Economist Intelligence Unit, La Jornada
Las cebollas son un ingrediente importante en la historia de la especulación con productos básicos. En 1958, luego que los productores estadunidenses se quejaron de que los especuladores provocaban fluctuaciones de precios, se aprobó una ley que prohibía el comercio de futuros de cebollas. Hoy los críticos se lanzan de nuevo contra los especuladores, gracias a los precios crecientes de todo, desde los metales hasta los granos. Tantas perturbaciones se atribuyen a los especuladores, que Nicolas Sarkozy podría aprovechar que Francia ocupa la presidencia del G-20 para impulsar reglas internacionales que restrinjan sus actividades.
Cierto, los inversionistas han adquirido un interés más que pasajero en los productos básicos en años recientes. Según Barclays Capital, cerca de 320 mil mdd de dinero institucional y minorista se dedica ahora a los productos básicos, en comparación con apenas 6 mil mdd hace 10 años. Esa suma no incluye fondos de cobertura de riesgo (hedge funds), cuya participación es significativa, pero difícil de cuantificar.
Los operadores de fondos, que hace años destinaban exiguas cantidades a los básicos, ahora colocan en ellos 5% de sus recursos. Los básicos diversifican las carteras porque, al menos en teoría, los movimientos de precios no se correlacionan con acciones y bonos. Sirven de protección contra una depreciación del dólar. Y a partir de 2005, cuando China comenzó a importar enormes volúmenes de materias primas, los productos básicos han ofrecido también exposición al encarecimiento del billete verde.
Conforme han crecido las sumas dedicadas a los productos básicos, también lo han hecho las quejas sobre los daños que causa el dinero especulativo. Los inversionistas recibieron fuertes críticas en 2008, cuando el precio del petróleo y los alimentos se disparó. En fechas más recientes han sido fustigados a causa de las alzas en el trigo y el maíz. En cambio, rara vez se habla de que los inversionistas también contribuyen a dar eficiencia a los mercados, al aportar liquidez e información sobre precios.
De hecho hay poca evidencia empírica de que los inversionistas causen más que distorsiones pasajeras en los precios de los productos básicos. La explicación más convincente de los aumentos y descensos en esos bienes es la oferta y la demanda. En 2008, cuando el mundo rico aún mostraba crecimiento y los países en desarrollo estaban en auge, la creciente demanda de petróleo y alimentos sobrepasó a la oferta. Los precios del trigo saltaron en agosto, luego que una sequía e incendios en Rusia –importante país proveedor– provocaron una veda a las exportaciones. El reciente brinco en los precios del azúcar ocurrió después de una mala cosecha, y el del maíz, luego de advertencias gubernamentales sobre una cosecha menor que la esperada.
Los inversionistas representan todavía una parte pequeña del mercado de productos básicos. El mercado global del petróleo vale por sí solo unos 1.8 billones de dólares anuales, en comparación con los 320 mil mdd invertidos por instituciones en todos los productos básicos. John Stephenson, de la administradora canadiense de fondos First Asset Investment, considera extraña la idea de que los especuladores inunden todas las señales de precios.
Los mercados de básicos siempre han sido volátiles. Las cosechas dependen del estado del tiempo, y los cambios de la demanda a corto plazo no se compaginan con las inversiones a largo plazo necesarias para elevar la oferta de metales y petróleo. Una investigación publicada en junio por la OCDE no muestra diferencia en volatilidad entre los productos agrícolas comercializados en mercados de cambios y los que no lo son (como las cebollas). De hecho, esa organización encontró que a mayores volúmenes de comercialización en fondos índices existe una "tendencia consistente" hacia una menor volatilidad.
Según Michael Widmer, de Bank of America Merrill Lynch, los metales comercializados en mercados de cambios muestran menos volatilidad de precios que los que no lo son. Eso puede deberse a que los administradores imponen límites a la proporción de activos representada por los productos básicos. Es decir, venden al elevarse los precios para mantener sus activos por debajo de ese límite, lo cual tiende a estabilizar los precios.
Los escépticos señalan la conducta de los precios del cobre en la parte final del año pasado. Lo normal es que los precios y los inventarios no se eleven al mismo tiempo, puesto que, al ser más altas las existencias, los precios deben ir a la baja. El hecho de que ambos se elevaran al mismo tiempo en el mercado del cobre hizo que muchos se preocuparan de que los especuladores estuviesen comprando y acumulando el metal. De hecho sí había especuladores en acción, pero no hay evidencia de acumulación.
Según Kevin Norrish, de Barclays Capital, el rápido descenso de precios de 2008, cuando cayeron a los niveles de la depresión (pero en cinco meses en vez de en cinco años), fue una reacción exagerada. Conforme los compradores fijaron los precios al nivel de una recesión, y no de una depresión, éstos se recuperaron, a la vez que se elevaban las acciones. El fuerte incremento que han tenido los precios del cobre de entonces a la fecha ha probado que la apuesta fue buena.
De hecho, los inversionistas sí tienen efecto sobre los precios. Investigaciones de Goldman Sachs sugieren que los especuladores exacerbaron la escalada de precios del petróleo en 2008, y agregaron quizá 9.50 dólares en promedio al precio del barril. En 2009, cuando los precios del crudo se recuperaban de un punto bajo de 33 dólares, los fondos de cobertura de riesgo que vendían el combustible a corto plazo aprovechando las dudas sobre la recuperación estadunidense, sin duda contribuyeron a reducir los precios. Pero pronto otros inversionistas, más optimistas, comenzaron a comprar. Los especuladores pierden a menudo grandes sumas en apuestas sobre productos básicos, lo cual lesiona su reputación de que ellos mueven los mercados. El colapso del mercado de productos básicos en 2008 golpeó gravemente a muchos fondos de cobertura.
Dicho esto, una nueva versión de un instrumento financiero de moda podría ir demasiado lejos. Los órganos reguladores estadunidenses están a punto de aprobar fondos inscritos en mercados de valores para el comercio del cobre con respaldo físico, vehículos de inversión que han alcanzado enorme popularidad. Varias instituciones planean ofrecerlos, y más tarde podrían aprobarse también para otros metales.
Casi toda la actividad actual de los inversionistas se da en mercados de futuros. Es raro que los inversionistas opten por la entrega física de productos básicos, lo cual evita que se retiren materias primas de la cadena de suministros (otra razón por la cual no es probable que afecten los precios en el mercado real). En cambio, el propósito específico de estos nuevos instrumentos es retirar el cobre de un mercado de por sí restringido, lo cual pone a inversionistas y consumidores industriales en competencia directa por los productos. No todos coinciden en que esto sea un problema; para algunos es sólo otra señal de precios. Sin embargo, tiene el potencial de causar fluctuaciones de precios que harían ver el pleito de las cebollas como un juego de niños.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización