Este martes el barullo se apoderó del teatro de la Paz, desde las escalinatas se veía venir el torbellino de uniformes, lo mismo rojos que azules, bien formaditos, tomados de la mano los más pequeños, sorprendidos al ingresar al lobby del Teatro, pues impone.
Así iniciaron el ingreso, de pares, ordenados por sus maestras y uno que otro padre o madre de familia que llegó de apoyo, era un festejo más de los que la Secretaría de Cultura ha organizado como parte de la celebración del día de la niñez.
Se fueron sentando en las butacas del Teatro de la Paz, con su jaloneo por acomodarse junto al amigo, amiga, se rompía el orden de la sala que ha sido albergue de grandes obras de teatro, conciertos de música clásica o eventos de gran solemnidad.
Las llamadas sonaron, antes de la tercera ya aplaudían rítmicamente pidiendo que iniciar la tan prometida función, dicha la tercera llamada escondieron su singular murmullo y esperaron, de pronto un grupo rompió en risas de sorpresa, sí ya estaba Pimpolina pero no en el escenario sino entre ellos, la payasita con su canasta inició la función.
Esta payasita convierte la realidad cotidiana en un mundo sorprendente. La acción transcurre en el interior de una casa, donde una mujer realiza pequeñas tareas domésticas de un modo inusual, que obliga a volar con la imaginación a quienes presencian Delirium Pollum, espectáculo de clown.
El humor de la niñez se desborda en sus risas, las acciones en la obra pretenden hacer reflexionar sobre nuestra actitud ante la realidad, para recuperar la capacidad de reír y de sorprendernos ante las cosas más sencillas de la vida.
Así se presentó ante el público más grande que puede haber, la niñez, Delirium Pollum un espectáculo de clown que logró tener la atención de los pequeños e interactuar con ellos.