La espondilitis anquilosante es una enfermedad reumática que se caracteriza por la inflamación de las articulaciones que conectan la columna vertebral con la pelvis.
Los principales síntomas son el dolor y la rigidez. A medida que pasa el tiempo y la enfermedad progresa, los indicios pueden ser más graves, como pérdida de movilidad o deformidad de la articulación.
La espondilitis anquilosante es una enfermedad que afecta al 1% de la población. La incidencia actual es de 7 nuevos casos por cada 100.000 habitantes al año. Comienza durante la juventud, generalmente entre los 20 y los 30 años de edad, y es más frecuente en hombres que en mujeres.
Columna vertebral
La columna vertebral es una de las partes más importantes del cuerpo humano. Es el eje del tronco y la que sostiene el cráneo. Además, protege la médula espinal y los diferentes nervios conectados entre el cerebro y las extremidades.
La estructura de la columna vertebral se divide en un total de cinco partes. Por un lado, un total de siete vértebras cervicales, las cuales constituyen el cuello. Por otro lado, doce vértebras dorsales, que, junto con el esternón y las costillas, forman la caja torácica.
Además, cinco vértebras lumbares. También el sacro, el cual se une al resto de la pelvis a través de una serie de articulaciones. Y, por último, el coxis.
Espondilitis anquilosante: ¿qué es?
Se conoce como espondilitis anquilosante a un tipo crónico de artritis. Aunque puede darse en cualquier zona del cuerpo, en la gran mayoría de casos afecta a la base de la columna, concretamente en el área en que esta se conecta con la pelvis. Las articulaciones se hinchan e inflaman, generando una gran sensación de dolor. En los casos más graves, si no se aplica el tratamiento adecuado, las vértebras afectadas pueden llegar a unirse con el paso del tiempo.
Es por tanto una enfermedad inflamatoria de carácter crónico. No tiene cura, de manera que los síntomas se manifiestan en forma de brotes de manera periódica. La gravedad varía entre los pacientes, aunque un diagnóstico adecuado y a tiempo ayuda a controlar los síntomas y ralentizar el avance de la espondilitis anquilosante.
Merece la pena destacar que este es un trastorno sistémico ya que hay otros órganos que pueden verse afectados: ojo, corazón y pulmones.
¿A qué partes del cuerpo afecta?
Tal y como hemos señalado, esta es una enfermedad sistémica, de modo que se puede manifestar en otras áreas del cuerpo.
- Ojo: quienes sufren esta enfermedad pueden presentar una gran sensibilidad a la luz, e incluso visión borrosa. La razón es que el iris se inflama y enrojece. Por lo general afecta únicamente a un ojo y dura una o dos semanas. Para evitar cualquier tipo de secuela que disminuya la visión, es importante acudir al oftalmólogo para que determine el tratamiento más adecuado.
- Corazón: la espondilitis anquilosante también puede causar diversos problemas en el músculo cardíaco. Esta enfermedad puede aumentar el tamaño de la aorta, la principal arteria del cuerpo. Una situación que impide al corazón funcionar del modo adecuado.
- Pulmones: la rigidez en el tórax propia de este trastorno provoca dificultad para respirar, sobre todo en personas fumadoras.
Causas de la espondilitis anquilosante
A día de hoy no se conoce cuál es la causa concreta de la espondilitis anquilosante. No obstante, hay una serie de factores que predisponen a los pacientes a sufrirla.
Algunos estudios señalan que existe cierta tendencia genética. Y es que prácticamente el 100% de los pacientes tienen un gen denominado HLA-B27 positivo. No obstante, tener este gen no implica necesariamente sufrir espondilitis anquilosante.
También se ha demostrado que determinadas bacterias intestinales pueden favorecer el desarrollo de la enfermedad.
Espondilitis anquilosante: síntomas
El primer síntoma de la espondilitis anquilosante es un dolor de baja intensidad que se da en la parte baja de la espalda de forma intermitente. A medida que la enfermedad progresa, el dolor se va haciendo cada vez más recurrente y agudo.
Dolor
Por lo general, el dolor empeora por la noche, cuando la persona está durmiendo. En algunos casos la intensidad es tal que puede despertarse, afectando así a la calidad del sueño. Un hecho que perjudica de forma notable a la salud tanto física como mental del paciente.
Aunque en un principio el dolor se localiza en el punto en el que se unen la columna y la pelvis, con el paso del tiempo puede afectar a la totalidad de la columna.
Rigidez
Otro indicio común en las personas que sufren espondilitis anquilosante es la rigidez. La parte inferior de la columna pierde flexibilidad de forma progresiva. Así, a medida que pasa el tiempo la persona afectada puede tomar una posición jorobada.
Fatiga
En algunos casos, la espondilitis anquilosante causa inflamación en las articulaciones intercostales y el esternón, de modo que el paciente no puede expandir el tórax completamente. Esto da lugar a una sensación de fatiga ante el más mínimo esfuerzo físico.
Zonas afectadas
Tal y como hemos señalado, es la parte baja de la espalda la zona a la que afecta esta enfermedad. No obstante, también hay otras áreas del cuerpo pueden verse comprometidas. Es el caso de las articulaciones de hombros, rodillas y tobillos, las cuales se pueden inflamar y generar dolor.
¿Cómo se diagnostica?
Si se presentan uno o más de los síntomas descritos en el apartado anterior, es importante acudir al médico a la mayor brevedad posible. Un diagnóstico temprano de la enfermedad puede ralentizar su progreso y minimizar tanto el dolor como la inflamación.
En primer lugar, el médico realiza un historial médico del paciente, prestando atención a los síntomas. Así, si sospecha que sufre espondilitis anquilosante, le deriva a un reumatólogo.
Una de las pruebas médicas más comunes para el diagnóstico de la enfermedad es la radiografía, tanto de columna vertebral como de pelvis. Además, en algunos casos se solicita un análisis de sangre y orina para comprobar la presencia del gen HLA-B27.
De este modo, el reumatólogo determina si el paciente sufre o no la enfermedad. En función de las características, así como de la fase en la que se encuentre y del grado de limitación de movilidad de las articulaciones, establece el tratamiento más adecuado.
Tratamiento de la espondilitis anquilosante
A día de hoy, la espondilitis anquilosante es una enfermedad que no tiene cura. No obstante, existen una serie de tratamientos médicos que permiten minimizar los síntomas y ralentizar el progreso del trastorno. El principal objetivo es por tanto mejorar la calidad de vida del paciente, de modo que éste pueda realizar sus actividades cotidianas sin sufrir dolor o rigidez.
Fármacos
El tratamiento farmacológico consiste en el consumo de medicamentos antiinflamatorios no esteroides como el ibuprofeno o la aspirina. Permiten reducir tanto el dolor como la inflamación.
En los casos más graves, en los que la enfermedad avanza a una velocidad acelerada, se puede recomendar el uso de corticoesteroides.
Fisioterapia
La fisioterapia puede ser de gran ayuda para mejorar la vida de quienes sufren espondilitis anquilosante. Los diferentes ejercicios permiten aumentar tanto la fuerza como la flexibilidad. Es importante que el plan de ejercicios se adapte de forma precisa a las necesidades de cada paciente y abarque todas y cada una de las áreas afectadas.
Cirugía
Aunque en la gran mayoría de casos la cirugía no es necesaria, es otra opción de tratamiento posible. Se da en aquellos pacientes cuyas articulaciones están muy dañadas, hasta el punto de haber perdido más del 80% de su movilidad.
Espondilitis anquilosante: esperanza de vida
El pronóstico de la enfermedad depende principalmente de dos factores: la edad a la que comienzan a manifestarse los primeros síntomas y el momento del diagnóstico.
En líneas generales, el pronóstico es muy positivo. Es un trastorno progresivo, de modo que el 95% de los pacientes mejoran tras el tratamiento. No obstante, la enfermedad puede generar un deterioro en la calidad de vida de aquellas personas que no han sido diagnosticadas o en las que el diagnóstico se ha dado demasiado tarde.
Es importante destacar que el pronóstico es peor cuando la enfermedad empieza a desarrollarse en edades más tempranas. Además, las mujeres presentan una mejor evolución que los hombres.
¿Cómo prevenir la espondilitis anquilosante?
Una vez un paciente es diagnosticado de la enfermedad, el médico recomienda una serie de pautas para mejorar su calidad de vida. Lo más importante es aceptar que existen una serie de limitaciones.
Por supuesto, es fundamental evitar malas posturas. A la hora de sentarse, hay que hacerlo con los pies completamente apoyados sobre el suelo y la espalda recta. El uso de fajas o corsés no es una buena idea ya que limitan en gran medida los movimientos de la columna.
Tampoco se recomienda pasar demasiado tiempo sentado o tumbado en la cama. En caso de tener un trabajo que obligue a pasar muchas horas sentado, lo más aconsejable es levantarse y dar pequeños paseos cada cierto tiempo.
Teniendo en cuenta que uno de los principales síntomas de la espondilitis anquilosante es la fatiga, se aconseja no fumar.
Y, por último, llevar un estilo de vida saludable es muy importante. Para ello hay que realizar ejercicio físico moderado a diario, así como llevar una dieta sana y equilibrada.
La espondilitis anquilosante es una enfermedad de carácter crónico que afecta a las articulaciones de la base de la columna y la pelvis. Los principales síntomas son dolor, rigidez y fatiga. Es fundamental un diagnóstico precoz para que la calidad de vida no se vea afectada y que el pronóstico en el medio y largo plazo sea positivo.