Revista Arquitectura

Esperanza Aguirre contra los arquitectos: 'Es que habría que matarlos'

Por Arquitectamos

Hoy está un poco agitado el twitter porque Esperanza Aguirre, la Presidente de la Comunidad de Madrid, en una visita a Valdequemada se ha quedado sorprendida por el edificio del ayuntamiento.
-¿Esa cosa qué es?
El alcalde, baboso y viscoso, pelota hasta reptar, le contesta que "esa cosa" es el ayuntamiento, y añade -como escandalizándose del sindiós que es este caótico mundo- que tiene premios de arquitectura y todo. (Ya ves tú).
La cosa sigue, y la presidente acaba diciendo, como atribuyendo este chascarrillo a un allegado suyo que es muy burro, que odia a los arquitectos, y que habría que matarlos porque sus obras les sobreviven: El autor se muere y su cosa ahí se queda. Añade que menos mal que la crisis ha terminado con todo esto y ahora estamos parados.
El mejor arquitecto es el arquitecto muerto.
El alcalde, servil ya hasta comerse el polvo de la calle, echa más leña al fuego: "Pues no ha visto lo que han hecho con la iglesia".
El ayuntamiento en cuestión es obra de unos grandes arquitectos, Paredes y Pedrosa. Y es lo que pasa con los buenos, que hacen una arquitectura poco asequible para los espíritus simples.
¿Qué tenemos los arquitectos? ¿Por qué nos gustan esas cosas que no le gustan a la gente? No lo sé. (O sí). A veces parece que vivimos en un mundo cerrado, que solo nos entendemos a nosotros mismos. No lo sé. (O sí).
Pero, por otra parte, tampoco es cosa de que nos tiremos piedras a nosotros mismos, ejercicio que nos gusta tanto. A lo mejor también tenemos que decir que hay gente especialmente bruta, y no solo por desearnos la muerte.
Esta señora fue Ministra de Cultura, y como tal presidió el jurado del concurso de la ampliación del Museo del Prado. El fallo, lamentable y vergonzoso, dejó el premio desierto y concedió dos primeros accesits, ex-aequo, al estudio madrileño de Alberto Martínez Castillo y Beatriz Matos Castaño y al suizo de Jean Pierre Durig y Philippe Rämi. Cuando le preguntaron por este fallo tan decepcionante, que dejaba el asunto sin resolver, Esperanza Aguirre pergeñó rápidamente la solución: Habría que hablar con ambos estudios para que se pusieran de acuerdo y, juntos, hicieran una solución intermedia entre sus dos propuestas.
Quien tal cosa dijo ni sabe lo que es la arquitectura ni lo que es el trabajo en equipo, ni lo que es el respeto por el trabajo ajeno.
Digamos, por caricaturizar, que uno planteara un rascacielos y el otro un edificio enterrado. ¿Cuál es la solución intermedia?
Yo sé cuáles son las soluciones arquitectónicas que quiere la dirigente de la Comunidad Autónoma de Madrid: Canecillos de madera, tejados de teja, relojes con agujas historiadas de forja, portones de madera con clavos cabezones de hierro, jabalcones de fundición, rosetones de piedra. Lo sé. Lo sé de sobra. Sé perfectamente cómo hacer un ayuntamiento que le guste a Doña Esperanza. Es muy fácil, y queda bien con todo el mundo.
Hay, ya digo, un debate interesante sobre cuál es el papel de los arquitectos en la sociedad, sobre para qué servimos, y podemos hacer una autocrítica profunda sobre la misión de la arquitectura. Podemos debatir muchos asuntos, ya digo. Pero con Doña Espe no merece la pena. Con Doña Espe bastante tenemos con seguir vivos, y eso que la crisis, gracias a Dios, nos tiene acochinados.
Con Doña Espe no merece la pena nada.
¡Mátame, camión!


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