Dicen que los mejores recuerdos son los que nunca han sucedido y que por eso los amores imposibles han de mantener esa condición de fantasía porque en el momento en que sean carnales, dejan de ser perfectos. En este caso, no ha sido así. Laura ya no sueña con Carlos pero no porque hayan acabado entre sábanas sino porque se ha cansado de jugar al ratón y al gato. Se ha dado cuenta de que no era tan perfecto como ella pensaba.
Carlos y ella han estado durante años jugando el uno con la otra y viceversa. No se ha sentido utilizada. A veces, la buscaba él y otras a la inversa. Pero es cierto, que últimamente, aunque él siempre respondía a sus mensajes, la iniciativa siempre la tomaba ella. Y se ha cansado. Dice que ha madurado, que la vida son dos días y que no los va a seguir dedicando a un recuerdo. Porque en el fondo, era de lo que se alimentaba, de los buenos momentos que pasaron fantaseando.
Ahora, su mayor fantasía es volver a ilusionarse. Y hacerlo con alguien que apueste por ella desde el principio y hasta el final. Carlos, se quedará en un buen recuerdo, ni más ni menos. Ocho años después de aquel encuentro fortuito, Laura ha conseguido pasar página. La vida no espera.
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