El 25 de mayo de hace dos años publicamos una entrada, “Esperanza”, sobre los acontecimientos que acaecieron en los días previos en el centro de Madrid. Quisimos, intencionadamente, que el paso del tiempo nos permitiera tener una visión más aséptica de aquello. Han ocurrido muchas cosas desde entonces. En todo caso, la situación social ha seguido una senda de empeoramiento de mayor o menor intensidad para la mayoría de los ciudadanos.
Pero no vamos ahora a relatar lo mal que nos ha ido ni lo mal que quizá nos vaya. Miraremos, aunque cueste, el lado positivo de lo que supuso el 15M. Seguro que el lector lo encontrará en muchos aspectos. Nosotros nos centraremos en lo que nos llamó la atención entonces. Como ciudadano, trabajador en la prestación de un servicio público y como fisioterapeuta. Descubrimos que un parte importante de la sociedad, independientemente de su tendencia política, se movía. Manifestaba su disconformidad con la situación, protestaba pacíficamente aunque ello supusiera inevitables molestias para otros. Por aquel entonces se hablaba del “Indignaos” de Hessel y se reclamaba precisamente eso, la inconformidad con la falta de consideración del poder con aquellos sobre los que lo ejercen.
Aquel movimiento, mucho más allá del conformado por un grupo concreto, removió nuestras conciencias, nos descubrió que hay otras formas de gobernar y las incoherencias, defectos y carencias de esta supuesta democracia. Sus predicciones se han cumplido, sus quejas han aparecido más que justificadas y se ha hecho patente su necesidad. Nos parecería incomprensible que no se reconociera esto, a tenor de todos los acontecimientos posteriores, ajenos a la especulación.
Sin embargo, parece que las resistencias persisten. Nos da la impresión de que desde los sectores afines al poder, de cualquier condición política, no hay voluntad de escuchar. Se invoca a la mayoría silenciosa, al sentido común, al deber de defender intereses superiores. Se esquiva la identidad de los que en verdad manejan la situación. Se olvida, todos, que los cambios que hoy nos parecen loables no han resultado gratuitos ni obedecieron a una voluntad mayoritaria, sino a la de un puñado de inconformistas que miraron por propiciar una mejor sociedad y que lograron con ahínco el apoyo de otros.
En todo caso, todo lo sucedido ha supuesto un avance, un estímulo, una explicitación de que no somos tan ingenuos. Y mantenemos la esperanza en que, aunque lentamente, ello consiga que los vientos, algún día, cambien hacia una dirección en la que la gran mayoría nos veamos beneficiados.