Hoy en esta entrada os voy a hablar de un elemento que vivió un boom hace un tiempo, pero con una vuelta de tuerca. Todos hemos oído hablar de las esponjas konjac, y probablemente todas tengamos al menos una. Seguro que estáis pensando que a buenas horas os voy yo a hablar de esto ahora, cuando toda la red se ha pegado años cantando sus bondades. Se pusieron super de moda porque las coreanas las usaban en sus espectaculares rutinas y prometían una piel perfecta. Seamos serios, nada puede garantizarnos una piel como la de las asiáticas, pero eso no significa que no fueran buenas.
Estas esponjitas, 100% biodegradables y hechas con la raíz de la planta asiática konjac (la misma de la que se fabrica la pasta sin calorías del mismo nombre), prometen una piel perfectamente limpia, libre de células muertas, con la circulación reactivada, regenerada, fresca y calmada. Una exfoliación suave y delicada pero muy efectiva. El Santo grial de la limpieza, vamos. Cuando están secas son como una piedra pómez, pero al mojarlas se convierten en algo esponjoso y suave.
Y, por supuesto, todas fuimos corriendo a por una de ellas. Yo compré la mía por Amazon. La usé muy ilusionada los primeros dias con la limpieza jabonosa y, aunque me dejaba la piel muy bien, no veía esos resultados espectaculares que prometían. Así que poco a poco, fue quedándose en el olvido y convirtiéndose en esa piedra reseca del lavabo que apenas miraba de reojo.
Hace unas semanas tuve un brote de sensibilidad que me hizo volver a mi rutina base, de la que os hable aqui, y empezar poco a poco a meter de nuevo otros productos. Como además tenía la piel muy deshidratada y quería hacer una comparativa de ácidos hialurónicos, fui a Primor. Y vi una estantería entera repleta de esponjas konjac, para cara, para cuerpo, redondas, planas... Sabéis también que había varios tipos según las necesidades: con carbón de bambú para pieles grasas con tendencia acnéica, con cúrcuma para despigmentar, con te verde antioxidante, etc. Y me fije en unas estilo toallita, que me parecieron muy prácticas. Así que me lleve la de arcilla rosa, especial para pieles sensibles y deshidratadas. Vamos, que llevaba mi nombre. Son de la marca You are a princess y el precio es más alto que las esponijtas de la misma marca. Me costó 4,95€, que sigue siendo un precio ridículo.
El formato en toallita me resulta muy cómodo de usar. Me da la sensación de que es muy suave con mi piel, más que la esponja y en este caso, no sé si por la calidad de la toallita o por la acción de la arcilla rosa, pero sí me da la sensación de tener la piel resplandeciente cuando termino de usarla. Así que, mira tú por dónde, años después de caer en esa moda y luego desecharla, he encontrado un producto que le va increíble a mi piel sensible y sensibilizada. No podía dejar de contároslo por si alguien se encuentra en mi misma situación y no se atreve a probarlas por si son muy agresivas para ella.
Desde luego, esta vez no caerá en el olvido, y pienso usarla a diario.