. No nos parece adecuado emular el patrón imperante en Medicina. Es inapropiado para la Fisioterapia, cuando menos no es idóneo. Un paciente mayor, diabético, obeso, cardiópata antiagregado, nefrópata, con indicios de deterioro cognitivo (seguro que este perfil les suena) que sufre una fractura de cadera es atendido por varios especialistas médicos. Por ejemplo, hematóloga, internista, anestesista y traumatóloga. Nos parece, a buen seguro, que una abordaje de calidad requiere, casi de manera inexcusable, su intervención, parcelada y colegiada. Incluso tendrán que intervenir eventualmente otros especialistas. Mientras, en todo el proceso, desde la fractura, pasando por el posperatorio inmediato (no dijimos antes que este paciente imaginario precisó cirugía) hasta el tratamiento intrahospitalario y ambulatorio, un mismo fisioterapeuta puede asumir con total solvencia su asistencia. No precisa especialización atendiento a los criterios que hemos nombrado más arriba. Puede valorar e historiar al paciente, atenderle en la planta hospitalaria y en domicilio o unidad de fisioterapia, aplicando multitud de procedimientos de su disciplina. Creemos que si no fuera capaz de hacerlo siendo «generalista» no sería un profesional capacitado.
Nos resultaría un poco extraño que se arguyera que un fisioterapeuta que atendiera a nuestro paciente tuviera que ser especialista en geriatría o traumatología. El Grado, sería lo natural, debe prepararnos para evaluar, reconocer criterios y circunstancias de intervención y de no intervención, consideraciones sobre las patologías y la farmacología del usuario, aspectos relacionados con su edad y condicionantes sociales, criterios de derivación e interconsulta, comunicación efectiva con paciente, familia y demás profesionales. Lo hemos dicho muchas veces, cuatro curso de carrera dan para mucho. O deberían.
Desde otro enfoque, se puede defender especialidades como Pediatría o Geriatría, con una justificación de grupo etario que requiere una preparación específica. No dudamos de ello, al menos en el caso de la Medicina, con un grado de complejidad en diagnóstico y tratamiento de mucha mayor amplitud que la Fisioterapia. Pero creemos que la atención a niños conlleva, en muchos casos, conocimientos y habilidades propios de la neurología y de la neumología, por poner dos ejemplos, que invertirían el sentido de la especialidad. Así, el fisioterapeuta que trata niños con alteraciones del desarrollo psicomotor, ¿es fisioterapeuta pediátrico o neurológico? Y si trata alteraciones respiratorias en niños, ¿es fisioterapeuta respiratorio o pediátrico? ¿Es suficientemente específico un tratamiento respiratorio en niños para que se considere sólo pediátrico? ¿Habría entonces una fisioterapia respiratoria pediátrica y otra de adultos? No parece que las respuestas estén claras. Así que nos detenemos aquí. Continuará.
Referencias:
1. González-García, JA. Las especialidades en fisioterapia: una necesidad. En Fisioterapia, 21 abril 2008. Acceso en https://www.madrimasd.org/blogs/fisioterapia/2008/04/21/las-especialidades-en-fisioterapia-una-necesidad/, 4 de diciembre de 2023.
2. Especialidades en ciencias de la salud por el sistema de residencia. Consejería de Salud de las Islas Baleares. En https://www.caib.es/sites/serveideformacio/es/especialitats_en_ciencies_de_la_salut_pel_sistema_de_residencia-16858/. Acceso 6 de diciembre de 2023.
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