Cae la noche en el Amazonas y los cielos azules y rojos, propios de lugares donde el sol se alterna con grandes tormentas, se convierten en auténticas autopistas de millones de aves de diferentes especies: grandes loros reales, tucanes, buitres, águilas, azores, gavilanes y cotorras se desplazan de sus lugares de alimentación a los dormideros. Todas sobrevuelan a la misma hora, entre las 5 y las 6 de la tarde, la gran selva para refugiarse en las copas de los árboles.
En el centro de Leticia, la capital del Amazonas Colombiano, el espectáculo está servido. Cientos de miles de loritos, quizás más de un millón, retornan como todos los días del año al parque de la población, junto a la iglesia, con el fin de protegerse de los peligros de la selva cuando la luz del sol desaparece.
Es cuanto menos curioso que un loro salvaje haya tomado una decisión tan radical ¿Desde cuándo lo hacen? ¿Fue una decisión de uno solo o de un gran grupo que arrastró a los demás? Lo cierto es que muchas son las especies de animales que lejos de sufrir el azote del hombre han sabido aprovecharse de su presencia para prosperar. Y es, entre estos árboles domesticados, entre fuentes de agua clara y elegantes farolas, donde este simpático lorito ha encontrado su hogar.